El Pavón Teatro Kamikaze ya lo avisó hace un par de años. En 2018 anunciaban que posiblemente esa sería su última etapa antes de un cierre permanente por dificultades, desgraciadamente, financieras. Ese cierre no llegó a producirse, pero el devenir de estos últimos meses pandémicos han agravado tanto la situación que el equipo se ha visto obligado a bajar, de manera definitiva, el telón el próximo 30 de enero de 2021.  

La ruina de un teatro no significa otra cosa que la ruina del intelecto, del arte, del alma humana. Una sociedad que no sabe cuidar de su cultura es una sociedad muerta, por muy avanzada económicamente que esté. El arte, y especialmente, el teatro, es un vivo retrato de la sociedad en la que se desarrolla (independientemente del estilo artístico/teatral con el que se lleve a cabo). El sucesivo cierre de cines y, en este último caso, de una de las principales salas de teatro del país, no hace sino causar(me) una sensación de desarraigo ante un avance de la sociedad hacia no sé muy bien qué fin. Y, por lo tanto, aquello de que “cualquier tiempo pasado, fue mejor”, quizá cobre un poco más sentido en este aspecto.

Historia de un teatro

El proyecto del Pavón Teatro Kamikaze nació en agosto de 2016 de la mano de Israel Elejalde, Miguel del Arco, Aitor Tejada y Jordi Buxó con la idea de ofrecer un “teatro más allá de la función”. Un lugar donde el público pudiera descubrir un espacio de “entretenimiento, de reflexión, de diálogo y de transformación”. En cuestión de 5 años, este espacio teatral se ha convertido en todo aquello que sus creadores aspiraban, y más. Se ha consolidado como un centro teatral de referencia a nivel estatal, ganando en 2017 el Premio Nacional de Teatro.

Ha dado voz (o mejor dicho aún, ha cedido su espacio) a nuevos creadores, permitiéndoles el poder aprender, evolucionar y darse a conocer en un entorno teatral que es, cuanto menos, endogámico.

Tal es el caso de Nacho Aldeguer, el joven actor madrileño que debutó como director de escena con la obra El amante, de Harold Pinter. Una propuesta que nació a través de un taller de dirección en el propio teatro de los kamikazes y que acabó siendo representada más adelante (entre marzo y abril de 2018) en la sala principal de dicho espacio.

“Nos han abierto el camino a muchas y a muchos, nos han enseñado un montón, nos han ahorrado un montón de marrones que se han comido ellos por nosotros y nosotras”.

Nacho Aldeguer a través de las redes sociales de Bella Batalla.

Con Aldeguer como director, Álex García como director creativo, y Verónica Echegui y Daniel Pérez Prada como elenco, el espectáculo fue todo un éxito. Una experiencia única que el espectador pudo disfrutar, y degustar, gracias al apoyo y la confianza que el equipo kamikaze depositó en este joven creador.

Un soñador para el pueblo

En este tramo final del reportaje, me permito apartarme de esa neutralidad periodística que rige la profesión para abrazar, durante un breve instante, el sentimentalismo y poder así despedirme de estos kamikazes del teatro. Gracias por un teatro diferente, único, que navega entre lo clásico y contemporáneo, que apuesta por lo nuevo sin olvidar lo caminado, que conduce a la reflexión a través de la belleza del arte.

Gracias por trasladarnos a la tragedia de un sacrificio forzoso a través de los ojos de Iphigenia; por revelar esa lucha de Helena por la dignidad; por llevarnos a ese caótico mundo cinematográfico de la mano de Pablo Remón. Gracias por confiar y por plantar esa semillita del amor y respeto por el teatro entre el público joven (y no tan joven).

Recogiendo el final del comunicado de despedida, pronto “nos volveremos a ver”. Y, cuando así sea, evocaré los versos de Ricardo III: “el descontento de nuestro invierno se volverá verano con ese sol”.