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‘Little Voice’: porque las historias bonitas también importan

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Este artículo no contiene spoilers de ‘Little Voice’.

Nuestra sed de realismo se ha ido transformando con el paso del tiempo en una incontrolable sed de tragedia. De drama oscuro y denso, con el que reflexionamos y nos horrorizamos. Y que después comentamos con fervor en redes sociales o en conversaciones con amigos o familiares. Es como si la presión de nuestra sociedad, la angustia por la que nos vemos rodeados, nos obligara a huir de las historias bonitas. Supongo que porque nos hemos cansado de cuentos de hadas que muy pocas veces se hacen realidad. O porque, por mucho que compartamos mensajes positivos en nuestros perfiles, no sabemos apreciar el valor de las pequeñas cosas.

He leído que para algunos, el mundo que vemos en ‘Little Voice’ no es real. Y no consigo sacar esas palabras de mi cabeza. Comencé a ver la serie de Apple TV+, que se estrena este viernes 10 de julio, con la sensación de que iba a encontrarme algo repleto de clichés. Y con la certeza de que no iba a llegar a conectar demasiado con los personajes. Quizá la estética del Nueva York más bohemio me conquistara. Pero no esperaba, ni mucho menos, terminar con los ojos empapados en lágrimas y el corazón atrapado por la emoción.

No sé muy bien qué es el mundo real para quienes no lo ven en una serie en la que se tocan las adicciones, la situación precaria de los artistas, los amores tóxicos, la identidad sexual o el racismo. Lo he pensado y repensado. He intentado encontrar esa ausencia de realismo en cada esquina. Y he llegado a la conclusión de que hay almas que se han oscurecido tanto que no pueden aceptar que, entre las tinieblas, también resurja la luz. Espectadores que renunciaron hace mucho tiempo a las sonrisas amables. Y a ese cosquilleo que se apodera de nuestro estómago cuando vemos algo que soñamos con vivir. Si tú no te ves reflejado en ellos, si sigues creyendo en la emoción y en la belleza, también dentro de la ficción, estoy segura de que ‘Little Voice’ te tocará tanto como a mí.

Una inesperada nostalgia


Little Voice

Han pasado semanas, pero sigo pensando de manera recurrente en Bess King, en Ethan y en Samuel. Tarareo las canciones de la brillante banda sonora de ‘Little Voice’ mientras me imagino recorriendo Brooklyn o perdida entre coches y rascacielos. Y siento una tremenda nostalgia hacia una historia que no es mía. Hacia unos sentimientos que, en realidad, yo no he experimentado. Y hacia unos sueños que poco tienen que ver con los míos. La sensibilidad con la que se reflejan los pasos de esta joven música en la serie es, más que probablemente, la culpable de que los haya sentido tan cerca de mí. Y también la honestidad con la que se refleja una vida que de irreal tiene más bien poco.

No quiero desvelarte nada, porque me gustaría que todo aquel que llegue a ‘Little Voice’ se sorprenda de la misma manera en la que lo hice yo. Pero sí puedo decirte que, lejos de cuentos de hadas en los que siempre ganan los buenos, en la serie de Apple TV+ aprendemos a base de caídas. Como lo hace su protagonista. Y tenemos más presente que nunca la empatía, en torno a la que se construye todo en la ficción. O eso creo. Porque sin ella, me parecería imposible que se hubiera creado una serie así, que nos habla de superación, de responsabilidad, de lucha, de diversidad, de inclusión y de una ciudad cargada de luces y de sombras.

Creo que el retrato de Nueva York es uno de los grandes puntos fuertes de esta bella historia. Quien haya paseado por sus calles, sabrá que en ella no todo es glamour. Hay indigencia en cada esquina, una desigualdad desgarradora que se aprecia en un solo vistazo y mucha oscuridad. Pero también estará de acuerdo conmigo en que es una ciudad que abraza y que acoge como pocas, en la que la multiculturalidad se respira de un rincón a otro, una ciudad siempre viva en la que el arte y la cultura tienen un papel enormemente importante. En mi caso, cuando la pisé la sentí como una ciudad mágica, en la que todo puede ocurrir. Literalmente.

Y esto es algo que veo reflejado a la perfección en la loca vida de Bess o en la llegada de un Ethan que aterriza en la Gran Manzana en busca de oportunidades. También en el grupo de amigos en general, en el bar o en los músicos callejeros. Unas figuras, por cierto, de las que no conocemos nada y a las que juzgamos desde una posición que -erróneamente- consideramos superior. Por suerte, hay miradas amables y empáticas que nos colocan en nuestro lugar, nos enseñan y nos deconstruyen.

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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