Eduardo Galán adapta de manera sorprendente y original ‘La celestina’, dirigida por Antonio C. Guijosa en el Teatro Reina Victoria. En este caso, es el propio personaje de Celestina quien se encargará de ir narrando tal y como sucedieron los hechos a Pleberio, el padre de Melibea.

Calisto es un joven noble muy apuesto, un día, al entrar en la huerta donde está Melibea, se quedará perdidamente enamorado de ella. Pero, ante su rechazo y aconsejado por su criado Sempronio, decidirá encomendar su cuidado a Celestina. Así tratará de conseguir el amor de Melibea.

Mediante diversos trucos y artimañas, la alcahueta conseguirá que Melibea también se enamore de Calisto. Y serán los criados de éste quienes intenten explotar un beneficio propio a la pasión de su amo: que había prometido una cadena de oro a Celestina si le ayudaba a rendir la voluntad de Melibea. Cuando esto sucede, los criados reclaman su parte y ante la negativa de Celestina, la matan. Son apresados y ejecutados por la justicia.

En el último encuentro de Calisto y Melibea, el joven mancebo al saltar la tapia del huerto de Melibea para socorrer a otro de sus criados cae y muere. Lo que lleva al suicidio de Melibea ante la mirada compungida de su padre Pleberio, quien finaliza la tragicomedia con unas reflexiones morales y existencialistas.

Sin duda, ‘La Celestina’ es una adaptación diferente y muy original de la obra de Fernando de Rojas. Eduardo Galán consigue una magnífica adaptación de este clásico. Bajo la dirección de Antonio C. Guijosa, ‘La Celestina’ es un clásico que sigue estando muy vivo sobre el escenario.

Todo ello, en gran parte gracias a la interpretación protagonista de Anabel Alonso, que está espléndida como la gran Celestina de esta historia. La actriz consigue cautivar a todo el público, que acaba en pie ovacionando a todo el elenco.

Junto a ella, encontramos en ‘La Celestina’ a José Saiz, Victor Sainz, Claudia Taboada, Beatriz Grimaldos, David Huertas, que dan vida a esta adaptación tan buena. Pese a ser una obra ya conocida, consigue sorprender de alguna manera por la forma de la narración.