No sabía que necesitaba un viaje a un universo gótico tan oscuro que hace que mi playlist de Lana Del Rey parezca un cumpleaños infantil… hasta que Phantasma vino, me arrancó el alma con manos de terciopelo y la dejó colgada en un rincón, al lado de un candelabro cubierto de polvo. Y no, no estoy exagerando (bueno, tal vez un poco, pero la herida es real).
Kaylie Smith no construye un mundo; lo esculpe con sombras, magia y un romanticismo tan intenso que haría sonrojar a cualquier vampiro literario con siglos de experiencia en el tema. Entre portales misteriosos, secretos que huelen a peligro y un ambiente tan gótico que casi puedes escuchar a Edgar Allan Poe aplaudiendo despacito desde su tumba (“bien jugado, Kaylie”), la autora teje una historia de amor que no respeta normas, ni universos, ni la estabilidad emocional de quien lee.
Y claro, en medio de toda esa oscuridad elegante hay espacio para personajes con una ironía tan afilada que podrías cortarte si los abrazas demasiado fuerte. Discuten, se aman, se lanzan verdades dolorosamente hermosas… y tú, pobre criatura, te quedas atrapada en ese tira y afloja sin posibilidad de rescate. Es el tipo de novela que te hace reír en un párrafo, suspirar en el siguiente y, de repente, recordar que tenías cosas que hacer en la vida real antes de obsesionarte con un par de almas condenadas que existen en dimensiones paralelas.
Phantasma no es solo un libro; es un secuestro emocional con banda sonora de violines tristes. Es gótico, dulce, salvaje y peligrosamente adictivo. Y cuando lo cierras, con las lágrimas medio secas y una sonrisilla de “sí, lo volvería a leer aunque me haya destrozado”, solo puedes pensar:
“Querida Kaylie Smith: no sé si agradecerte o enviarte la factura de terapia hasta que salga Enchantra el 24 de noviembre. Porque sí, me has roto. Pero por favor, hazlo otra vez.”
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