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‘Élite’ se confirma como el placer culpable que necesitábamos con su segunda temporada

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Podría fingir que no me he bebido literalmente los ocho capítulos de la segunda temporada de ‘Élite y que no he soñado por momentos con volver a ser adolescente, pero viviendo una vida de adulta y millonaria. Pero no tendría sentido. Los placeres culpables también merecen un reconocimiento y que presumamos de ellos, y la serie de Netflix se ha confirmado como la reina de esta complicada categoría. Hacía mucho tiempo que no encontrábamos una serie que se moviese tan bien entre los excesos, sin sobrepasar el límite pero jugando con él, pero ese parece el hábitat natural de esta ficción. 

La primera temporada ya generó todo tipo de reacciones, en las que no existía un término medio. O la amaste o la odiaste. Y esto se ha intensificado con su segunda entrega, que es mucho más exagerada, mucho menos natural y tan adictiva como la anterior. La plataforma ha sabido mantener esa fórmula del éxito que encontró en su primera temporada y ha aumentado la dosis de drama, sexo, misterio y, de nuevo, exageración. Una apuesta que ha funcionado a la perfección, especialmente en algunas tramas. 

Es cierto que esta exageración, que también es palpable en las interpretaciones de la mayoría de los actores, resta bastante credibilidad a lo que vemos en la pantalla. Pero es algo que no importa, al menos no cuando ya estás del todo metido en la trama. El primer capítulo de esta segunda temporada puede resultar algo bochornoso por momentos, así lo sentí desde su comienzo, pero antes de darme cuenta ya había sido atrapada por las redes del variopinto grupo de adolescentes que abarrota los pasillos de Las Encinas. 

Esa es la gran virtud de la serie, su capacidad para atrapar al espectador sin que ni siquiera lo espere, de manera sorprendente y casi inexplicable. Pero no es lo único que destacaría de esta nueva entrega de episodios, que ha terminado de confirmar a ‘Élite’ como ese placer culpable que todos necesitábamos. 

Cuidado, se vienen spoilers

Incorporaciones de élite

Esta segunda temporada de la serie de Netflix podría haber estado marcada por las ausencias de Marina y Christian y la poca presencia en pantalla de Nano, pero sin embargo lo que ha destacado de ella han sido sus incorporaciones. Los personajes de Valerio, Rebeca y Cayetana han convencido a los espectadores desde el primer contacto y nos han presentado unas subtramas muy interesantes. 

Personalmente, no puedo evitar quedarme con ese Valerio completamente roto por un amor tóxico e imposible que se ha convertido en su obsesión. Una obsesión que provoca que él mismo se desprecie, que no se considere digno del cariño de nadie, de la preocupación de nadie o de absolutamente nada positivo. Un Valerio que, además de presentar toda esta complejidad, no tarda en confirmarse como un personaje divertido y dulce a su manera, capaz de regalarnos algunos de los momentos más míticos de la temporada. 

Algo similar ocurre con Rebeca, aunque en ella no encuentro esa oscuridad y esa complejidad magnética que me ha atraído a Valerio. Su desparpajo, su naturalidad y una más que aceptable actuación por parte de Claudia Salas, han hecho de ella uno de los personajes más aplaudidos por el público en esta segunda entrega. 

El caso de Cayetana es algo más especial. Pese a que se llega a empatizar con ella, con la persona que es cuando está a solas y cuando entra en su casa, su segunda personalidad es cuanto menos odiosa. Una dualidad que también funciona como una especie de imán y que la convierte en un elemento realmente interesante, con clichés incluidos que no terminan de molestar. 

Sorpresas ¿demasiado forzadas?

Otro de los aspectos que no puedo evitar destacar a la hora de hablar de esta segunda temporada de ‘Élite’ son esos giros dramáticos que han sufrido las relaciones existentes entre algunos personajes. Quizá el mejor ejemplo de esto sea el extraño romance que se ha creado entre Carla y Samuel, los dos personajes más opuestos del reparto, que de repente se ven envueltos en una historia de sexo y sentimientos ocultos. Por momentos, la frialdad y lo forzado de las diferentes situaciones que vemos en la pantalla nos hacen pensar que todo lo que estamos viendo es falso, lo cual podría desconectarnos de la serie. Sin embargo, esta aparente falsedad no hace otra cosa que aportar un extra de misterio. ¿Sienten algo el uno por el otro? ¿Quién es verdaderamente Carla: una fría arpía que sólo piensa en el fin, sin importarle los medios, o una adolescente angustiada, sola y con una coraza que no aguanta más el peso que tiene encima?

Junto a esta sorprendente relación, aparecen pequeñas pinceladas de otros romances, como el encuentro tórrido entre Polo y Ander, que por momentos me hace preferir a esta extraña pareja que a la formada por el propio Ander y Omar. Ese «una paja entre amigos» se ha convertido ya en una de las frases y uno de los momentos más míticos de la ficción actual. ¿Quién podría olvidar esa surrealista -y a la vez horrorosamente cercana a la realidad- escena?

Todas estas sorpresas llegan a su clímax en el instante en el que Samuel y Guzmán se convierten en una especie de Starsky y Hutch y se unen para resolver el asesinato de Marina. Sin duda, la relación, en este caso amistosa, más inesperada de la ficción, pero también la más aplaudida. Las redes sociales ya han lanzado la petición y yo no puedo por menos que unirme a ella: esta amistad debe perdurar y ser protagonista en la tercera temporada. 

Oh, Polo de mi vida

Incluso los más incondicionales de ‘Élite’ estarán de acuerdo en que la serie y especialmente sus personajes están repletos de tópicos y de clichés. Sin embargo, si hay alguien que se salva ese es Polo. Durante gran parte de la primera temporada pasó desapercibido, pero con su final, con ese asesinato de Marina en el que perdió por completo el control, el personaje se hizo con nosotros y captó de lleno nuestra atención. 

Ahí comprendimos que estábamos ante un personaje complejo, que rompía todo tipo de clichés y que escondía mucho más de lo que mostraba. Algo que en esta temporada ha terminado de confirmarse. Capítulo a capítulo, el espectador es testigo de la rotura de diques que se produce en el interior del personaje, del momento en el que la presa estalla y Polo pierde el control. O eso creemos. Porque este joven tiene dos caras, o tres, o cuatro. Y es muy difícil saber cuál está mostrando en cada escena. 

Su lucha contra la ansiedad y contra sí mismo, contra su pasado, es una de las grandes protagonistas de esta segunda temporada, en la que la interpretación de Álvaro Rico también se ha salvado de la criba. Especial atención a la escena de su detención, en la que su mirada comunica más que nunca -y ya es decir- y la angustia traspasa la pantalla. 

Veredicto final

Como ya he repetido en varias ocasiones, ‘Élite’ es el placer culpable por excelencia. Pero esto no tiene por qué ser algo negativo. La ficción de Netflix busca atrapar al espectador y forzarle a darse un atracón de capítulos, sin descanso. Y lo consigue. Igual que consigue que ese surrealista mundo de lujos, excesos, misterio y drama formado por adolescentes de 16 y 17 años sea tan atractivo como lo fue en su día el Upper East Side de ‘Gossip Girl’. ¿Merece la pena verla? Apuesto por el sí. No cambiará tu vida, pero te entretendrá y te regalará escenas memorables. Y a veces eso es suficiente. 

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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