Con el shock que nos dejó el último episodio de ‘The Walking Dead‘, asistíamos a este final de mitad de temporada, como nos tienen acostumbrados a hacer, dispuestos a encontrarnos con cualquier cosa. Cuidado con los spoilers en estas líneas que, de nuevo, hay. Y eso es una buena noticia.

Dante era un infiltrado en Alexandria. En realidad, su lealtad está con los Susurradores, fue uno de los responsables de la atroz matanza en el granero y el culpable de que Siddiq haya vivido los últimos meses de su vida incapaz de salir adelante, pues esa culpabilidad por no haber podido impedir lo que pasó, por haber permanecido quieto, estaba acabando con él. En el anterior episodio, vimos cómo Dante acababa literalmente con él después de que Siddiq comprendiera que había sido él quien lo había sostenido y le había obligado a mirar, potenciando el trauma y la paranoia posterior. Esa era la misión asignada a Dante en Alexandria: fomentar y extender la paranoia. Alpha en persona se la asignó.

Y sigue dando sus frutos, pues su provocación y el tremendo daño infligido al grupo ha conseguido que incluso Gabriel pierda su infinita tendencia a comprender y la capacidad de perdonar. Ha sido interesante ver cómo el bueno de Gabriel, eternamente volcado en la integración de los malos en Alexandria, se ha dejado llevar en esta ocasión por eso que también hace humanos a los protagonistas, aunque sea una humanidad reprochable. No se trata solo de lo mucho que el grupo apreciaba a Siddiq: se trata de la impotencia y la rabia de saberse espiados, manipulados, vigilados. Por esto, por la muerte de alguien que consideraba un hermano, quizá por comprender una vez más que nunca serán fuertes del todo, Gabriel mata a Dante. Y lo hace de forma brutal.

La ausencia de Siddiq se notará en los próximos episodios. Una línea de silencio por otro buen personaje al que hemos visto convertido en caminante (tratando de comerse a su propia hija, muy desagradable).

Lo que más me ha gustado de este episodio de despedida, además de ese arranque de furia de Gabriel que no esperaba y que llena un poco más el arco de un personaje que tendemos a olvidar pero que merece mucho la pena, es ese final angustioso en el que de nuevo sentías que podía suceder cualquier cosa. Están bien llevados los últimos minutos, oscuros como suelen ser, sin demasiadas explicaciones, con saltos y con incógnitas.

Un grupo encabezado por Daryl y Carol persigue a la horda de los Susurradores, después de que Gamma (Mary, en realidad) le confesara a Aaron dónde se encontraban. No sabemos si Gamma le ha tendido una trampa a Aaron, o si es Alpha quien le ha tendido una trampa a Gamma, pero el resultado es que Aaron se equivoca y por tanto todos lo hacen. Siguen una pista falsa, y terminan siendo manejados de nuevo al antojo de la líder de quienes ya se sienten muertos.

A este respecto, dos cosas muy interesantes. Aunque Dante no es (no puede ser) santo de mi devoción, sí es de agradecer ese pequeño discurso en el que trata de explicar la forma en que entienden la subsistencia (porque no se le puede llamar vida), y la contradicción que existe en ellos porque no pueden evitar, al mismo tiempo, desarrollar sentimientos humanos hacia personas que sí luchan por vivir, como el aprecio que (dice) sentía por Siddiq.

Y otra cosa: Daryl suplicándole a Carol que deja ir a Alpha, porque en realidad ya está muerta. Daryl nunca ha sido de decir demasiado, por eso todo lo que dice tiene tanta importancia. Y porque suele exponer o verbalizar verdades en las que tal vez ni siquiera habíamos reparado. Me ha gustado mucho ver cómo un personaje normalmente sereno, que cuando se altera suele hacerlo hacia sentimientos más bien negativos como la rabia, saca en esta ocasión todo lo que tiene dentro para suplicarle a su mejor amiga que deje ir a los muertos. Sé que lo digo en cada capítulo en el que cuenta con una intervención relevante, pero es que merece ser señalado: Daryl es, siempre lo ha sido, el mejor personaje de esta serie.

Pero Carol no deja ir a los muertos. Y cuando Alpha está a punto de culminar su trampa, cuando además grita con la mirada que se encuentra en ese momento, Carol no puede evitar seguirla y así caer en ella. Sus ganas de venganza, lo que ya en el anterior episodio califiqué como una enfermedad, pueden más que la promesa a su mejor amigo o que la lógica misma, porque la lógica, todo en el escenario planteado, invitaba a pensar que una vez más los Susurradores habían ganado. Incluso aunque el capítulo quedara así, con la sonrisa de Alpha. Habían ganado porque los habían llevado hasta su territorio y tendrían derecho a cobrarse su venganza sin consecuencias negativas para ellos.

Y el capítulo no acaba así. El capítulo acaba con Carol siguiendo a Alpha, con todos los demás siguiendo a Carol, con un Daryl desesperado intuyendo lo que estaba a punto de suceder mientras se adentra en una cueva completamente a oscuras. Cuando se hace la luz, descubrimos a nuestros protagonistas atrapados, sin una salida visible, rodeados de caminantes.

Y así concluye esta primera mitad de temporada, con la que en líneas generales estoy satisfecha. A veces no puedo evitar reprochar a los desarrolladores de la ficción más valentía o más creatividad, porque siento que se acomodan en fórmulas vistas un millón de veces con las muchas posibilidades que tiene la ficción, pero en otras ocasiones me sorprenden cuando no lo espero. Supongo que por eso sigo aquí. Nos vemos a la vuelta.