Con la llegada de Disney + y el inevitable y obligatorio escrutinio a su catálogo cuando accedes a la plataforma por primera vez, me ha sorprendido encontrarme muchas películas que no son lo primero que te viene a la cabeza cuando piensas en Disney pero que han marcado a toda una generación de padres y niños que las recuerdan con un cariño infinito. ‘El Emperador y sus Locuras’, ‘Atlantis’, ‘El Planeta del Tesoro’… son otros clásicos, otros clásicos de los que no nos acordamos en un primer momento pero que han marcado nuestra infancia, y si hay una película de esas que merece la pena revisitar es ‘Lilo y Stitch’.

‘Lilo y Stitch’ cuenta la historia de una niña hawaiana que se topa con un experimento ilegal extraterrestre que ha ido a parar a la Tierra tras escaparse cuando lo llevaban al exilio en un asteroide desierto. Sin embargo, esta película es mucho más que una simpática aventura animada al ritmo de Elvis, es una historia sobre lo diferente, los incomprendidos y sobre la familia.

Aunque todas las películas de animación cuentan con ciertos elementos para educar en valores a los niños a la vez que les entretienen, esta historia tiene algo más que la hace diferente, algo que la hace única: no hay amor romántico ni tramas cliché de ese tipo que aparten la atención de la relación que verdaderamente importa.

Si bien lo del drama familiar sí que es muy cliché, la relación de Lilo con su hermana es fresca, divertida y realista, siendo triste y emotiva cuando tiene que serlo, pero sin perder de vista una óptica esperanzadora y optimista. De esta forma la atención está puesta todo el rato en la voluntad de Lilo por comprender a Stitch, por ayudarle, y la de Stitch por protegerla y comprender que quizás no está tan solo como piensa.

Lilo es una niña incomprendida, inquieta, especial, y, a los ojos de los demás, una niña rara que lleva sándwiches a los peces, hace fotos a gente en la playa y escucha demasiado a El Rey. Lilo es una niña que no encaja, una niña diferente, y aunque el ser diferente sea la marca de identidad de la mayoría de protagonistas de historias de animación, Lilo lo es de una forma especial porque encuentra a Stitch.

Stitch es un monstruo, una criatura sin origen, un ser que no debería existir, y su llegada a la Tierra solo hace que sea consciente de ello. El conocer el concepto de familia le hace darse cuenta de que no tiene una, el conocer la bondad le hace ser consciente de que es malo y el verse obligado a hacer frente a todo esto le hace replantearse qué es y cuál es su verdadera naturaleza.

Cuando Lilo encuentra a Stitch no se convierte de repente en alguien popular, con novio y con un montón de amigos como puede pasar en otras películas similares, sino que encuentra a alguien tan diferente como ella que no la aparta por sus rarezas, sino que la quiere por ellas. Y Stitch no solo encuentra a alguien que le hace replantearse todo lo que sabe sobre sí mismo y lo que ha sido construido para ser, sino a alguien que no le juzga como hacen los demás.

Esta película que habla esencialmente de los niños que éramos diferentes y de que en algún momento siempre se encuentra a alguien tan diferente como tú o que ve tu diferencia como algo especial merece la pena ser revisitada desde una perspectiva más adulta. Parece mentira que hayan pasado 18 años de su estreno y sin embargo, ahora más que nunca, quizás necesitemos que nos recuerden que la familia, la de sangre y la que nos encontramos y nos entiende de verdad, está junta siempre.