Cuando Jack (Jake Gyllenhaal) y Ennis Del Mar (Heath Ledger) se encuentran por primera vez cerca de Brokeback Mountain, no hacen ningún intento de acercarse al otro. Permanece lejos, esperando. Esperando que ese trabajo pueda ser, que les reporte beneficios, que les aleje de la pobreza y las sensaciones que la acompañan, aunque para ello tengan que vivir en una montaña alejados del mundo durante un verano. Cuando Jack y Ennis se encuentran por primera vez, en esa primera escena de ‘Brokeback Mountain’, se miran y se dejan en paz.
Al volver a esta película por segunda o por tercera vez, o por cuarta o quinta, arrastrando el buen puñado de emociones que ‘Brokeback Mountain’ provoca sin esfuerzo, te preguntas, casi como si esos personajes estuvieran vivos, si en ese primer encuentro ya se sintieron atraídos el uno por el otro. Supongo que porque de alguna manera sentimos que estos dos hombres del profundo Estados Unidos vivieron de alguna manera en muchos veranos del siglo pasado, en muchos rincones del mundo.
Cuando Jack y Ennis se miran por primera vez, el verano está empezando.
Un verano
Y el verano empieza para ellos descubriendo en el otro una persona con la que pueden pasar el tiempo. En ese primer encuentro se miran y se dejan en paz, pero no tardan en acercarse. Mejor conocerse, porque tendrán que pasar el verano juntos cuidando de un rebaño de ovejas que no les importa en una de las cimas del mundo, donde todo parece quedar lejos. Esta es una de las bases de la película y de la relación. Y me permitiréis que lance esta pregunta: ¿qué haríais si el resto del mundo no pudiera veros? ¿Qué haríais si os sintierais lejos del mundo?
Jack y Ennis se enamoraron. Eso hicieron. Porque allá arriba, durante ese verano, se sintieron completamente inalcanzables para el resto. No importaba el qué dirán, no importaba lo que se esperaba de esos dos hombres, no importaba la vida que se suponía debían llevar. Porque estaban llevando otra, y nadie los miraba. Así que se enamoraron. No estaba prohibido, porque las normas las ponían ellos, así que se enamoraron.
Primero fueron amigos. Pasa un tiempo antes de que tengamos algo significativo entre ellos. Al principio solo vemos una rutina tranquila, serena, monótona incluso. Pero es una rutina que se va llenando de confianza y de aprecio, de bromas y de confesiones, de amistad. No tienen el mismo carácter, pero encajan. Jack es abierto y reflexivo, Ennis es reservado e impulsivo, pero sus diferencias no chocan, solo bailan un poco. Y como ambos se sienten en otro mundo, porque Brokeback Mountain es otro mundo, se permiten bailar.
Cuando la confianza está más que asentada, en una noche como otra cualquiera en la que han estado bebiendo y bromeando, Ennis duerme junto a Jack en la tienda de campaña para evitar el frío exterior. Y Jack, que es abierto y reflexivo y también es valiente, toma la mano de Ennis y le invita a abrazarlo mientras duermen. Ennis se escandaliza, porque qué otra cosa podía hacer ese hombre de las tierras profundas y las normas impuestas. Pero cuando se enfrenta a Jack y lo mira a la cara, lo que se impone finalmente es la realidad que están viviendo allí arriba.
Así que se besan, y tienen relaciones sexuales, por primera vez. No están exentas de una rabia violenta, porque entre ellos siempre habrá ese tipo de rabia violenta que siente quien sufre por querer ser alguien que no puede ser. Por estar haciendo algo que no deben, que Jack sabe que provocará sufrimiento, que Ennis no termina de entender. Y entonces llega la conversación: “no soy marica”, dice Ennis, “yo tampoco”, dice Jack. Porque no se aceptan, porque no pueden, porque la sociedad les ha enseñado, sobre todo a Ennis, que eso está mal, que es antinatural, que no es normal. Y ellos quieren ser normales, porque quieren ser aceptados, porque tienen que vivir allá abajo, porque no pueden pasar su vida en esa montaña.
Y aunque las horas que siguen a ese encuentro sexual transcurren entre silencios extraños y pensamientos que parecen alzarse de la cabeza de ambos para gritar, finalmente vuelve a imponerse lo que sienten. Siempre he pensado que ambos deciden que, dado que están allá arriba, pueden vivir en otro mundo, un mundo más amable, durante un verano. También siempre he pensado que Jack quiere encontrar la manera de hacer que funcione. Y que Ennis, al principio, sólo quiere encontrar y comprender la razón por la que ha pasado aquello. Pero como si al final lo importante fuera, simplemente, abrazar ese verano, ambos se olvidan de sus respectivos conflictos y vuelven a dormir juntos. Y vuelven las bromas, los juegos, las risas, que ya se interrumpen con besos.
Así transcurre este verano que dura menos de lo que ambos pensaban. Que duele de una forma muy concreta, que acaba de manera abrupta y que ninguno olvida en los años siguientes.
Cuatro años
Sigue la vida, la vida allá abajo, donde existen otras normas y ellos no pueden ser. Ennis se casa con una mujer llamada Alma (Michelle Williams), con quien tiene dos hijas y una vida difícil; falta el dinero, falta el sentirse realizado, sobra la rutina pobre y sin emoción. Jack continúa con sus rodeos, conoce a Lureen (Anne Hathaway) en su ambiente, se casa con ella, tienen un hijo y empieza una vida acomodada. Lureen tiene dinero, por su familia, por su padre, y Jack se adapta a esa vida. Pero el tiempo pasa, y ninguno olvida ese verano. Así que, casi como un acuerdo tácito que no han resuelto tener, deciden volver a encontrarse y explorar otros veranos.
