Este artículo incluye spoilers de los tres primeros capítulos de ‘The Eddy’. 

Hace tiempo, una persona de la que no guardo un recuerdo demasiado positivo me dijo que es muy complicado emocionar a alguien con una nota grave. Cuando un cantante alcanza un agudo imposible, a muchos se nos eriza la piel de manera automática, pero los graves suelen pasar más desapercibidos. Y creo que ocurre algo similar con las canciones alegres y las canciones tristes o melancólicas. Es relativamente sencillo emocionarse con una tema que habla de pérdida o de desamor, o simplemente que posee una melodía lenta, triste y oscura. Es fácil y es común que se nos salten las lágrimas. Pero con un tema alegre, la cosa cambia. 

Y, sin embargo, con ‘The Eddy’ he llorado a mares con una de las canciones más alegres que he escuchado nunca. Capítulo tres, pasado el minuto 27, Amira y los niños vuelven a casa después del funeral de Farid. O, mejor dicho, el funeral y el entierro para Farid. Pero sin Farid. Porque detrás de los lujos, las formalidades y los rituales, no estaba la sonrisa del músico entusiasta capaz de hacer cualquier cosa por su amor a la música. No estaban sus bromas, su espíritu de superación o su incansable energía. Tan solo un reflejo de lo que su tradicional familia habría deseado que fuera. 

Su otra familia, la de verdad, la musical e intercultural, sí preparó una despedida con Farid. Con su alma y su esencia. En su pequeña casa, para sorpresa de una Amira que ha resultado ser uno de los personajes más cautivadores de la serie de Netflix, músicos de todas las procedencias y escuelas tocando para él. Trompetas, saxofones, clarinetes, batería… Un festival de sonidos alegres y locos que habría encajado perfectamente en el carnaval más colorido y que aquí era en realidad un cortejo fúnebre. Un último acompañamiento, cargado de fortaleza y de un significado que va más allá de las palabras y, por supuesto, de los idiomas. 

La primera vez que vi la escena, me sorprendí a mí misma repleta de lágrimas. Ni siquiera considero que para ese momento hubiera conectado especialmente con los personajes, más allá de Elliot. Y, pese a ello, ahí estaba. Llorando mientras escuchaba una de las canciones más alegres que he escuchado. Tuve que parar el episodio y reflexionar, para encontrar un por qué. Pero lo tenía delante, en lo que estaba viendo y en lo que estaba escuchando. La escena de la despedida de Farid, la de verdad, es la representación de lo que significa la música y del poder que tiene. 

En ese momento, estaban los mejores amigos de Farid en su casa. Pero también una serie de músicos que no había visto hasta ese momento y que previsiblemente no volvería a ver. Músicos que en algún momento se habían cruzado con él, pero que no formaban parte de su día a día. Personas con sus rutinas y sus planes, que respondieron en pocos minutos a la llamada de la sensible Maja. Dejaron todo lo que estaban haciendo para ir a despedir a un hermano, para tocar y caminar junto a él por última vez. Y eso es lo que significa la música. Unión, pasión, hermandad, compromiso y fuerza. 

Creo que fue eso lo que me hizo llorar tanto. Observar los lazos que se habían creado por una pasión como es la música, así como la sensibilidad artística de la propia escena, por supuesto. En ‘The Eddy’ se habla de muchas cosas. De familia, de adicciones, de soledad, de miedos, de amor, de desamor, de compromiso, de adaptación. Y hay un thriller en torno al que gira gran parte de la serie, claro. Pero siento que, por encima de todas esas cosas, de lo que nos hablan es del poder de la música, de lo que puede hacer esa pasión por una persona y de las uniones que se generan a partir de ella. Nos habla de todo lo que se puede comunicar con un tema o con una improvisación, y de que la música abraza. No entiende de colores, de religiones, de estatus o de problemas personales. Solo de almas. Y por eso es capaz de tocarlas de la manera en la que lo hace.