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Jesús Gutiérrez (‘Vergüenza’), adictivamente avergonzante

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En la tercera temporada de ‘Vergüenza’, el personaje de María nos da la clave: es imposible no observar a Jesús Gutiérrez. Incluso cuando lo que sentimos está más cerca de la pena y de la preocupación, dejar de mirarle se nos antoja un reto durísimo al que, honestamente, no nos queremos enfrentar. Hay algo en él, en sus comportamientos siempre fuera de lugar y en su manera de afrontar los problemas cotidianos que la mayoría llevamos con naturalidad, que le hace magnético. Hasta en los momentos en los que tenemos que taparnos los ojos, movidos por el pudor que nos provoca ver a una persona rozando y sobrepasando todo tipo de límites, tenemos que separar los dedos para continuar mirando en contra de nuestros sentimientos y nuestras reacciones. 

De la misma manera que lo nuestro es algo orgánico, que escapa a toda explicación y que responde, en parte, al morbo que tantas veces nos mueve, lo de Jesús también es algo natural, que no puede evitar. A lo largo de las tres temporadas que componen ‘Vergüenza’, le hemos visto intentar cambiar en numerosas ocasiones, llegando a conseguirlo por momentos. Pero este fotógrafo de bodas con aires de artista contemporáneo no puede ser ‘normal’, en parte porque se avergüenza de cómo es y de cómo actúa. Una vergüenza que le lleva a meter la pata en demasiadas ocasiones y, lo que es peor, a tratar de arreglar estos resbalones con justificaciones que ni siquiera él ve creíbles. No tenemos que viajar demasiado lejos para encontrar un ejemplo clarísimo de esto: en la tercera entrega de la serie, estrenada el pasado 14 de febrero, vivimos una bochornosa escena en la que Jesús es cazado haciendo de vientre en el campo y, en plena acción, asegura que está buscando setas. 

Este tipo de excusas y de situaciones estrambóticas son una constante en su día a día y son, precisamente, la principal fuente de inseguridad que le lleva a seguir tropezándose con la misma piedra. No tiene mal fondo y, de hecho, en las dos primeras entregas puede llegar a resultar entrañable, pero lo cierto es que nadie querría tener a una persona como Jesús al lado. Por la vergüenza que siente y por la vergüenza que genera en los demás. Y, curiosamente, todos queremos seguir ahí, mirando y regocijándonos, pero con una distancia de seguridad que permita que no nos salpiquen sus muchas desgracias. 

Una gran contradicción y muchos complejos

'Vergüenza'

Podríamos definir a Jesús con estas palabras. Una vez dejamos a un lado el humor y las carcajadas que inevitablemente provoca en nosotros, nos encontramos con una persona que arrastra una tremenda serie de complejos. Empezando por esa sensación de vergüenza que los reúne todos y que es el reflejo de los mismos, y continuando con la inferioridad que le aplaca cuando se enfrenta a personas como su suegro o incluso su mujer, Nuria. Pese a que por fuera sea fanfarrón y arrogante hasta decir basta, toda esa fachada -muy mal construida, por cierto- no es más que el traje detrás del que esconde sus muchos miedos y un enorme sentimiento de inferioridad que hace que nunca sepa cómo comportarse, porque ya parte de la seguridad de que haga lo que haga no será suficiente ni bueno. 

Ahí está la gran contradicción que tan bien resume a Jesús: no deja de presumir y de mostrarse ridículamente superior al resto porque siente que está muchos escalones por debajo de los demás. Una sensación que llega al espectador con más potencia por la estatura de Javier Gutiérrez, actor que interpreta a este personaje y que siempre tiene que mirar desde abajo al resto de compañeros de reparto. De hecho, conforme su sensación de inferioridad con respecto a una persona es mayor, más alta es esta persona. El ejemplo más claro lo encontramos en su suegro, al que da vida Miguel Rellán, pero no es el único. En la segunda temporada, cuando Yusuf entra al colegio y el matrimonio comienza a entablar amistad con los padres de sus compañeros de clase, ocurre lo mismo con el personaje de Jaime Zatarín, padre idílico, al contrario de lo que sucede con Pol López, que interpreta a un padre desastre. Un juego que se repite también en su relación con el personaje de Vito Sanz, al que considera inferior y que tiene una altura no demasiado superior a él, en contraposición de lo que ocurre con su vecino, interpretado por el altísimo Francisco Reyes. 

Con este juego, los directores de la serie escenifican el interior acomplejado de Jesús y lo comparten con nosotros sin necesidad de utilizar las palabras. Somos nosotros mismos los que, capítulo tras capítulo, conocemos las muchas debilidades y los muchos fantasmas del fanfarrón que se las da de artista, padre del año, marido idílico y especialista en todas las materias habidas y por haber, y que en realidad no se valora ni lo más mínimo. Un bucle que hace que se sitúe siempre en el centro de todo y una contradicción que surge de los complejos que probablemente hayan fomentado sus figuras paternales, quienes originalmente le provocaban la vergüenza que ahora se provoca a sí mismo y provoca al resto. 

Es precisamente esta contradicción la que nos muestra la enorme complejidad que se esconde detrás de un personaje que, aparentemente, puede resultar tan simple y transparente. 

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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