Si hay algo que me gusta en esta cuarta temporada de ‘#Luimelia’ es la comunicación. Una comunicación que fluye de manera serena y directa sin que resulte forzada o fuera de lugar. Sus dos protagonistas, tanto Luisita como Amelia, han dado un paso más para mostrarnos abiertamente lo que implica la escucha activa. Lo que favorece a una relación y lo necesaria que es para cualquier parte del camino. Sobre todo, en esos momentos donde el Universo ha tomado la palabra y ha optado por complicarte un poco más la vida. Donde es esencial aferrarse a quien tengas al lado y que esa misma persona decida mantener una reciprocidad. Porque al final las relaciones, cualquier tipo de relación, tratan de estar ahí. En todos los momentos. En los buenos, en los malos, en los peores y en los estupendos.
La vida está marcada por ciclos. Ni todo lo bueno dura siempre, ni todo lo malo. Y es importante dar en el camino con la persona o personas que sean capaces de mantenerse en pie, venga lo que venga. Y eso es lo que es Luisita para Amelia y Amelia para Luisita. La constante. Lo que permanece.
En esta nueva temporada estamos disfrutando de un amor maduro y de un relato que nos marca y remarca que la vida no es el futuro, sino el presente. Este momento que estamos viviendo ahora. Disfrutarlo y aprovecharlo. Ya sea en un camión de mudanzas o en casa de tus mejores amigos. Amigos, por cierto, tanto Sergi como Ana, que se mantienen, capítulo a capítulo como el equilibrio perfecto que necesita la trama principal. Porque el caos también requiere de cierta estabilidad. A Luisita y Amelia se les tambalea el mundo, pero Sergi y Ana son la mano amiga que te sostiene cuando el suelo comienza a temblar.
‘#Luimelia’ hace un trabajo excelente por el amor del bueno, anulando por completo el amor tóxico que encontramos en una gran parte de las ficciones actuales. Y es que no dejaremos de recalcar lo importante que es saber lo que mostramos al público. Porque si muestras lo bueno, lo que suma, lo respetuoso, …terminaremos queriendo eso mismo, alejándonos de cualquier amor que se muestra como todo lo contrario.
Estar, por encima de todo
A veces estamos más de la cuenta. Creemos que apabullar a alguien va a ayudar y resulta todo lo contrario. El ejercicio menos egoísta del mundo es aprender a estar ahí, cuando nos necesitan, de la forma que de verdad quieren que estemos. A veces simplemente en silencio o en la distancia. Y otras muchas estando más presentes que nunca y apoyando sin fisuras. Luisita y Amelia lo hacen y lo hacen bien. Dejan espacio y lo vuelven a conquistar al ritmo que su pareja lo necesita. Algo complejo pero que es sumamente necesario.
María, Marina y Nacho
Esta historia de tres nos explotará en las manos. Y en estos casos gane quien gane, siempre se termina perdiendo algo por el camino. Con un Nacho que se aferra a una Marina que de forma sencilla le da el futuro que él quiere. Frente a una María que día a día es consciente de que quizá, perseguir un sueño, no tiene por qué ir derrumbando todo lo demás. Para terminar con Marina que, de momento, no se nos muestra con consciencia de todo lo que está sucediendo en su contexto.
Quizá Nacho no debería caminar por inercia, ni Marina estar presente sin esa escucha activa que hemos recalcado desde el inicio. Mientras María sigue escondiéndose por miedo a escucharse desde la honestidad.
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