Olvídate de las novelas de misterio que te dan la mano. Strange Pictures te da una colleja literaria y te sienta de golpe en una galería de dibujos raros, mientras Uketsu te susurra: “A ver si adivinas quién va a morir ahora”. Y sí, lo disfrutas.
Aquí no hay detectives con gabardina ni crímenes resueltos con monólogos brillantes. Hay estudiantes, psicólogas y madres que, sin quererlo, terminan metidos hasta las rodillas en desapariciones, asesinatos y dibujos que hablan más de lo que deberían. Y sí, cuando digo dibujos no me refiero a la típica pista de novela negra. Hablo de garabatos que parecen inocentes —hasta que te das cuenta de que la habitación que falta en un dibujo infantil no es un error… sino una clave.
Lo maravilloso (y terroríficamente genial) de Strange Pictures es cómo juega con el lector. Cada historia es como una muñeca rusa de suspense: crees que has llegado al final, pero Uketsu te abre otra capa más y, cuando piensas que ya no puede haber más giros… te suelta uno que te hace cerrar el libro para procesarlo. Eso sí, el ritmo a veces se toma sus licencias: hay momentos donde la tensión se estira como un chicle que amenaza con romperse. Pero cuando vuelve a apretar, lo hace con la fuerza de un thriller que sabe a qué has venido.
Y ojo, no esperes gore gratuito ni sustos de película barata. Aquí el miedo se cocina a fuego lento. Es ese tipo de inquietud que surge al leer un blog donde una mujer embarazada comparte dibujos cada vez más perturbadores… hasta que desaparece. Es esa sensación incómoda cuando descubres que los garabatos de un niño contienen secretos que ningún adulto se ha atrevido a decir en voz alta.
Uketsu escribe como quien te invita a un juego macabro. Es directo, sin florituras, con un estilo que más de una vez te saca una sonrisa por lo irónico y canalla. Y tú, como lector, te conviertes en detective amateur, analizando imágenes, pistas y conversaciones como si la vida del personaje dependiera de ti (spoiler: a veces sí).
Al cerrar Strange Pictures, me quedé con esa sensación rara de cuando un libro te revuelve las entrañas y la mente a partes iguales. Uketsu no solo me hizo devorar páginas como si fueran capítulos de un true crime en bucle, sino que además consiguió algo más complicado: que me sintiera incómoda… y lo disfrutara. Hay historias que te acarician y otras que te zarandean; esta te agarra del cuello de la camisa y te susurra que mires más de cerca esos dibujos, aunque sepas que no deberías. Y yo, que adoro cuando un autor rompe las reglas, solo puedo decir que volvería a entrar en esta galería de imágenes extrañas sin pensarlo dos veces. Porque hay lecturas que son un puñetazo suave y delicioso a la rutina, y esta, sin duda, es una de ellas.
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