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‘El Ministerio del Tiempo’ viaja a… París y Madrid en 1937

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El arte es uno de los principales legados que poseemos. A nivel de nación, a nivel cultural y a nivel simbólico. España no sería la misma si no hubiera visto nacer y crecer a artistas de la talla de Velázquez o de Goya y si no poseyera algunas de las pinacotecas más prestigiosas del mundo. Sobre esto nos va a hablar el cuarto capítulo de la cuarta temporada de ‘El Ministerio del Tiempo’, en el que viajaremos a un mismo año, pero a dos ciudades diferentes. 1937. Madrid y París. España y Francia. Para ese momento, vecinas pero muy distantes en cuanto a realidades. 

Los agentes del Ministerio tienen como misión, en esta ocasión, salvar nuestro legado. Concretamente, salvar dos de las obras de arte más importantes de nuestra historia: ‘Las meninas’ de Velázquez y el ‘Guernica’ de Picasso. Sin entender muy bien cómo ni por qué, el primer cuadro desaparece de la noche a la mañana y rápidamente se ubica su desaparición en 1937. En ese mismo momento, Pablo Picasso tendría que estar terminando su obra cumbre, acerca de uno de los bombardeos más sanguinarios de la Guerra Civil Española, pero ni siquiera la ha empezado. Algo o alguien está saboteando el arte español. Y Pacino, Irene, Lola y compañía tienen que evitarlo. 

Los agentes se dividen en dos patrullas. Por un lado, Pacino e Irene, acompañados de un Velázquez directamente afectado por el suceso, viajan a París. Allí, el objetivo es comprender qué ha ocurrido con Pablo Picasso y su ‘Guernica’. Pero, en su misión, también se toparán con otras grandes figuras de nuestra historia, como Clara Campoamor. Por otro lado, Julián y Lola se quedan en un Madrid bélico y muy diferente al que pisamos a día de hoy, para tratar de encontrar ‘Las meninas’. 

Madrid en 1937 y el arte

El Ministerio del Tiempo
Foto: RTVE / David Herranz

En el año 1937, las tropas nacionalistas seguían avanzando y conquistando poco a poco su objetivo. Pero Madrid continuaba resistiendo. Para ese momento, la capital era el principal objetivo de Franco. Si la tomaba, estaba prácticamente todo hecho. Pero la ciudad aguantó estoicamente y fue escenario, especialmente sus afueras, de algunas de las batallas más cruentas de la guerra. 

Fueron momentos muy duros para los madrileños. Aunque la ciudad resistía, gracias al espíritu de sus propios habitantes, la estrategia de Franco fue aislándola y presionándola. Leer relatos de la época es como estar dentro de una olla a presión que puede estallar en cualquier momento. Como en toda guerra, la inestabilidad y la pobreza se fueron haciendo protagonistas de las calles de la capital, de las que muchos huían en busca de una tranquilidad y una estabilidad que esperaban encontrar en los pueblos. 

Algo que también suele ser común a todas las guerras es el afán por la destrucción. No tenemos que irnos hasta 1937 para encontrar un ejemplo. Tenemos un caso más reciente en Siria, donde las ruinas de Palmira fueron arrasadas por el DAESH. Un símbolo de su cultura y de la historia de la civilización destruido como demostración de poder. Es un acto que, si echamos la vista atrás, se repite constantemente en casi la totalidad de los enfrentamientos armados protagonizados por el hombre. En la Guerra Civil Española también.

Durante los años en los que tuvo lugar este enfrentamiento se produjo una corriente de mercadeo negro de obras de arte. Pese a los intentos del gobierno republicano y de la resistencia de evitarlo, la inestabilidad posibilitó el robo de numerosas obras de arte. En total clandestinidad, los traficantes de historias pintadas transportaban las obras hasta París, y ahí comenzaba el verdadero viaje. Así, se perdieron todo tipo de obras y así, sospecho, es como desaparecerán ‘Las meninas’ en este cuarto capítulo de ‘El Ministerio del Tiempo’. Por suerte, el Museo del Prado, entre otras pinacotecas y otros museos, en realidad sí logró proteger sus bienes. Y ahora podemos disfrutarlos todos siempre que lo deseemos. 

París en 1937

El Ministerio el Tiempo
Foto: RTVE / David Herranz

Aunque en 1937 Paris era una ciudad alejada de la guerra y, de hecho, refugio para muchos que huían de ella, Europa se estaba polarizando. Para ese momento, ya se calentaban motores de cara al conflicto que se viviría en el continente unos años más tarde. Un conflicto en el que, curiosamente, París terminaría cayendo en manos de los nazis.

Pero eso no es ahora lo que nos compete. París, en 1937, era el hogar de numerosos artistas de diferentes procedencias. Habían sido atraídos por su multiculturalidad, por su aire bohemio y por los otros muchos artistas que siguieron ese camino antes. Además, la capital francesa también era sede de una nueva Exposición Internacional, en la que España contaba con un pabellón propio repleto de obras de artistas de renombre. 

En esa época, Pablo Picasso era uno de los artistas que se trasladaron a París y también uno de los que expusieron en la Expo. De hecho, su ‘Guernica‘, pintado justo después de que se produjera el bombardeo, fue un encargo de la República para la Expo de París. El objetivo no era otro que atraer a la gente a la causa republicana, pero su impacto se sigue sintiendo a día de hoy. Allí fue expuesto, antes de viajar a Nueva York huyendo de la represión y la censura de la dictadura franquista. Ahora, podemos sobrecogernos delante de la obra en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid.  

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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