La inocencia
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'La inocencia'

Lo Mejor
  • Rompiendo moldes y estereotipos
  • Historia íntima y universal
  • Carmen Arrufat
  • La luminosidad de la película y la naturalidad de todo el reparto
Lo Peor
  • Me quedo con ganas de saber más de la evolución de algunos personajes

Todos hemos sido adolescentes y, de una manera o de otra, hemos sentido esa sed de libertad que comienza a crecer en nuestro interior. Hemos tenido ganas de crecer de repente y algunos también de vivir en un verano eterno. Probablemente muchos hayamos hecho alguna locura que veíamos descabellada y valiente con 15 años y que ahora, también probablemente, haya quedado en un chiquillada convertida en gran recuerdo. Hemos compartido secretos con amigas y amigos, nos hemos distanciado de personas que creíamos imprescindibles, hemos discutido con nuestras familias y quizá también nos hayamos enamorado. Es una etapa muy intensa y que cada persona vive de una forma diferente, por lo que hay en nuestro interior y también por el entorno que nos rodea. Pero es una etapa en la que, generalmente, siguen quedando pinceladas de esa inocencia infantil que luego tanto echamos de menos. De esto es de lo que nos habla Lucía Alemany en su ópera prima. 

‘La inocencia’ se estrena este viernes 10 de enero después de un magnífico viaje que comenzó en la intimidad de la directora y que tiene una de sus próximas paradas en los Premios Goya, donde ha cosechado dos nominaciones (Mejor Actriz Revelación y Mejor Canción Original). La historia de Lis, una adolescente que vive dentro de una familia poco comprensiva y algo represora y que sueña con ser artista de circo, nació como algo chiquitito, como algo íntimo, y poco a poco se está haciendo más grande. Falta la acogida del público, pero me sorprendería enormemente que no fuera positiva. 

Me sorprendería porque la de Lis es una historia íntima y personal, por supuesto, con unas circunstancias concretas y unos problemas concretos, pero también es una historia universal. Nos habla del crecimiento del ser humano, no siempre relacionado con la edad. Nos habla de familia, de respeto y de libertad, de amor en muchas formas -también propio- y de esa pérdida de la inocencia que todos hemos vivido en algún momento. La historia de ‘La inocencia’ es dura y puede que muchos no hayan tenido que vivir nunca algo parecido, pero eso no impedirá que conecten con lo que hay en la pantalla. Ahora, escribiendo estas líneas, me doy cuenta de que esta cercanía a los espectadores, la universalidad de una historia tan personal, es el gran punto fuerte de la película. 

El cine que importa

Al cine siempre se le presupone un valor social, un objetivo casi educativo. Está concebido como un elemento de entretenimiento, pero unida a él siempre ha existido la intención de contar historias que importan, que tocan y que invitan a la reflexión. Ahí es donde entra la ópera prima de Lucía Alemany. En un momento en el que estamos viendo cómo surgen directores y directoras jóvenes que buscan esa voz de los adolescentes para contar sus propias historias, que no las encajan en estereotipos vacíos, sino que les dan la complejidad que en realidad tienen, la cineasta ha dado en el clavo. 

Viajando en parte a su interior y en parte al interior de otras muchas personas, ha logrado construir una historia íntima en la que no se dulcifica la realidad, pero que tampoco cae en el drama o en la tragedia. Una historia ‘real’ y universal, en la que todos nos vemos reflejados, de una forma o de otra, y en la que todos entendemos lo que ocurre en el interior de la protagonista. Una conexión que no sólo nos permite entrar rápidamente en la película, sino que también instala en nosotros una serie de reflexiones que hacen que ‘La inocencia’ se vaya con nosotros cuando abandonamos la sala de cine. 

Esta es una película sencilla en el buen sentido de la palabra, fácil de ver, precisamente por esa cercanía, y muy luminosa. No busca la lágrima, busca que escarbemos en nuestro interior y que miremos a nuestro alrededor, que escuchemos a los adolescentes en plena transformación, que no les simplifiquemos, que sigamos creciendo a su lado, que comprendamos y no juzguemos. Como hace el propio largometraje, en el que nunca se juzga el comportamiento o la actitud de ningún personaje, ni de Lis, ni de sus padres, ni siquiera de su novio. En ‘La inocencia’ se rompen moldes y se introducen conceptos como el de la ‘no culpa’ que durante el visionado sorprenden, pero que invitan a una reflexión que entronca directamente con esa función social y educativa del cine y con el propio cine que importa. 

Bienvenida, Carmen

La inocencia

Con ‘La inocencia’ también ha llegado un descubrimiento de esos que apuntan maneras desde el comienzo, de esos a los que acompaña la sospecha de que estamos ante algo que no va a pasar desapercibido, que no se va a olvidar. Sin Carmen Arrufat la película no habría funcionado de la misma manera. Esta joven actriz castellonense, que ha sido nominada al Goya a Mejor Actriz Revelación por su trabajo en la película de Lucía Alemany, es la viva imagen de esa inocencia de la que habla la cinta, pero también de la fuerza de su personaje, de su sensibilidad y de su orgullo, de su valentía. Sólo necesité un par de escenas para enamorarme y ya tuve claro en ese momento que nadie podría ser Lis de la manera en la que lo es ella. 

En el que es también su primer largometraje, Carmen Arrufat se atreve con todo, se abre en canal y se rompe y se reconstruye mientras lo hace la propia Lis. Todo ello en un rodaje en el que la improvisación es el método por excelencia y en el que la joven brilla y se come cada escena en la que aparece. Un talento arrasador que no ha hecho más que aterrizar.

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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