‘Matrimonio por sorpresa’, más allá de la historia de amor que nos va a ofrecer, habla de algo que es fundamental en nuestro día a día. Y es ese miedo a decepcionar a las personas que nos quieren. Porque tienen expectativas hacia nosotros o porque creemos que las tienen. En este caso, las hay. Existen. Y el miedo es un personaje más. Porque Tarik e Itir se aman, pero no lo pueden decir. Han hecho la locura inmensa de casarse sabiendo el rencor que une a sus dos familias, pero sin la capacidad suficiente para ir con la verdad por delante. Y es que, a veces, la verdad es un peso demasiado complejo y no resulta sencillo exponerlo. 

No es fácil saber que, tu padre o que tu madre, se van a decepcionar por una decisión tomada. Aunque ya seas adulto y sepas que eso es lo que quieres hacer. O que esa es la persona a la que quieres amar. O al menos intentarlo. Nos ciega, como hijos, el dolor que podemos provocar en la mirada de nuestros progenitores y vamos cometiendo errores casi sin darnos cuenta.

En ‘Matrimonio por sorpresa’ tenemos una presentación clara de personajes. Lo hacen sin complejos y de forma muy directa. Algo que en una serie diaria se agradece y mucho. Dar excesivas vueltas nunca suele ser fácil para mantener al espectador. A esto hay que sumarle que, como ya comenté en una primera crítica, el espectador es cómplice de ambos protagonistas. Tiene toda la información y eso ayuda a mostrar mucha más empatía. Una estrategia que siempre funciona de lado positivo.

De Tarik e Itir he de comentar que la decisión más compleja no es casarse en secreto sino todo el proceso posterior. El tapar y el ocultar, porque las mentiras tienes las piernas muy cortas y al final, todo explota. A veces es fundamental enfrentarse al hecho de que has hecho algo que no va a gustar y que te de, literalmente, igual.

Me quedo con las ganas inmensas de ver qué sucede en su segunda semana. Cómo los problemas comienzan a enfrentarse. Porque cuanto más conflicto más interesante se vuelve todo. Sobre todo, para poder analizar tanto a personajes como todo lo que transmiten como actores. Quiénes suman más o quiénes suman menos. O si ‘Matrimonio por sorpresa’ tiene el equilibrio perfecto entre todas sus tramas.

Tarik e Itir, ¿el amor puede con todo?

Después de estos primeros días de emisión, es la pregunta que ronda mi cabeza. Porque cuando tienes que luchar por un amor navegando entre mentiras y posibles decepciones, la presión puede empezar a dejar heridas. Podemos empezar a tener discrepancias y a echar en cara…

Can Yaman, corriente eléctrica a cámara

Hace un tiempo, en una columna de opinión, expresé mi estupor frente a comentarios fuera de lugar cuando el actor o la actriz son físicamente guapos o atractivos. Y de todo lo que se les tacha. Como si ser feo o poco atractivo te diese un carné oficial de buen actor/actriz. Tenemos demasiados complejos que focalizamos en el de enfrente.

Can Yaman tiene ángel ante la cámara y, a pesar de lo que muchos deseen, ahí está la clave de todo. Si tu rostro llama a cámara, lo más complejo ya lo tienes hecho. Y a partir de ahí, solo hay que seguir trabajando. Y Can Yaman lo hace sin tapujos. Su forma de transmitir es excelente y hace partícipe al espectador. Provoca empatía. Que una persona se mantenga frente a una pantalla de televisión no solo depende de una buena historia o un buen guion, también depende de tener a un buen actor que provoque emociones y sensaciones.

Él lo hace. Consigue que, en cualquier escena en la que aparece, tu atención se acentúe. Al mismo tiempo que consigue una química perfecta con sus compañeros de reparto. Hay artistas que son capaces de fluir, sea quien sea quien esté delante, porque dejan a un lado el interés propio para prestar atención al proyecto en sí.

Ahora mismo, interesada en ver cómo crece junto a su personaje Tarik.