Uno de los retos más complejos a los que se puede enfrentar un intérprete es el de dar vida en la pantalla a una persona real, que existe y que es conocida por una gran mayoría. En estos casos, es muy fácil cruzar la fina línea que separa la interpretación de la imitación y, en ocasiones, incluso acercarse a la parodia. Por eso, hay muchos actores que son algo reticentes a estos papeles, que les tienen algo de miedo, por su complicación y por las críticas que muchas veces suelen llegar de manera irremediable. Y es que con este tipo de papeles suelen ocurrir dos cosas: o se te ensalza y se te aplaude durante meses o eres enormemente criticado, hasta el punto de asegurar que lo que has hecho roza casi la comedia. Algo a lo que se enfrentó Miguel Ángel Silvestre cuando fichó por Movistar+ para dar vida a Pablo Ibar en ‘En el corredor de la muerte’, una batalla de la que ha salido coronado vencedor.
No era un reto sencillo. Si interpretar a cualquier persona real y reconocida por la mayoría ya es complicado, hacer lo propio con el ciudadano español que nos descubrió a todos el drama de la pena de muerte en Estados Unidos y de la incompetencia judicial de ese país, lo es mucho más. Pablo Ibar, como bien sabrás a estas alturas, ha pasado más de la mitad de su vida encarcelado y la mayor parte de este tiempo lo ha hecho en el corredor de la muerte. Hace unos 25 años, fue acusado de triple homicidio y desde entonces ha sido juzgado en varias ocasiones, en un proceso repleto de irregularidades y lagunas que ha estado a punto de llevarle a la silla eléctrica.

Esto es precisamente lo que se nos muestra en ‘En el corredor de la muerte’, serie de Movistar+ que recorre en cuatro capítulos la vida de este hispano-estadounidense que alcanzó la fama por la peor de las razones. Como he mencionado, Miguel Ángel Silvestre ha sido el encargado de darle vida en la ficción y de meterse en su piel sin siquiera tener la oportunidad de conocerle. En muchos casos, los actores que deben interpretar a una persona real tienen tiempo de conocerla, pasar algún que otro rato juntos y estudiar de esta manera sus gestos, su forma de hablar, su lenguaje no verbal… Pero con una persona que se encuentra encarcelada, la cosa cambia.
Respeto y mucha rigurosidad
Pese a esta falta de contacto entre el actor y la persona, el acercamiento de Miguel Ángel Silvestre a Pablo Ibar ha sido prácticamente impecable. Desde lo anecdótico de ese acento cubano -que el actor ni siquiera eliminaba cuando regresaba a casa tras un día de rodaje- hasta gestos que son prácticamente indetectables. En todo momento, vemos a Pablo Ibar en pantalla, a pesar de que el aspecto físico es bastante diferente. El actor valenciano ha sabido salvar estas diferencias con la que es, desde mi punto de vista, su mejor interpretación hasta el momento.
Desde el comienzo de la serie hasta su última escena, se aprecia el enorme respeto con el que se ha acercado Silvestre a la persona de Pablo Ibar. Lejos de sobreexplotar y sobredramatizar las diferentes situaciones a las que se enfrenta el hispano-cubano, el actor sabe mantener esa sobriedad que muchas veces caracteriza a Ibar y es en esos silencios, en esas escenas en las que casi no podemos ni cruzarnos con su mirada triste y fría, donde su interpretación, rigurosa ante todo, roza la perfección.

La intimidad que desconocíamos
A día de hoy, gracias a Internet, podemos ver alguna que otra imagen del último juicio de Pablo Ibar, por poner un ejemplo. Y también podemos acercarnos algo más a él gracias a trabajos como el de Jalis de la Serna, que le entrevistó en su programa ‘Enviado especial’. Pero ahí conocemos a un Pablo más serio y formal que en la intimidad, como nos ocurriría a todos. Durante el juicio o en una entrevista, la tensión juega un importante papel y nos impide que seamos testigos de su verdadero comportamiento o de su verdadera forma de ser.
Por eso, quizá identificamos con mayor facilidad a Pablo Ibar en las escenas de la serie en las que le vemos cabizbajo, serio y en ocasiones hierático. Sin embargo, la serie de Movistar+ nos ha permitido conocer otra cara del hispano-cubano, que no deja de respetar rigurosamente la realidad. Un Pablo Ibar que sufre y en ocasiones es arrastrado por la oscuridad, que también ama y ha podido experimentar felicidad dentro de la cárcel, un Pablo Ibar divertido, que ríe y se emociona.
No hemos podido ver esas escenas reales, cierto, pero gracias a las fotografías de familiares como su padre o su mujer, Tanya, sí hemos ‘conocido’ a un Pablo más sonriente y que se acerca a esa otra imagen que vemos de él en ‘En el corredor de la muerte’. De nuevo, el rigor y el respeto han sido los ejes en torno a los que se ha construido esa cara más íntima.

Una brillante interpretación
Generalmente, en esta sección, solemos centrarnos en rasgos psicológicos del personaje. Su honestidad, su grado de sociabilidad, sus valores y su moral… Pero tratándose de una persona real, lo que genera interés en el público es saber si el actor ha hecho bien su trabajo, si se lo ha tomado como una simple imitación o ha ido más allá, convirtiéndose en la persona. En este caso, Miguel Ángel Silvestre ha firmado el mejor trabajo de su carrera, transformándose en Pablo Ibar por momentos.
Creo que la clave, después de ver la serie y diferentes documentales acerca del hispano-cubano, se ha encontrado en la continua búsqueda de esa rigurosidad. Con una historia tan potente como esta, que bien podría dar pie a una dramatización extra y, por supuesto, al morbo, creadores y actor han querido apostar por la realidad, sin añadirle elementos innecesarios y que restasen veracidad a la serie.
Es esta búsqueda de la rigurosidad, sin perder el respeto nunca, unida a una inmersión total de Miguel Ángel Silvestre en la vida y la persona de Pablo Ibar, lo que ha permitido al actor presentarnos un trabajo tan auténtico, tan real y tan sublime.
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