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“Sandwich” de Catherine Newman: una semana en la orilla del caos (con mayonesa)

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Hay libros que te abrazan como una madre cansada: con las manos llenas de protector solar, el pelo enmarañado por la sal y un sándwich medio aplastado en la lonchera. Sandwich es exactamente eso.

La protagonista, Rocky, no es heroína ni mártir. Es simplemente una mujer de mediana edad atravesando la menopausia como si fuera un túnel mal iluminado, lleno de calcetines húmedos, gritos de adolescentes, y la voz de su madre preguntando dónde están sus pastillas. Está atrapada entre generaciones, como… bueno, un jamón entre dos panes: sus hijos al borde de la adultez, sus padres deslizándose hacia la fragilidad, y ella en el medio, sudando a las 3 a. m. mientras se pregunta si la vida tiene botón de reinicio o al menos aire acondicionado emocional.

La novela ocurre en una semana de vacaciones en Cape Cod. ¿Drama? No al estilo explosivo. Más bien, secretos pequeños que son como los granitos de arena que uno lleva de vuelta a casa sin darse cuenta. Hay abortos del pasado, embarazos del presente, tensiones conyugales cocinadas a fuego lento, y diálogos tan naturales que a veces suenan como escuchar a tu tía en la cocina diciendo: “Yo antes también fui joven, ¿sabías?”

No intenta ser más de lo que es

Lo más bonito de Sandwich es que no intenta ser más de lo que es. No busca epifanías monumentales. Catherine Newman nos da una historia donde los héroes hacen las paces con el paso del tiempo sirviendo ensaladas, limpiando baños rotos, y hablando de la muerte entre risas nerviosas. Es como si alguien hubiese escrito una novela con olor a bloqueador solar, sabor a nostalgia y textura de toalla húmeda olvidada al sol.

Y sí, a veces se hace lenta. Y sí, a veces Rocky parece más una lista de síntomas de menopausia que una persona real. Pero en otras páginas… te deja ese nudo dulce en la garganta. Ese que te hace querer llamar a tu madre. O decirle a tu hija que no tiene por qué hacerlo todo bien para merecer amor.

Le puse 3 estrellas, pero a veces me parece que se merecía una cuarta por lo bien que me hizo reír de mí misma. Y por haber descrito tan bien esa extraña, incómoda, preciosa fase donde no sabes si eres la madre, la hija o solo la señora que corta el sándwich por la mitad para todos.

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