En su primer encuentro en cuatro años, frente a la casa de Ennis, con su mujer en la ventana, se abrazan con fuerza y se miran los labios. Contamos dos, tres, cuatro segundos, porque no pasa más tiempo antes de que Ennis decida besar a Jack como si siguieran en Brokeback Mountain y el resto del mundo no existiera, o no pudiera verlos. Han pasado cuatro años, pero Ennis besa a Jack como si se hubieran visto horas antes, minutos antes, con la confianza de quien sabe que todo sigue igual. Jack besa a Ennis de la misma manera, porque todo sigue igual.
Porque lo suyo nace de un lugar tan profundo que solo puede salir al exterior convertido en una verdad evidente. No necesitan tantearse para saber que el otro se siente de la misma manera. Los dos saben lo que existe entre ambos. No se trata de que cada uno de ellos, individualmente, sea consciente de lo que siente, es algo más: saben, ambos, lo que hay entre ellos.
Así que han pasado cuatro años, pero no ha pasado el tiempo. Ambos siguen viviendo mentalmente en Brokeback Mountain, visitándola de vez en cuando, para recordarse, también para recordar quienes son. La identidad sexual no es lo que nos hace ser quienes somos, pero es una parte muy importante de nosotros mismos, sobre todo cuando está condicionada a la libertad o la cárcel. Sobre todo cuando te has sentido liberado por primera vez en tu vida por poder dar rienda suelta a lo que sientes de una forma romántica y sexual.
En esas montañas no solo descubrieron el amor, también pudieron ser ellos mismos de forma completa, sin miedos, sin cárceles. Y vuelven a serlo, por primera vez en cuatro años. Es muy importante comprender, y creo que se comprende bien con ‘Brokeback Mountain’, por qué necesitamos esa clase de libertad. Y por qué saber que no puedes besar a tu pareja delante del mundo nos resta mucho de quienes somos.
De nuevo es Jack quien busca soluciones, quien busca una vida. Mientras que Ennis se ha resignado a llevar esa rutina llena de insatisfacción hasta el final, Jack piensa, propone, tiene esperanza. Es el momento de recordar que Ennis, cuando todavía no había cumplido diez años, vio con sus propios ojos a un hombre asesinado, destrozado, abandonado en un camino por haber amado a otro hombre. Fue su propio padre quien le llevó a contemplar esa macabra escena que lanzaba un mensaje claro: no puedes ser así, o acabarás así. No puedes ser así. Así que Ennis se lo repite a sí mismo: no puedes ser así. Por eso no busca soluciones, ni tiene esperanza. Se limita a agradecer los días que puede vivir en otra realidad. La que Jack y él tienen cada vez que suben a Brokeback Mountain, esa realidad en la que sí puede ser así.
El resto de una vida
No dejan de verse desde ese año cuatro, y siguen viéndose hasta el final. Tienen dos vidas: la que dura unos días, y la otra. La otra les importa, porque quieren a sus familias, pero ni pueden ser ellos mismos ni se sienten como se sienten en esa montaña que visitan dos o tres veces al año.
Ennis se divorcia, porque su mujer nunca ha olvidado ni perdonado lo que vio por esa ventana, y porque entre ellos la relación se rompió hace años. Eso no facilita las cosas, en cualquier caso, porque sigue rechazando las propuestas y las soluciones de Jack, a quien no le importaría dejar su vida por él. Esa es la principal diferencia entre ambos: Ennis, ya separado de su familia, quiere compartir tiempo con Jack, pero en silencio y en secreto, y Jack, que todavía conserva las apariencias con su familia, quiere una vida completa al lado de Ennis. La vida que ellos quieran, con sus normas, con sus tiempos y sus espacios, aunque sea en lo alto de la montaña.
Aunque tenga que ser lejos del mundo. Jack no se avergüenza de ser quien es, no le da miedo, no le importa abrazar algo que no es normal porque él no siente que esté mal, solo lamenta que no pueda ser a ojos del resto. Pero Ennis no puede entregarse a ello, porque en el fondo nunca ha podido olvidar la lección que aprendió viendo a aquel hombre asesinado tirado en el camino.
Jack tarda en comprenderlo, pero finalmente lo hace: nunca será suficiente. Esa vida a escondidas nunca terminará de satisfacerlo. No quiere una relación intermitente ni efímera, no quiere unos pocos días al año en una montaña, quiere el año entero. Quiere una vida, y eso no es una vida. Vemos su dolor, pero también vemos el dolor de Ennis cuando no se permite ser quien es. Los entendemos a los dos, los lamentamos a los dos. Lamentamos que Jack quiera una vida que no puede tener al lado de Ennis, y lamentamos que Ennis quiera a Jack y nada más, sintiendo que, en el fondo, ni siquiera en la montaña puede tenerlo del todo.
La tragedia que ha sido su relación concluye también en tragedia: Jack fallece de un día para otro, sin despedirse, sin más posibilidades. A Ennis, entonces, no le queda nada, solo la visión de Jack tirado en un camino. Solo una camisa que siempre olerá a Jack y a esa montaña en la que crecieron, y una pila de recuerdos que chocan con la resignación en la que vivió asentado mientras Jack vivió. A estas alturas de la historia, siempre me pregunto las veces que se dirían (como si estuvieran vivos) cuánto se querían, cómo se querían. Y me pregunto si quien haya visto esta historia comprendera por qué es necesario que todas las personas del mundo bajemos de la montaña.
‘Brokeback Mountain’, la historia de Jack y Ennis, acaba aquí, con un amor que duró el resto de una vida, la que compartieron, la que fue solo suya.
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