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Litus o cómo construir (perfectamente) un personaje al que nunca llegamos a ver

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Las mentes lectoras están acostumbradas a imaginar rostros y aspectos para los protagonistas de sus libros, a los que nunca tienen la oportunidad de mirar de frente. Sin embargo, en el cine no estamos tan acostumbrados a dedicar parte de nuestro cerebro a esta tarea. La gran pantalla nos lo pone fácil, entregándonos siempre a los personajes unidos a un rostro, dando ese paso por nosotros y guiando nuestra imaginación hacia otra dirección. O casi siempre. 

A veces, -las menos, todo hay que decirlo-, nos encontramos con películas que deciden apostar por algo diferente y sorprender así a un espectador que llega a la sala creyendo que va a ver una cosa y se encuentra con otra muy distinta. Algo así ocurre con ‘Litus’. La última película de Dani de la Orden es un buen ejemplo de esto, una cinta en la que todo gira en torno a un personaje que nunca llegamos a ver, pero al que terminamos conociendo mucho mejor que al resto. Litus, el auténtico protagonista del film, se suicidó siendo joven, en plena treintena, y sin ninguna explicación, dejando atrás un grupo de amigos que ahora se reúne para despedirse de él. Esa es la trama de la película, una comida de despedida en la que los amigos de este misterioso joven le recuerdan a través de anécdotas, reproches y recuerdos. 

De esta manera, hacemos el camino contrario al que se considera natural. Conocemos a Litus cuando ya ha muerto y vamos haciendo un recorrido inverso hasta llegar a las causas de ese suicidio, hasta alcanzar el origen de todo. Quitando una a una sus capas, Dani de la Orden y Marta Buchaca hacen una deconstrucción perfecta del personaje, permitiendo que terminemos la película con la certeza de haberle conocido sin la necesidad de ver nada. Porque, aunque la curiosidad siempre pica, no necesitamos ponerle rostro a Litus, porque le hemos puesto todo lo demás, lo que de verdad importa. 

'Litus'

Amante de la vida

He reflexionado mucho después de ver ‘Litus’, prácticamente no he dejado de hacerlo desde que saliera de la sala de cine hace semanas. Y he llegado a la conclusión de que, por encima de todo, su protagonista era un amante de la vida. Tremenda paradoja definir así a una persona que ha decidido quitársela, sin dar prácticamente ninguna muestra de estar recorriendo el angustioso camino que normalmente conduce a ese final llamado suicidio. Pero así es. A través de los recuerdos de sus amigos y prestando atención a los detalles, se ve claramente que a Litus le gustaba vivir y hacerlo a fondo. 

Se presenta ante nosotros como un joven que ha decidido suicidarse, sí, pero más tarde vamos viendo que era un amante de la música y de la aventura, que siempre tenía planes y que disfrutaba junto a los suyos de los pequeños placeres. Un joven con imaginación, con inquietud y con numerosas aficiones, a las que dedicaba gran parte de su tiempo. Como en el caso de la ya mencionada música, que terminó siendo su profesión. O también como en el caso de los videojuegos, llegando a ser invencible en alguno de ellos. 

Más allá de esa paradoja que es el propio Litus en sí mismo, quizá lo que más me inquieta de esta característica suya, por llamarla de alguna manera, es que es un rasgo fácilmente reconocible en muchos de nosotros, los jóvenes. Cuando sus amigos hablaban de él, en ocasiones me encontraba frente a mí misma o frente a personas de mi entorno, siendo consciente ahora de que Dani de la Orden y Marta Buchaca han hecho un perfecto retrato de la juventud del momento a través de este personaje invisible, pero tan bien construido. 

'Litus'

¿Egoísta o generoso?

El suicidio de Litus es el punto de partida de todo, pero el auténtico eje de la película es el propio personaje, a través del que se nos plantea una pregunta que siempre surge cuando una persona decide quitarse la vida. ¿Es Litus egoísta o generoso? En todo momento, queda claro el enorme daño que causa un suicidio en las personas del entorno de quien lo comete. Por la sorpresa, por la culpabilidad, por la imposibilidad de reacción, porque es definitivo. Y por eso también queda claro que, en cierta parte, el egoísmo forma parte de la decisión en sí. Pero en la vida no hay blancos y negros, y eso es algo que también retratan a la perfección los guionistas. 

