La cámara no va a dejar de grabar. Aunque sea perseguida, aplastada y destruida. La cámara no va a dejar de grabar. La mirada de los periodistas seguirá siendo eternamente la mirada del pueblo allí donde no quieren que nadie vea. José Couso, como otros tantos periodistas, reporteros y camarógrafos de conflictos, lo tuvo claro en todo momento. También cuando comenzaron a llegar a Bagdad advertencias que hablaban de una ciudad arrasada sin miramientos. José Couso, con su cámara al hombro y sus ojos bien abiertos, se quedó en el Hotel Palestina, hasta que un 8 de abril de 2003 el ejército estadounidense decidió que quería apagar su mirada.
18 años después de su asesinato, llega a Nave 73 ‘El fuego amigo’, una obra homenaje al camarógrafo gallego y a todos los reporteros que han sido asesinados o han perdido la vida en conflictos. Dirigida por Juanma Romero Gárriz, también autor de la obra, se trata de un monólogo teatral interpretado por Marta Alonso, quien está acompañada en escena por la música en directo de Beatriz Vaca (Narcoléptica).
La obra, que puede verse en Nave 73 los sábados y domingos de abril, hasta el día 25, es homenaje. Pero también es lucha y es justicia. Es recuerdo de lo ocurrido, de lo que implicó, de las respuestas y las responsabilidades que surgieron después y del aluvión de sentimientos que siguen vivos a día de hoy. Y es recuerdo de José. Del José camarógrafo, del José niño, del hijo y del padre, del marido, del compañero y del amigo, del amante de la vida. De su risa, de su humor, de su valentía y, de nuevo, de su amor por la vida. Por la suya y por la de los demás. Un amor que le hacía quedarse allí donde nadie quería estar. Para ser el arma silenciosa que acabara de una vez por todas con el horror, con el dolor y con la muerte.
Todo esto queda recogido en las palabras de Marta Alonso, en las que fácilmente podemos reconocer las del propio José, las de compañeros como Jon Sistiaga, las de su familia e incluso las de algún mandatario que no merece siquiera una mención entre estas líneas. Esta es una de las principales virtudes de ‘El fuego amigo’. Su capacidad de reunir prácticamente todas las voces que forman parte de esta historia a través de un mismo discurso.
Un discurso cargado de emoción y de alma, cargado de dolor y de rabia, pero también de fuerza, de valentía y de orgullo. Todo eso es lo que llega cuando estás sentado en las butacas de Nave 73. En la oscuridad, envuelto por la música de Beatriz Vaca, por unos sonidos que dicen tanto como las palabras. Llega y nos traslada a un pasado que no está demasiado lejos y que sigue presente en forma de lucha y de memoria. He aquí otra de las principales virtudes de la obra. Su impacto, su sensibilidad contrapuesta a la crudeza del relato. La fuerza con la que golpea al espectador, con verdad y con crudeza. Pero con un cariño y un respeto que se respiran desde el mismo comienzo del monólogo, cuando se habla de cámaras de juguete y trabajos en la carretera.
Para quien conozca la vida del camarógrafo y lo ocurrido el 8 de abril de 2003, es enormemente sencillo entrar en la obra y dejarse llevar por el vaivén de emociones que acompaña al monólogo. Pero, y aquí surge la tercera gran virtud de la misma, también es sencillo hacerlo para quien llega más virgen al teatro. Porque el alma y el carácter universal del relato hacen acto de presencia desde el mismo arranque.
Creo que, personalmente, lo que más me emocionó de ‘El fuego amigo’ fue encontrar a José Couso en la obra. En forma de cámara, de objetivo, de palabras y de latidos. Después de haberlo leído todo sobre él, de haber mirado a través de su mirada y de haberlo leído todo de nuevo, encontré a José en una tarde de abril. 18 años después de su asesinato, pero vivo en el recuerdo, en las palabras, en la lucha y en la cámara, que nunca va a dejar de grabar.
‘El fuego amigo’ puede verse en Nave 73, desde el 3 hasta el 25 de abril, los sábados y domingos a las 18:30h.
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