Capítulo a capítulo, fuimos descubriendo algo más de él, pero sin entrar en demasiado detalle. Algún que otro episodio de celos, un poquito de inseguridad y para de contar. Pero ahora, ya después de haber visto la segunda temporada de la serie, sabemos que detrás de esa imagen se esconde mucho más. 

La sorpresa fue mayúscula cuando le vimos, o al menos cuando le vi, atacar a Marina trofeo en mano, una sorpresa que no ha dejado de repetirse durante esta segunda temporada, en la que las capas de la cebolla se han ido extrayendo una a una, hasta descubrirnos un interior radicalmente opuesto a lo que hemos visto siempre. Ya en los últimos compases de la anterior entrega comprendí que toda la extravagancia que le rodeaba me impidió identificar desde un comienzo al personaje más interesante de la serie, probablemente el mejor, algo que he terminado de reconfirmar tras el visionado de los nuevos episodios. 

He estudiado a fondo a Polo, atendiendo a todos y cada uno de los detalles de sus escenas, analizando su expresión en diferentes situaciones de estrés, y he llegado a la conclusión de que es prácticamente imposible definirle con pocas palabras. El personaje interpretado por Álvaro Rico tiene más de una cara, es camaleónico y consigue hacerse incluso con el espectador. Sin saber bien cómo, muchos nos encontramos apreciando a ese personaje y creyendo lo que escuchamos de él, todo después de haber asesinado a Marina ante nuestra atenta mirada. Pero esto tiene una explicación. 

El manipulado ahora es manipulador

Durante la primera temporada, vimos cómo Carla hacía exactamente lo que quería con Polo. Lo que desde fuera parecía una relación perfecta, idílica, en la que sólo había amor, se terminó confirmando como una de las más tóxicas de la serie. En parte porque los dos personajes se encontraban en puntos diferentes. Mientras que Polo estaba perdidamente enamorado de Carla y, además, demasiado acostumbrado a tenerla en su vida, ésta buscaba dar un giro y escapar de la monotonía, algo que llegó de la mano de Christian. 

En un principio, parece un situación bastante común, pero el espectador no tarda en darse cuenta de que existe un factor que quizá no esperaba: la manipulación. En todo momento, Carla utiliza a Polo para su bien, especialmente cuando desaparece el dichoso reloj. Juega con él, conociendo sus sentimientos y utilizándolos en su propio beneficio. Es esta manipulación, unida a la certeza de que está perdiendo al que considera el amor de su vida, lo que termina empujándole a una situación límite que termina con el asesinato de Marina. 

Ahora, una temporada más tarde, es él mismo el que está haciendo uso de esa manipulación que tanto daño le hizo. El mejor ejemplo lo encontraos en su relación con Cayetana. En un principio, cuando conoce su realidad, creemos que su interés es real, que está sintiendo algo por ella. Pero en el momento en el que todo se desmorona, cuando está a punto de ser detenido y ésta le ofrece su ayuda, algo hace click dentro de él. Los pocos resquicios del Polo bueno e inocente que creímos conocer se esfuman en el instante en el que comprende que puede utilizar a esa chica, que efectivamente siente muchas cosas con él. Y, sin pensarlo dos veces, lo hace. 

El manipulado ha pasado a ser manipulador y a colocar en una situación extrema a Cayetana, que ahora tiene en su haber la única prueba del crimen: el arma homicida. 

Rompiendo moldes

Más allá de esta transformación que ha sufrido el personaje, analizándolo desde el inicio de ‘Élite’, también he llegado a la conclusión de que Polo rompe moldes y prejuicios. Estamos ante un chico de 16 años que no tiene miedo a explorar su sexualidad y que no duda a la hora de admitir su bisexualidad, sin llegar a plantearse en ningún momento que esto pueda ser negativo -un conflicto que sí solemos ver en las series-. Ahora sabemos que él ya era consciente de su bisexualidad desde hacía años, pero no había hablado de ello porque no lo consideraba necesario, no porque tuviera algún tipo de miedo. Primera ruptura de cliché. 

