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Matilda (‘Matilda’): la familia es la que escogemos

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Matilda, el carismático y entrañable personaje creado por Roald Dahl, autor de ‘Charlie y la fábrica de chocolate’, es una niña muy especial. Con apenas cuatro años, se desplaza por sí misma hasta la biblioteca del barrio para hacerse con una gran colección de libros. Su familia la tacha de rara; es incomprensible que haya alguien de la familia cuya afición sea la lectura de densos libros. Tampoco entienden por qué quiere ir a la escuela, pero acaban por aceptar… aunque la escuela, al fin y al cabo, es un escenario hostil.

‘Matilda’ se publicó en 1988, y años después ha sido adaptada a diferentes formatos. En 1996, se realizó la adaptación dirigida por Danny DeVito, y protagonizada por Mara Wilson (‘El hada novata’). Catorce años después, se estrenó el musical a cargo de la Royal Shakespeare Company.

Erudición desde la infancia

Si hay algo que me fascina del personaje de Matilda, desde que vi la película con apenas dos o tres años, es su innegable inteligencia. Ya desde pequeña es alguien que se sabe valer por sí misma, cocinando tortitas, yéndose de casa a la biblioteca para hacerse con un compendio de títulos… Es alguien al que admirar, no cabe duda. No olvidemos que hablamos de ficción, que es improbable (no imposible) que un niño de cuatro años tenga esas capacidades; sí puede encontrarse con ese tipo de familia, por supuesto, pero es difícil que desarrolle la telequinesia.



Bromas aparte, Matilda es un personaje inspirador y llamativo ya desde el principio. No estamos ante un personaje más del mundo del cine o de la literatura; es una niña diferente, nueva. No es ningún miembro de los hermanos Pevensie y su fantasía, no es Harry Potter viajando a Hogwarts o Leslie inventándose Terabithia. Matilda es un personaje creíble y agradable desde el primer momento. Esa autovalía la hace un personaje mágico y asombroso del que el espectador quiere conocer más. Y, aunque sea una película familiar, más orientada para un público infantil, el espectador adulto también disfruta de esta niña tan peculiar, cuya infancia es insólita y divertida.

La escuela

En realidad, ‘Matilda’ no comienza hasta que no llega al colegio. Ese podría ser uno de los primeros puntos de giro de la película. Es ese escenario en el que la niña se desenvuelve y, finalmente, crece. Es el punto de encuentro de las amistades inexorables.

La escuela no es un lugar sencillo; recuerda, más bien, a un escenario hostil. Es terrible, por supuesto, y más aún cuando la directora es una señora con genio y cuyo odio por los niños es visible. La señorita Trunchbull, de nombre Ágata, es un personaje terrible y vil, esa profesora que nunca queríamos tener en la escuela por miedo a ser regañados. Hablamos de una película, pero el miedo estaba ahí, por supuesto.



Matilda teme la escuela en un principio. Es obvio, porque su primer contacto es ver cómo la directora se enfrenta a los niños y hace volar a Amanda, una de sus compañeras, por llevar trenzas como peinado. En este caso, el bullying no es entre el alumnado, sino provocado por la directora del colegio. Matilda tiene miedo, claro, pero no piensa quedarse de brazos cruzados. No podemos olvidar cómo se desenvuelve en la mítica escena en la que Bruce se come todo el pastel de chocolate y grita su nombre, animándolo. Todos corean su nombre mientras la señorita Trunchbull ruega silencio. Una escena de ‘Matilda’ de caos en la que desde casa incluso te ves obligado a gritar para frenar la maldad de esa temible profesora.

El gran apoyo de Matilda

Matilda pronto hace amigas en la escuela. Una de ellas es la ya mencionada Amanda, siempre acicalada y risueña. Otra es Lavender, a quien primero conoce Matilda; es, en pocas palabras, su principal apoyo, ya que ella la ayuda en todo lo posible y la presenta al resto de compañeros.

Sin embargo, el personaje que lo cambia todo es la señorita Honey. Ella es la amabilidad, la sencillez y preocupación en persona. Es la profesora de la clase de Matilda, y pronto se sorprende por lo mucho que sabe (por ejemplo, conoce la tabla de multiplicar desde el primer día de clase tras haber leído muchos libros sobre matemáticas). La señorita Honey sabe que Matilda es alguien especial, no es igual al resto de compañeros. Matilda pronto va descubriendo quién es realmente Jennifer (nombre de la profesora), y van estrechando posturas en una bonita amistad entre alumna y profesora.



Porque ’Matilda’ va de eso: de ignorar el desprecio que te tiene el resto de personas para centrarte en quienes te quieren. Y este tándem lo demuestra: hay admiración entre Matilda y la señorita Honey. También hay cariño.

La telequinesia: la razón de la diferencia

Otra de las claves de ‘Matilda’ es el don que desarrolla conforme la historia avanza. En ocasiones, lo hace para acercarse cereales o un libro; otras veces, para crear el caos. Matilda no controla su poder, dado que al fin y al cabo es una niña, por eso hace explotar la televisión en su casa y se le echa la culpa. La niña vive en un ambiente siempre tenso en el que se ve marginada, solitaria; una toxicidad familiar de la que quiere desprenderse, ya que si no lo hace, de mayor podría afectarle a su salud mental.

La telequinesia va desarrollándose adecuadamente. Es gracias a ella que hay escenas de acción en la película, como la aventura en la casa de Ágata Tranchbull. Matilda, junto a la señorita Honey, consiguen escapar gracias a su poder (levita bajo la mesa o mueve objetos para despistar). Es un poder que va manejando y que la termina por diferenciar. Es algo irreal, claro, pero introducirlo en ‘Matilda’ gusta porque da ese toque de fantasía que tanto disfrutamos, y hace que esta historia para niños nos desarrolle la imaginación.



Matilda, aunque sea una niña, no es tonta. Es, quizás, más madura que sus padres. Por ello consigue echar a la señorita Trunchbull, algo que no todo el mundo sería capaz; y es gracias a su perspicacia y valentía, tras haber descubierto sus secretos. A Matilda nadie le para los pies, y eso es mágico: hay que arriesgar para ganar. Queda demostrado.

Otra de las razones es el final, gracias al cual consigue formar una familia con la señorita Honey al ser adoptada. Mejor vivir con alguien que no es de tu sangre a tener que convivir entre cuatro paredes con gente que no conoce nada sobre ti y a la que no le interesas. Es un final triste cuando eres pequeño, porque te desprendes de tu familia, pero queda claro que es fundamental refugiarse en alguien que sí te quiere. ‘Matilda’ tiene un final muy educativo y necesario.

Un personaje único

‘Matilda’ es una película y un libro espléndido gracias a su personaje principal. Hay niños y niños en la literatura, pero ninguno como ella. Es inteligente, creativa, valiente, aventurera… Es completa. Y tiene una vida difícil desde pequeña, pero gracias a su capacidad de zanjar conflictos, consigue salirse con la suya. Tiene su final feliz, y es el encontrar familia en su profesora.

El personaje de Matilda demuestra que no es necesaria una trama de amor para que se disfrute. La familia es algo importante, y dado que puede ser tóxica, el visibilizarlo en ‘Matilda’ es necesario. Por eso conocer a esta niña es tan obligatorio. Su historia, aunque triste y desoladora, tiene una solución llena de alegría. Conocer la realidad a través de sus ojos es uno de los tesoros que más aprecio en mi vida. ‘Matilda’ es ya parte de mí.

Sergio Guillén

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