Alejandra Leyva (Verónica Sánchez) es una arquitecta de renombre que lleva una buena vida en Valencia. Casada con Óscar León (Álvaro Morte), es inteligente, creativa, responsable y muy trabajadora. Transmite elegancia, educación y saber estar, pasión por su profesión, amor por quienes quiere, y confianza en su rutina. Pero esto es solo la superficie.
Cuando se nos presenta la primera oportunidad de nadar entre su carácter y sus emociones, descubrimos que detrás del trabajo de Alejandra se esconde una personalidad obsesiva, que no descansa hasta obtener el resultado que busca o las respuestas que necesita. Alejandra tiene una determinación de hierro, y la fuerza para llegar hasta el final de aquello que la obsesiona sin importar si esto le produce miedo, nervios, frustración o dolor. Si atendemos solo a las conclusiones finales, parecería que Alejandra es fría, extremadamente racional, casi calculadora, pero en esa personalidad obsesiva que no descansa siempre hay cabida para las emociones. No hay ausencia de sentimientos en sus decisiones, a pesar de que no siempre sean éstos los que le motivan, lo que sucede es que su carácter fuerte le permite abrazar lo que va llegando a ella sin que eso le haga detenerse. Alejandra es valiente, decidida y luchadora. Y aunque metódica y ordenada, es también muy pasional.
No se presta tanta atención a otras cualidades de su personalidad porque la obsesión que persigue parece acapararlo todo en los primeros compases de ‘El Embarcadero’, pero si la chispa se enciende y la observamos durante unos instantes como la mujer destrozada que es en esos primeros compases, ya nunca veremos en ella solo una obsesión. Aunque afronte la pérdida de esta manera, no deja de haber perdido a quien ama. Y llora por él, sufre por él. Porque Alejandra ha amado, ha amado mucho y bien.
Y también ha sido amada. Una de las preguntas que se habrán hecho los espectadores a raíz de todo lo sucedido seguramente sea pero cómo no se pudo dar cuenta. Alejandra no se dio cuenta de que Óscar tenía una segunda vida porque, en primer lugar, es buena, inocente y confiada. Porque es una mujer independiente que no asfixia a quien tiene junto a ella. Y porque sabía como ahora sabemos todos que Óscar estaba enamorado de ella, aunque pueda reprochársele su forma de amar.
Al margen de Óscar, al margen del daño, al margen del amor y su matrimonio, Alejandra es muchas otras cosas. No se habla tanto de lo bueno que hay en ella, pero cuando puede alejarse del dolor y la traición comprendemos que Alejandra es, además, ingeniosa y divertida. Su carácter es un carácter alegre, bondadoso y sociable, siempre lo ha sido. No solo cuando esta junto a Verónica (Irene Arcos), no solo cuando se abre y se presta a vivir (a medias) la vida que esta propone; Alejandra siempre ha sido todo esto. Lo único que quizá marque la diferencia es que parece poder serlo sin ningún tipo de presión cuando se transforma en la Martina más despreocupada, y deja atrás todas las cargas que arrastra por haber tenido que estar siempre a la altura de esa vida con la que comenzaba estas líneas. Da la sensación de que siempre ha tenido que estar a una gran altura; más que sus propios edificios.
¿Ha estado Alejandra aprisionada? ¿Ha estado acomodada? ¿Somos quienes somos cuando estamos relajados o somos quienes somos cuando estamos en movimiento? Creo que en su caso es un poco de todo. Creo que con Alejandra Leyva podemos comprender que hay muchas formas de vida, y que buscar la paz mental es fundamental pero hay quien necesita el movimiento y el ajetreo de la ciudad. Creo que no ha estado aprisionada, ni acomodada; tal vez presionada, tal vez estresada, pero siempre siendo ella misma. Siempre la misma, además. En todo momento, con cualquier persona. Puede que sea el personaje más honesto, flexible y sencillo de todos, a pesar de las primeras sensaciones, a pesar de los prejuicios que pueda generar. Alejandra es fácil, por eso hace fácil la vida de los demás. Y si os fijáis bien, lo sentiréis en cada escena.
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