El personaje ya está concebido como eso, como un choque contra lo que estamos acostumbrados. Chico joven, rico y guapísimo, pero que no se cree superior en ningún momento. Chico joven, rico y guapísimo, con dos madres, probablemente de las primeras parejas de mujeres en serlo en nuestro país. Chico joven, rico y guapísimo que, al contrario de lo que estamos acostumbrados, no es el chulo del instituto. Y chico joven, rico y guapísimo con tantos fantasmas que nos haría falta una papiro interminable para mencionarlos todos. 

Desde un primer momento, esa ruptura de moldes le aporta un encanto extra al personaje, sobre todo de cara a los más seriéfilos, que quizá no esperaban encontrarse una perla así dentro de ‘Élite’. Y lo que comienza como ese encanto termina siendo una especie de imán cuando comprendemos todo lo que hay detrás de la fachada, que es mucho. 

Mil y una caras

Como ya he mencionado anteriormente, Polo no solo tiene una cara. De hecho, estoy convencida de que aún no las conocemos todas. A lo largo de la serie hemos conocido a un Polo que lo tiene absolutamente todo controlado, frío y con una capacidad camaleónica que pone los pelos de punta, pero también hemos conocido al Polo que se ve sobrepasado por la ansiedad y que no es capaz de mantener su vida en pie. Junto a ellos, también hemos podido conocer al Polo dulce, generoso y amigo de sus amigos, que aparece cuando menos lo esperas. Y a un Polo violento, que pierde el control sin comprenderlo y que ni siquiera él mismo sabe de dónde sale. 

Lo curioso es que pocas veces sabemos qué Polo estamos viendo. Durante esta segunda temporada, son varias las ocasiones en las que creemos que se va a desmoronar y que, sin embargo, continúa hierático. Y al contrario. El personaje sigue sorprendiendo capítulo a capítulo y sigue siendo un enigma, pese a que ya todos estamos pendientes de él. 

Mención aparte merece la interpretación de Álvaro Rico, probablemente la mejor de todo el elenco de ‘Élite’. El actor ha conseguido darle ese tono hermético al personaje cuando es necesario, pero también romperse por completo en algunos de los momentos más angustiosos para el espectador. Este joven, al que conocimos gracias a esta serie de Netflix, ha sabido aportarle un plus al personaje y elevarlo hasta el primer puesto del podio. 

Demonios y fantasmas

Detrás de esas mil caras y de la propia fachada que él mismo ha creado, hay un mundo muy oscuro, repleto de demonios y fantasmas. El propio Polo confiesa en la segunda temporada que lleva toda la vida acudiendo a terapia y que la ansiedad ha sido su fiel -y cruel- compañera desde la niñez. 

Sólo quienes saben lo que es convivir con ella o, mejor dicho, sobrevivir a ella, conocen el infierno que recorre el interior de este personaje. En la primera temporada sólo tuvimos una muestra clara de lo que sucedía dentro de él, cuando pierde los nervios y asesina a Marina. Pero en esta nueva entrega han sido muchos los momentos en los que hemos visto cómo sus diques no soportaban más peso y cómo se desmoronaba. 

Esta lucha contra la ansiedad, que es una realidad muy cercana y muy ignorada, ha sido uno de los puntos fuertes de la temporada y nos ha permitido acercanos algo más al lado humano de este personaje. Por sorprendente que parezca, a través de estos momentos en los que no sabemos si vemos arrepentimiento o miedo, se crea una empatía única que sólo logran crear los grandes villanos. 

Porque, después de mucho pensar y analizar, he llegado a la conclusión de que eso es lo que es Polo. Un gran villano, quizá de los mejores que hemos visto dentro de las series de ‘género’ adolescente. Un villano con mucho que contar, con mucho por descubrir y con un imán en su mirada, que se ha convertido en una de las grandes protagonistas de ‘Élite’.