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‘El bueno, el feo y el malo’, el western de los westerns

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De entrada, dejemos el rechazo al western a un lado. No nos hace más modernos, ni mejores espectadores. De hecho, el cine no sería el que es si no se hubiera explorado ese género, y todo lo que conlleva, hasta la saciedad. Por algo, a pesar de la sorpresa que causa en muchos, ‘El bueno, el feo y el malo’ sigue siendo considerada como una de las mejores películas de la historia. Y, sobre todo, una de las imprescindibles. A nivel profesional y también a nivel de espectador. La de Sergio Leone, la tercera cinta de su particular trilogía del dólar -no argumental-, es uno de esos títulos que todos deberíamos visitar al menos una vez en la vida. Un western que recoge todos los rasgos del género, que resume su esencia y que funciona a todos los niveles.

La historia o, mejor dicho, las historias de Rubio, Tuco y Sentencia, el bueno, el feo y el malo, nos sirven para toparnos con episodios típicos de este género. Para explorarlos y disfrutarlos. En una especie de camino que nos lleva hasta ese duelo a tres, ese triello en el que los tres protagonistas se enfrentan de manera definitiva. Una escena que, ya por sí sola, merece todo el visionado. Y un cierre al que nos va conduciendo toda la acción, generando paulatinamente un aumento de la tensión bien conseguido y equilibrado.

Dicho así, puede parecer sencillo. Pero, después de revisionarla, creo que lo que hizo Sergio Leone en ‘El bueno, el feo y el malo’ es todo lo contrario. La composición de episodios aparentemente aislados, en los que también se visitan diferentes temas y casi géneros, podría haber resultado en debacle. Como también podría haber ocurrido con la introducción del humor, casi exagerado, a través del personaje de Tuco. O el refugio en tópicos que ya eran conocidos en la época. Pero el director supo incluir cada elemento en su justa medida, entregándonos el western de westerns y una experiencia entretenida y emocionante que sigue siendo efectiva medio siglo después.

3 horas más, por favor


El bueno, el feo y el malo

El mundo de las series me ha malacostumbrado. Y ahora, cada vez que me encuentro con una duración algo larga, la pereza se apodera de mí. Cuando vi ‘El bueno, el feo y el malo’ por primera vez, en la televisión y en familia, no fui consciente de su duración. Supongo que, por eso, al comenzar el revisionado la pereza llamó a mi puerta. ¿Tres horas de película? ¿Tres horas de western? Recordaba que, en su día, había disfrutado de la cinta sin mayor preocupación. Pero tenía miedo de que la comodidad a la que estoy acostumbrada supusiera un obstáculo para volver a disfrutarla. Y menos mal que no hice demasiado caso a mis temores.

A priori, y para muchos también a posteriori, las tres horas de duración de la película de Sergio Leone son demasiadas. Es cierto que todo el conflicto, esa búsqueda del tesoro a tres bandas, podría haberse resuelto en la mitad de tiempo. Y que muchos de esos episodios de los que hablaba nos los podrían haber ahorrado. Pero este es un pensamiento que difícilmente cruza la mente del espectador durante el visionado. Porque se trata de un visionado ‘disfrutón’, en el que no sobra nada y tampoco hace falta nada. De esos que pueden ir perfectamente acompañados de palomitas y golosinas, entre carcajadas y momentos de tensión.

Como espectador, gusta conocer de cerca a esos tres personajes, típicos pero igualmente eficaces. Gusta verles en acción, verles caer y levantar y verles tejer su estratagema. Se disfruta de esos pequeños duelos y de esas escenas que no son más que rescates de la esencia del western. Pequeñas historias dentro de algo mucho más grande, ese hilo conductor que nos mantiene siempre alerta, pero dejándonos gozar de las pequeñas píldoras de acción, melodrama o guerra.

Érase una película a una banda sonora pegada


El bueno, el feo y el malo

Creo, y no he necesitado mucha reflexión para ello, que ‘El bueno, el feo y el malo’ es el título perfecto para que cualquiera se reconcilie con el western. Por la representación que hace del género y por la combinación de humor, con acción y con ese ambiente típico que ya ha caído en el olvido. Incluso con títulos más recientes y cuanto menos notables, como ‘Sin perdón’, yo recomendaría la cinta de Sergio Leone para acercarse al género. Y, sobre todo, para aprender a disfrutarlo.

Puede que la culpa de ello la tenga su brillante banda sonora, obra de Ennio Morricone. Probablemente, una de las bandas sonoras más reconocibles de la historia del cine. Sin la que sería imposible entender la película o sin la que, mejor dicho, la película no nos habría llegado de la misma manera. Ahí el montaje también tiene mucho que decir, sobre todo en esa escena final en la que todo está perfectamente medido y encajado. Una obra de arte por sí misma, que debería ser estudiada eternamente en las escuelas de cine. A nivel técnico y a nivel narrativo. Y en la que la música de Morricone es tan básica como las miradas de Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef y el magnífico entorno burgalés en el que se desarrolla la acción.



Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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