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‘Uno para todos’ y las historias bonitas

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Las películas con profesores son una de mis muchas debilidades cinematográficas. Y no sabría decir el por qué. Tuve algunos profesores buenos, sobre todo en mi época de instituto, y alguno me marcó especialmente en la universidad. Pero nada del otro mundo. No ha habido un Merlí que haya instalado en mí una imagen asombrosa y gloriosa del profesorado. Pero las historias de maestros que se implican, que luchan por sus chicos y a los que les importa su profesión, tienen un hueco especial en mí. Por eso, una de las visitas obligadas al cine después de estos meses extraños tenía que estar protagonizada por ‘Uno para todos’.

La película de David Ilundain llegó a las salas el pasado viernes 18 de septiembre, en un ambiente que, tirando de honestidad, no es el mejor. Los cines están muy lejos de alcanzar la ocupación permitida, no hay colas y en ellos se ha instalado un vacío que jamás habría imaginado. Pero la cinta protagonizada por David Verdaguer es una de las que ha dado un paso firme en apoyo a la industria. En estos momentos, estrenar es casi un salto al vacío. Pero un salto necesario para recuperar cierta normalidad en los cines. Para que la gente vuelva a comprar sus entradas y a disfrutar del séptimo arte a lo grande. Sin estrenos, es imposible retomar la actividad.

Volviendo al tema que me ocupaba. Entré en el cine sin saber prácticamente nada de ‘Uno para todos’, más allá de que giraba en torno a un profesor de primaria, al que daba vida David Verdaguer. Miento. Había leído que era una película amable y bella. Y eso fue lo que me encontré. Una historia humana, inspiradora y con esa belleza amarga que caracteriza a la vida. Una cinta para toda la familia, con la que es fácil reír y también emocionarse. Y que empuja a salir de la sala con una sonrisa en el rostro.

Lo que cuenta


Uno para todos
Foto: Lucía Faraig

‘Uno para todos’ nos habla de la vida y de la muerte. De lo complicado que es, a veces, aceptarla y procesarla, sobre todo cuando internamente nos negamos a hacerlo. También nos habla de las segundas oportunidades, a los demás y a uno mismo, y del perdón, a los demás y a uno mismo. De la importancia de escuchar y de implicarse, aunque en un primer momento no salga de nosotros. Y de cómo los sentimientos negativos no nos llevan a ninguna parte y nos arrebatan todo lo bueno que tenemos alrededor.

La película nos cuenta todo esto y nos empuja a mirarnos a nosotros mismos a través de una clase de sexto de primaria y su profesor interino, Aleix. Este último es una delicia de personaje. Con sus muchos defectos y sus otras tantas virtudes, que generalmente no tiende a mostrar a su entorno. El hecho de que esté cargado de contradicciones, hace que sea atractivo para el espectador, pero entiendo que también para el propio David Verdaguer. Es el eje en torno al que gira todo, pero está perfectamente acompañado por esos niños en los que, aunque ya estemos lejos de los 11 y 12 años, es fácil que nos encontremos.

Creo que ‘Uno para todos’ puede emocionar especialmente a los maestros y a los niños. Pero yo no me encuentro en ninguno de esos grupos, y disfruté de la película como si fuera, efectivamente, una niña pequeña. Con la intimidad compartida que proporciona la oscuridad de la sala, en la que, en ocasiones, se cruzan miradas y carcajadas. Pero también con el miedo de que esta situación acabe con la magia de los cines.

Cómo lo cuenta


Uno para todos

No quiero contarte mucho más, la verdad. Quiero que vayas al cine, que disfrutes de la película y que termines recomendándola a tus conocidos, como he hecho yo. Pero no puedo marcharme sin hablar de un aspecto sin el que ‘Uno para todos’ no habría funcionado: las interpretaciones. Encabezadas por la de un David Verdaguer que está tan auténtico como siempre. Encantador y divertido en los momentos en los que Aleix se quita todas sus capas e insoportable cuando las lleva puestas. El actor sabe gestionar perfectamente todo el peso que lleva aquí sobre los hombros, que es mucho, y generar esa conexión con los niños que sólo se tiene entre maestro y alumno. Su Aleix desprende verdad, sentimiento, cariño y vocación. También un miedo, una cobardía y un orgullo que se van diluyendo conforme él mismo se va deconstruyendo.

Luego están los niños. Siempre que los hay, las cosas pueden salir muy bien o muy mal. En este caso, pese a que son muchos y a que casi todos tienen un papel medianamente importante, la balanza se ha inclinado hacia el lado del bien. Están acertados, están divertidos y algunos de ellos sorprenden por su madurez interpretativa y por la emoción que transmiten. No era fácil, pero sospecho que la confianza que ya transmite Verdaguer a través de la pantalla fue mayor en el rodaje. Y fundamental para que estos jóvenes se sintieran cómodos y seguros a la hora de hacer su trabajo.

No me alargo más. Hay una historia bonita, de esas que a veces quedan olvidadas sin ninguna lógica ni sentido, esperando en las salas de cine. Un profesor y sus alumnos, con las muchas lecciones que nos quieren enseñar, aguardan a que, de una vez por todas, le devolvamos el capote a la cultura. Te aseguro que el principal beneficiado o beneficiada de ver ‘Uno para todos’ serás tú.



Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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