En ‘Bonnie y Clyde’ gana la historia a todo lo demás. Es la gran conclusión a la que he llegado después de un revisionado que he sentido casi como un primer encuentro, por el tiempo transcurrido y por la madurez cinéfila que creo he ido adquiriendo con el paso de los años. La película de Arthur Penn, protagonizada por Warren Beatty y Faye Dunaway y estrenada en 1967, es uno de esos clásicos que todos debemos conocer y disfrutar, aunque sea tan solo en una ocasión, si queremos realizar un viaje completo por la historia del cine.
Aprovechando que esta pareja de delincuentes está siendo nombrada de nuevo con el estreno de ‘Queen & Slim’, largometraje con el que el clásico no guarda demasiados parecidos -más allá de los evidentes-, he creído encontrar el momento oportuno para regresar a la película. Como digo, en ella lo que gana es la historia, la épica de esta pareja que se enamora casi en un instante y decide vivir de la adrenalina en un momento en el que no había muchas más maneras de salir adelante. Es este amor de película, nunca mejor dicho, y la tensión de la constante huida lo que mantiene la cinta en todo momento, incluso cuando las interpretaciones de parte del reparto sobrepasan las líneas de la sobreactuación.
Hasta los compases más forzados de esta adaptación a la pantalla, como el inicio del romance, demasiado abrupto para espectadores algo escépticos como yo, tienen un componente magnético. Supongo que una parte del mismo surge del hecho de que la historia sea real y el espectador lo sepa, pero la otra lo hace de la mística que siempre rodea a los delincuentes y forajidos. Sobre todo a aquellos que, como Bonnie y Clyde, no buscan hacer ningún mal real a las personas de a pie, sino sobrevivir en un entorno imposible, que no deja espacio a más opciones.
Es precisamente ahí donde, volviendo a la actualidad, encuentro la mayor similitud con ‘Queen & Slim’. Aunque en el caso de Bonnie y Clyde hay delitos constantes y reales, en numerosas ocasiones se repite que ese es el único camino que han encontrado en su lucha por la supervivencia dentro de una economía en depresión y una sociedad demasiado cerrada. Las clases bajas no tienen salida, de ahí que sean justo esas clases las que terminen apoyando a los forajidos mientras son perseguidos por las fuerzas del orden de diferentes estados. Algo así ocurre con los protagonistas de ‘Queen & Slim’, que se ven forzados a huir cuando el racismo de la sociedad se vuelve en su contra y cuando el odio no les da otra opción.
‘Bonnie y Clyde’ se apoya constantemente en estos motivos para fomentar la empatía del espectador con los dos protagonistas -y con el resto de la banda-, una empatía que surge casi desde el principio, aunque por momentos haya personajes que amenacen con acabar con ella. Sin embargo, el encanto de estos dos amantes que tanto se necesitan y que tantos fantasmas tienen, arrasa con todo a su paso y consigue que el espectador entre dentro de la historia y no salga ni siquiera con su impactante última escena, en la que somos expulsados a tiros.
No es la mejor película del pasado siglo y con el tiempo los fallos se hallan de manera más sencilla y evidente, pero ‘Bonnie y Clyde’ funciona, especialmente dentro del ámbito del entretenimiento. Un visionado amable y adictivo en según qué compases, que encuentra en la interpretación sincera de Warren Beatty su segundo gran punto fuerte, siguiendo a la potencia que acompaña al relato de la vida de estos dos forajidos que, tal y como esperaban, pasaron a la historia.
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