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‘Yo, Tonya’, la perfecta ignorada

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Cuando pienso en una película, y también cuando hablo de ella, siempre intento tener presente que el cine es, en muchos aspectos, subjetivo. Un largometraje perfecto a nivel técnico e incluso narrativo, puede ser una maravilla para unos y una auténtica decepción para otros. Principalmente porque somos humanos. Y las historias no nos llegan de la misma manera a todos. Esto es algo que me repito hasta la saciedad cuando ‘Yo, Tonya’ viene a mi mente.

La película, dirigida por Craig Gillespie y centrada en la historia de la patinadora sobre hielo Tonya Harding, es para mí el perfecto ejemplo de cómo una película redonda puede quedarse sin el reconocimiento que merece. Si bien es cierto que Allison Janney se llevó el Oscar a Mejor Actriz de Reparto por su papel de LaVona Golden y Margot Robbie recibió una nominación a la estatuilla a Mejor Actriz Protagonista, la cinta no llegó a colarse en la categoría más importante de los galardones de la Academia. Para sorpresa de muchos, que nada más verla encontraron en ella una clara favorita, ‘Yo, Tonya’ ni siquiera fue reconocida con una candidatura a Mejor Película. Y, así, una importante parte del público la descartó también en su lista de visionados imprescindibles.

Parece mentira, pero los premios siguen siendo una guía para muchos espectadores. Y muchas veces suponen un empujón inmejorable en lo que a taquilla se refiere. No sé si, a estas alturas, la película protagonizada por Robbie es un título popularmente conocido. Lo que no ha cambiado desde que la vi es mi concepción de ella. Una cinta redonda, atrevida y original, cargada de interpretaciones sublimes y que recoge una historia sobrecogedora e igualmente adictiva.

Una gran historia mejor contada


Yo, Tonya

La historia de Tonya Harding es lo suficientemente jugosa como para que salga algo interesante de ella. Digno de ver. Pero es cierto que, si bien en Estados Unidos es un rostro más que conocido, para nosotros era una gran anónima. Y no un atractivo suficiente como para ir al cine. Así, esa historia jugosa podría haber quedado en nada si su narración y su dirección no hubieran sido magistrales. Es ahí donde se marca la diferencia en ‘Yo, Tonya’, apostando por la unión de formatos y por una rotura total de la cuarta pared.

La combinación de secuencias tradicionales con fragmentos de entrevistas ficcionadas y, sobre todo, con escenas en las que los protagonistas se dirigen al público de manera directa, es sublime. Y hace que la película se sienta como un producto de entretenimiento redondo. Sin cabos sueltos y sin esa terrible sensación de quedarse a medias que tantas veces se apodera de películas que quieren ser mucho más de lo que son. Quizá, la clave de este largometraje esté en que, si bien es evidente que hay ambición y ganas de hacer algo diferente, no se trata de un relato pretencioso. No quiere ser mejor que el resto, o al menos así lo he sentido yo en todo momento. Como un largometraje que simplemente busca contar una historia, conectar con el espectador, aportar un valor y, por supuesto, entretener.

De visionado sencillo y magnético, ‘Yo, Tonya’ es el típico título ideal para recomendar a cualquiera y para ver en cualquier ocasión. Incluso pese a la dureza de la propia historia que nos cuenta. O la crudeza de algunos de sus pasajes. Es tan potente, está todo tan bien contado y a nivel técnico funciona tan bien, que es prácticamente imposible no disfrutar de ella. Todo ello sin contar lo sencillo que es sentirse identificado con los sentimientos de Tonya, con sus miedos, sus decisiones y su angustia. Se trata de una historia mediatizada, pero con la cinta se humaniza a un nivel que probablemente muchos no esperarían. Generando esa unión con el espectador que señalaba anteriormente.

¿El reparto perfecto?


Yo, Tonya

Es difícil decirlo. La perfección es casi una utopía. Pero lo cierto es que no soy capaz de imaginarme a una Tonya Harding interpretada por una actriz que no sea Margot Robbie. La australiana se llevó su nominación al Oscar a Mejor Actriz Protagonista por méritos propios, tras entregarnos una interpretación intensa y emocional. En la que reconocemos perfectamente a la patinadora, pero sin llegar en ningún momento a acercarse a la imitación. Esto sin contar con la exquisitez técnica que derrocha en las escenas más complejas, aquellas en las que reproduce los diferentes ejercicios de Harding.

Por su parte, el trabajo de Allison Janney está más que reconocido. Oscar -merecido- a la Mejor Actriz de Reparto y un infinito número de alabanzas y felicitaciones que llegan de la mano de un papel frío e incluso desagradable. La cara más oscura la pone Sebastian Stan, quien no encontró una respuesta tan positiva como sus compañeras. Pese a que el rumano ofreció en ‘Yo, Tonya’ la que probablemente sea la mejor interpretación de su carrera, no se coló en la temporada de premios. Para sorpresa de críticos y público, que sí aplaudieron la fuerza, la garra y la intensidad de su interpretación. A él y a Margot le debemos una de las escenas más sobrecogedoras de la película.

Sus trabajos son tan buenos, tan orgánicos y tan creíbles, que hasta el bueno de Paul Walter Hauser pasa desapercibido entre tanto fuego artificial. Sí, es como si ‘Yo, Tonya’ fuera un castillo de fuegos artificiales gigante, de esos que parecen no tener fin, pero que nadie quiere que terminen. Una película perfecta que los académicos no supieron ver como tal.



Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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