Desde el comienzo, a través del enfado de los amigos de Litus, vamos conociendo esas consecuencias, ese poso que deja un suicidio en su entorno. Y pensamos en su egoísmo al no despedirse de nadie, al no dar una explicación que, de alguna manera, calme el torrente de preguntas que inunda la mente del ser querido. Pensamos en lo egoísta que puede resultar causar ese dolor en tantas personas e invitarlas a pensar que fue su culpa, que podían haber hecho algo para evitarlo y que ni siquiera supieron ver lo que estaba delante de sus ojos. Pero más allá de esto, que es quizá lo primero que se presenta ante nosotros cuando hablamos de suicidio, hay toda una realidad que muchas veces se oculta. 

Litus era egoísta, sí, pero no por quitarse la vida. Era egoísta en sus relaciones y en su día a día, como lo somos todos. Pero también era tan generoso que nunca, ni cuando era niño ni cuando la madurez llegó a él, quiso compartir su infierno con nadie más. Ese infierno llamado depresión, que atrapa a las personas y las destroza desde dentro, muchas veces en silencio y siendo tan invisibles como lo es el propio Litus en esta película. Tal y como relata en la única nota que dejó, a su hermano, en su vida siempre existió una especie de agujero negro, imposible de llenar y que cada vez se fue haciendo más grande, hasta amenazar con devorarle por completo. 

Solo quien lo alberga en su interior conoce bien ese vacío del que habla Litus en su carta, un vacío que siempre guardó para sí mismo, llorando a escondidas cuando era un niño y sufriendo siempre en silencio y en soledad. Probablemente esta decisión, tomada cuando apenas levantaba un palmo del suelo, fue su mayor error y su condena, porque la ayuda nunca sobra, pero también fue su mayor acto de generosidad. Pese a que su marcha causó un dolor irreparable en quienes le querían, estos vivieron una vida plena y feliz a su lado, sin conocer ni compartir ese infierno que le atormentaba y que también podría haberles atormentado a ellos. Una paradoja más en la cinta de Dani de la Orden. 

'Litus'

Una persona

En esta reunión de amigos, se nos habla de Litus de muchas maneras, permitiéndonos que seamos nosotros mismos los que construyamos una imagen -no sólo física- del personaje en nuestra mente. Egoísta, generoso, divertido, creativo, aventurero, buen amigo, mal amigo… Y repasándolas es cuando comprendo que lo que realmente hicieron Dani de la Orden y Marta Buchaca, además de hablar con valentía y sin buscar el morbo de la realidad del suicidio, fue presentarnos a una persona. Tan sencillo y tan complejo como eso. 

Los seres humanos no somos simpáticos o antipáticos, egoístas o generosos, buenos amigos o malos amigos; lo somos todo. Dependiendo del momento, de la etapa que estemos viviendo, de la situación y de un millón de factores más, en los que muchas veces no podemos intervenir, mostramos una cara u otra, nos comportamos de una manera o de otra. Somos seres imperfectos, cambiantes, dependemos mucho de nuestro estado de ánimo y cometemos errores. Igual que Litus. 

Porque detrás de esa mística que se crea al no mostrarnos al personaje como tal, detrás del misterio que le acompaña de principio a fin, hay un espejo en el que cualquiera podría mirarse. Lejos de ser un personaje con el que pocos pueden identificarse, cargado de exageraciones y extravagancias, Litus es una persona como yo, como tú y como cualquiera. Con sus contradicciones, con sus defectos y con sus virtudes, y también con sus fantasmas. Un retrato magnífico del ser humano, y también un retrato respetuoso y realista de alguien que sufre depresión. Un 2×1 perfecto en una de las películas más sorprendentes y necesarias del año.

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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