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Reseña de ‘Nightbane’ de Alex Aster

Nightbane
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Si Lightlark fue el juego, Nightbane es la resaca mágica en la que todo el mundo tiene secretos, nadie se fía de nadie y tú estás ahí, en medio, intentando decidir si confías en tu corazón, en tu poder o en tu instinto de supervivencia. Alex Aster no pierde el tiempo: el libro arranca justo donde nos dejó la anterior entrega, con un mundo tambaleante, alianzas en tensión y una protagonista que ya no puede esconderse detrás de la ignorancia. Isla sabe demasiado… pero todavía no lo suficiente.

Aquí la trama se ensancha, crece, se llena de capas políticas, viajes, descubrimientos y, sobre todo, de un conflicto interno que es puro motor narrativo. La autora juega con recuerdos, identidades y lealtades de una forma mucho más ambiciosa que en el primer tomo. Si en Lightlark nos movíamos entre pruebas, misterios y corazones traicioneros, en Nightbane entramos de lleno en una guerra que es tanto externa como personal.

Los personajes evolucionan —o se revelan—, y eso se nota. Isla carga con un poder que no sabe si controlar o temer, Grim sigue siendo ese enigma magnético que sabes que te puede arruinar la vida (y aun así no miras hacia otro lado), y Oro… bueno, Oro brilla como siempre, pero no todo lo que brilla está libre de grietas. La tensión emocional está servida y, aunque no falten momentos de acción, este libro pone más peso en las decisiones que en los giros espectaculares.

La pluma de Aster se vuelve más oscura y madura, y aunque alguna escena se estira un poco más de la cuenta, el ritmo general es bastante adictivo. Hay política, hay magia, hay romance complicado y, sobre todo, hay una sensación constante de que lo mejor —y lo peor— está aún por llegar.

Y hablando de “por llegar”… el final te deja con esa mezcla deliciosa de ansiedad y emoción por el tercer libro. Las fichas están colocadas, las alianzas definidas (o casi), y lo que viene promete ser un cierre explosivo.

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