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Will Spector y Los Fatus publican ‘La Llama’, su tercer álbum

La Llama
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Sincerémonos: qué preferimos, ¿un disco que nos proporcione guías para vivir, actuar, pensar y sentir mejor, y que, por tanto, nos haga entender lo mal que hacemos las cosas; o, por el contrario, uno que empatice con nuestra desastrosa existencia y nos ilumine en el hastío? Si eres de los segundos, La Llama, de Will Spector y Los Fatus, será tu nuevo álbum favorito.

En las antípodas del buenismo, de lo políticamente correcto y de la pseudo-filosofía del mindfullness, el tercer trabajo de la banda oscense-barcelonesa no pretende dar lecciones, sino acompañarte en la derrota. Celebrando el fracaso, aceptando la miseria existencial y abrazando la tragedia con alegría y ganas de bailar. Abanderan el orgullo del perdedor sin caer en la autocompasión. Al contrario, tirando de escapismo, optimismo cáustico, humor negro y una instrumentación exultante que aúna synth-rock, psicodelia de inspiración 60s, dark disco, garage, new wave entre otras muchas referencias estilísticas, entregan un compendio de grandes canciones para sentirte arriba en tus momentos más bajos.

La Llama paso a paso

En cualquier caso, no hay que confundir derrota con derrotismo. Lo primero constata un hecho del pasado y/o del presente, lo segundo es una actitud que denota rendición frente al futuro: la pérdida de toda esperanza. Y aunque las altas cotas de sarcasmo presentes en La Llama puedan confundirnos, Los Fatus no han dicho ni mucho menos sus últimas palabras.

Podría parecerlo por temas como ‘Fondo de la muerte’, su primer adelanto. Donde se abandonan a la resignación como una forma de suicidio cotidiano, pero con alegría, mucho fuzz y una propuesta de synth-rock y psicodelia cercana a Brian Jonestown Massacre o El Columpio Asesino. Pero también por ‘Sueño’, aquel segundo single en clave synthpop y dark disco. Con un ojo en la pista de baile, con el que nos invitan a un mundo de apenas existencia, a un limbo comatoso donde el tiempo y el pesar se detienen.

O por ‘Blackout’, canción que abre el disco, y que, en términos de un new wave y un post-punk que podría hermanar a Triángulo de Amor Bizarro con LCD Soundsystem. Nos habla de la alienación del homínido moderno. Incluso por ‘Eternidad’, ese baile de zombies entre el synth-pop y el dark-wave. Tema al que nos convidan para aceptar lo vacío, insustancial y absurdo de nuestra existencia.

Pero no. Leyendo entre líneas, sobre todo en la segunda mitad del álbum, encontramos las claves para entender que Los Fatus no hablan aquí tanto de rendición como de escapismo. 

Una línea escapista

La Llama podría ser la guía de la huida perfecta: de una relación ya agotada, de tentaciones e ilusiones infructuosas, de sueños que ya han caducado y, en general, de una realidad presente, pasada o futura que simplemente ya no nos interesa. Esto último puede resumirse en ‘Miénteme otra vez’, la que fue tercer single de adelanto, donde Los Fatus alaban las bondades del autoengaño como bálsamo para seguir adelante. Aquí, con la chulería de Happy Mondays, la espacialidad de Spiritualized y la electrónica orgánica de Caribou, se dan un chapuzón en un mar de shoegaze y de ritmos bailables para reconocer que, a veces, la ignorancia es una bendición.

En esa línea escapista, la traca final del álbum nos enseña a reconocer nuestros límites y a darle la espalda a todo lo que haya más allá. ‘Volcán’ es la canción garagera perfecta para dejarlo con tu pareja cuando se impone no el odio o el desamor, sino el aborrecimiento. Con un rollo Madchester entre el psych rock y el funk rock, ‘La Llama’, arremete contra los medios de manipulación masiva y el nuevo mesianismo buenista, tan intolerante como cualquier otro extremo. ‘Champagne’ es la aceptación definitiva de que nos hacemos mayores, de que todo pasó hace ya una década, e incluso hace dos. Y ‘Marchar’ es esa especie de balada de descompresión final que canta a los amores imposibles que pudieron ser y menos mal que no fueron, con trazas de The Raveonettes y Crocodiles, en una mezcla imposible de noise-pop, sonido urbano y 50s.

Un hueco para la esperanza

Los nuevos tiempos nos han atropellado a todos, pero nada hay más revolucionario que negarse a caer en el falso optimismo del “todo irá bien” o del “de esta saldremos mejores”. Así pues, Will Spector y Los Fatus, cual modernos Prometeos, empuñan La Llama para iluminar el páramo desolador sobre el que festejar hasta morir bailando.

Acompañando la publicación del álbum, Will Spector y los Fatus presentan Eternidad, el single que sirve de presentación de La Llama. Atmosferas nebulosas, un sonido cercano al dark-wave y un alegato por el mimetismo existencial componen este fresco que viene acompañado por una nueva pieza audiovisual de su realizador de cabecera, Miguel Velilla, rodada en la sala Upload de Barcelona. 

Hay un lugar en la eternidad donde todos bailan, y como te descuides te encuentras con Bob, el Agente Cooper o el Fantasma de la Ópera de resaca. Aprende los pasos, baila con ellos y déjate llevar a un guateque al otro lado.

Atzur, su primer single del esperado álbum de debut

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