Es momento de revisionados. Nuevos contactos con películas que ya conocemos y que, sin embargo, nos descubren escenas, aspectos y detalles que habían pasado desapercibidos en nuestro primer contacto. Así, volviendo a ver ‘Rocketman’ me he encontrado con una de las grandes maravillas de esta cinta que, si bien no había obviado cuando la disfruté por primera vez, si había pasado un poco por encima de ella. La representación del amor no correspondido que huye de la toxicidad.
Estamos acostumbrados a ver este amor no correspondido en la ficción, pero suele llegar siguiendo un esquema algo tóxico. El protagonista, que no cuenta con el amor de la persona a la que quiere, se culpa a sí mismo de todo y guarda un poco de desprecio para aquel o aquella que sí disfruta del amor correspondido. Aparecen los celos, los chantajes y todo tipo de estratagemas, hasta que ese sentimiento no correspondido se convierte -casi en la totalidad de los casos- en una historia de amor consumado. Un esquema que, si bien es cierto que funciona, porque en el fondo somos muy básicos, no aparece en la película de Dexter Fletcher.
Casi desde el instante en el que Elton y Bernie se conocen, el espectador es consciente de que el cantante británico se siente atraído por el letrista. Una atracción que no tarda en convertirse en interés real y que termina siendo un amor profundo. Pero no correspondido. Esto se descubre cuando Elton se arma de valor e intenta besar a quien más tarde sería su mejor amigo, un acto de confianza en sí mismo que no sale bien por una simple razón: Bernie es heterosexual.
Aunque este hecho no les separa, el amor, como bien sabrá todo el que lo haya sentido, no desaparece de la noche a la mañana. No lo hace cuando hay traiciones y engaños, y menos cuando ocurre algo tan natural como ser rechazado. Ahí, cuando la incertidumbre se ha ido y tenemos la certeza de que todo lo que sentimos por esa persona no va a ser devuelto, al menos no de la misma manera que lo entregamos, es cuando entra en juego el dolor. Un dolor que muchas veces saca lo peor de nosotros, también porque es lo que hemos visto y lo que nos han enseñado, pero que en el caso de ‘Rocketman’ aparece de una manera amable y no por ello menos real.
La perfecta representación de esto la encontramos en la escena en la que Elton John pone música e interpreta por primera vez ‘Your Song’. Bernie Taupin acaba de escribirla y Elton no tarda en ver algo especial en ella. Cierra los ojos, conecta con su interior y en pocos instantes ya tiene los primeros acordes. En el piano de su casa, ante la atenta mirada de su amigo y amado y de su familia, empieza a cantarle a ese amor que sabe que no tiene, pero que no puede borrar. En ese momento, con la emoción a flor de piel, cada uno de ellos está cantando a una persona diferente y, sin embargo, se miran y se sonríen con la sinceridad de quien sabe que el amor es bello y que, cuando no es correspondido, también puede tener como resultado una hermosa relación.
En esas miradas que cruzan en bata y pijama, con la familia de Elton como testigo y mientras construyen juntos el que sería su primer gran éxito, encuentro el amor que siempre he buscado y el amor que deberíamos romantizar, en el que no hay toxicidad y en el que tampoco se esconde el dolor. Como ocurre en la escena en la que Taron Egerton nos emociona cantando ‘Tiny Dancer’ y transmitiendo el infierno que es para Elton ver cómo Bernie comienza a enamorarse de una mujer. Un infierno que, lejos de reflejar en su relación con él, trata de comprender y diluir, pasando su duelo y, más tarde, pasando página. Sin renunciar a su relación con Bernie y comprendiendo que esos rechazos a los que tanto tememos, forman parte de nuestra vida. Siempre y cuando se den con la empatía que requiere algo como esto, terminan generando muchos más aspectos positivos de lo que imaginamos.
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