¿Es posible enamorarse de un restaurante y de su carta sin pisarlo? Con ‘De la vida al plato’, la nueva serie de Amazon Prime Video, la respuesta es afirmativa. Y rotunda. La producción de Unicorn Content, que se estrena el próximo 24 de julio, nos cuela en ocho de los mejores restaurantes de nuestro país. Nos mete directamente en su cocina, pero también en su sala y en los entresijos que sólo conocen quienes los han creado o se han criado en ellos. Su historia, su significado, sus metas y sus por qués, resumidos en 8 capítulos de en torno a 50 minutos. Que saben y huelen a tradición, a vanguardia, a innovación y, sobre todo, a amor por la gastronomía.

Ese amor, que se respira en todos los episodios y en cada escena de los mismos, también viene representado por Juan Echanove. El actor es el hilo conductor entre los capítulos. Un cliente, casi más amigo que otra cosa, que llega a los restaurantes, que prueba sus platos insignia y que entrevista a los propios chefs. Ya sabíamos que a Echanove el tema gastronómico le viene como anillo al dedo, pero no por ello hay que dejar de señalar el gran acierto que supone incluirle en el formato. Sus preguntas, sus comentarios desenfadados y sus reacciones, que representan a más de un ‘foodie’, otorgan aire y frescura a la serie. Tirando de símiles culinarios, podríamos decir que es la guinda del pastel. Sin ella, el postre se queda cojo. Y sin él, ocurre lo mismo con ‘De la vida al plato’.

También se ha acertado en la elección de los restaurantes, entre los que encuentro un equilibrio básico. Hay vanguardia, pero también hay tradición. Y hay sorpresas, como puede ser la de encontrarse El corral de la morería ahí, descubriendo todo lo que hay detrás de uno de los lugares más míticos de Madrid. No era fácil lograr ese equilibrio entre propuestas gastronómicas, productos de diferentes zonas de nuestro país e influencias. Pero, y ya prometo dejar de lado las referencias culinarias, todos los ingredientes aparecen en su correcta proporción.

Lo que no se ve

Quizá sea un tópico ya demasiado explotado o una frase demasiado manida, pero lo cierto es que ‘De la vida al plato’ nos entrega la parte que nadie ve, en este caso de los restaurantes. Para empezar, sus orígenes, muchas veces más humildes de lo que podemos imaginar. Sin caer en el sentimentalismo o en explicaciones pesadas, la serie nos permite conocer la historia de los diferentes restaurantes y de sus chefs. El camino que han recorrido y las razones o las paradas que les han llevado al lugar en el que se encuentran en ese momento. Conociendo así la influencia de los diferentes episodios de sus vidas en su obra, en sus platos.

También nos cuela en partes del proceso en las que ni siquiera nos paramos a pensar. Con el boom del contenido gastronómico, estamos medianamente acostumbrados a observar la vida en los fogones de grandes restaurantes. Pero ¿qué pasa con el producto? En ‘De la vida al plato’ también nos hablan de él y de los proveedores, sobre todo en un episodio tan especial como el dedicado al Asador Etxebarri. O como ocurre en el caso de Casa Lera. La serie va un paso más allá, optando por una visión global de esos restaurantes, en la que no se escapa ni una fase, ni un detalle. Incluidos los laboratorios de I+D, básicos en restaurantes como El Celler de Can Roca.

Esta visión global de la que hablo se logra también a través de los testimonios de diferentes personas relacionadas con el restaurante. Jefes de sala, socios fundadores, sumilleres, clientes habituales, críticos gastronómicos y amigos de la casa. Todos entran en la serie de Amazon Prime Video, aportando ópticas distintas y dándole algo más de humanidad al ente protagonista, que es el restaurante.

Sin olvidar lo que importa

Con todos estos ingredientes, puede parecer que la carta, lo que generalmente más nos interesa de un restaurante, queda fuera. Pero, lejos de hacerlo, tiene un protagonismo constante. Que va creciendo conforme vamos adentrándonos en la historia y la realidad de cada restaurante. Y que culmina con la elección de los platos favoritos de los entrevistados, incluyendo el chef. Un recurso que permite conocer las recomendaciones de cada casa, tanto de entrantes, como de principales y de postres. Un repaso natural, que no cansa ni abruma, sino que abre el apetito.

En ‘De la vida al plato’ encuentro una producción equilibrada, que mira donde sabe que tiene que mirar y que no se deja nada en el tintero. En la que no sólo se respira amor por la gastronomía, sino también respeto por la misma, por el producto, por las técnicas y por la historia de cada uno de los restaurantes. Y en la que se rinde un bello homenaje a los chefs de hoy, pero también a los hosteleros de antaño, que abrieron y marcaron el camino para nuevas generaciones. Muchas veces sin saberlo o sin pretenderlo.

Me quedo con descubrimientos como Noor, quizá una de las propuestas más atrevidas de nuestro panorama gastronómico. Y, por supuesto, con la apertura de la serie. Ese paraíso que es El Celler de Can Roca, un lugar al que todo amante de la gastronomía debe peregrinar al menos una vez en la vida. Una casa en la que se conservan la humildad y la cercanía que los hermanos Roca mamaron de pequeños, pero en la que no faltan la ambición, el talento, la innovación y el gusto.