Más vueltas de tuerca en la segunda temporada de ‘Hierro’. Más complejidades para Candela Montes. (Spoilers a la vista).

Dácil desaparece y todo se complica para Montes que se ve envuelta en la disputa de una madre y un padre que han obviado el bienestar de sus hijas. Montes permanece impertérrita ante lo que está sucediendo delante de sus ojos, pero no deja que nada le afecte. En su mirada vemos que tiene opinión y deseos propios pero la justicia viene escrita y ha de ejecutarse. ¿Instinto o ley? Ley por encima de todo.

La sargento Cruz llega a El Hierro como apoyo pero también como hilo conductor para ver el desarrollo que Montes ha protagonizado. Como, en pocos meses, entiende y describe a sus conciudadanos. Relata lo que hay sin cuestionarse nada más. Como si a pesar de todo, de todas las complicaciones, hubiese comprendido esa forma de ser ‘herreño/a’. Por eso volvemos a ver su implicación tan personal en la desaparición de Dácil y por eso observamos como la sargento Cruz no tiene nada más que decir. Porque Candela Montes tiene un tono, una esencia, que dicta sentencia y sentido.

Dácil aparece y Montes se debate entre el amor de una madre y este instinto natural y la ley. Y hay algo, hasta en la forma corporal que muestra la jueza, que te indica que, aunque el sentimiento sea contradictorio hay una honestidad que debe prevalecer. Una honestidad confusa que Cruz no termina de encajar, pero por la cual se convierte en cómplice silenciosa de algo que cree pero que no ha visto. En esa vuelta de Dácil presenciamos el dolor cruel que se teje alrededor de esos hijos/as que están en medio de una batalla campal. Donde Ágata se rompe y la pequeña queda destruida. Porque los adultos dejan la madurez a un lado.

La contención de Candela Peña en gran parte de las escenas es una delicia. Lo degustas lentamente. Qué bien ha reconocido a Montes y que bien se ha fundido a ella. Que equilibrio más majestuoso que ha encontrado entre el grito emocional que te pide hacer lo que harías por empatía y lo marcado en leyes y en derecho.

Antonio Díaz está inundado de miedo

En esta nueva etapa lo noto más humano. Quizá por la responsabilidad que siente por su hija o porque comprende que la suerte no siempre va a estar de nuestro lado. Y sus miedos se ven mucho más. Los identificamos al momento e incluso nuestra empatía hacia él va tornándose en una nebulosa.Los problemas le siguen acechando y pretende solventarlos en soledad. Aunque en este inicio nos transmiten inseguridad en el proceso que está iniciando.

Más enemigos, más frialdad

En el segundo capítulo ya tenemos muchos más datos de nuestro nuevo enemigo. Y vemos a Montes enfrentándose a él. Con una frialdad pasmosa. Y mucha más seguridad. La mirada fija y perpetua. Sin pestañear. Plantándose ante quien sabe culpable y al mismo tiempo peligroso.

Aquí puedes ver nuestra entrevista junto a Candela Peña.