Quizá su nombre os suene. Me gustaría que así fuera, pero la profesión de los guionistas sigue siendo una de las profesiones más invisibles del mundo de la cultura. Esos diálogos que tanto amáis de esos personajes que tanto os gustan parecen estar escritos por los propios personajes. Pero no: tienen una persona detrás. En el caso de ‘Isabel’, de ‘Bandolera’ o más recientemente de ‘Matadero’, la persona se llama Daniel Martín Sáez de Parayuelo, y ahora nos ha regalado también un libro de relatos: ‘Temblor abisal’. 15 cuentos que, como él mismo me explica, tienen un denominador común: el miedo. ‘Temblor Abisal’ va sobre el miedo, va sobre la vida y sobre las experiencias, está narrado de forma fantástica y la atmósfera de los relatos te envuelve y te engulle, de la mejor de las maneras.
La mayoría de esos relatos están protagonizadas por personas sin nombre, quizá porque así es más sencillo que le pongamos el nuestro; el tuyo, el mío, el de cada lector. Puedes encontrarte en esos miedos que, en estos cuentos, son el trasfondo y no la historia, pero por ello precisamente son la historia que Daniel Martín nos está contando. Puedes entender esos miedos incluso aunque estén ocultos, y sufrirlos, como a mí me ha sucedido con ‘Piedras’. Seguramente tú tengas el tuyo, porque dentro del aspecto íntimo y personal con el que han sido construidos, no dejan de ser universales. Eso es el miedo, ¿no? Algo universal.
Todos los cuentos tienen que ver con algo que me ha pasado o que le ha pasado a alguien muy cercano

Mew Magazine (MW): Cuéntanos: ¿qué es ‘Temblor Abisal’?
Daniel: Es un libro de cuentos que he ido escribiendo durante varios años, porque como dedico a escribir guiones lo de la literatura lo tengo como algo más exquisito, y le dedico más tiempo pero también tardo más en ir consiguiendo cuentos. Además, como soy bastante exigente para lo literario, me pongo el listón muy alto a mí mismo. La verdad es que llevo con este libro un montón de años, porque es una recopilación de cuentos. Es un libro de cuentos que tienen como denominador común algún tipo de terror existencial.
MW: ¿De dónde surge? ¿Cómo surge todo esto?
Daniel: Surge, en primer lugar, de un amor por la literatura en formato cuentos. Y también de ganas de contar, de escarbar un poquito, de profundizar en algunos sentimientos relacionados con algunas atmósferas, que es algo que no siempre me permite hacer el mundo de la ficción, de la televisión. Al final, la televisión es un trabajo en equipo donde intervienen muchos elementos y muchas opiniones. Esto es un circuito mucho más íntimo, mucho más personal, donde me permito el lujo de poder expresar ciertas inquietudes. En este caso, son casi todo miedos existenciales que yo mismo padezco en primera persona. Todos los cuentos tienen que ver con algo que me ha pasado o que le ha pasado a alguien muy cercano, y pensar, analizar y darle un poco forma literaria a eso… Me parecía que el formato del cuento se presta mucho a ello, sobre todo para hacer cosas como muy metafóricas, sin querer dar una clase de nada, ni escribir una novela de tesis sobre nada, sino para coger estas sensaciones que me parece que son universales y que todos padecemos en algún momento, para jugar con ellas a ver qué salía. Y han salido 15 cuentos.
MW: A medida que avanzaba con la lectura -y, por cierto, con ‘Piedras’ he llorado de verdad- me he ido dando cuenta de que con todos los cuentos, en algún punto, me preguntaba: ¿qué fue primero, la historia o el temblor que la sostiene?
Daniel: Creo que ha sido, a veces, una historia, y a veces ese temblor. En el caso concreto de ‘Piedras’, tiene que ver con una cosa que me tocó de forma muy directa, que fue la enfermedad de mi padre de alzheimer y su fallecimiento. Se prolongó durante diez años, y fue un deterioro, una degradación muy grande. Me apetecía hacer catársis de ese momento, y empecé a trabajar con el concepto de la pérdida de memoria y lo que significa. Y encontré esa metáfora de ese señor que intenta reconstruir su vida levantando un muro con aquellos recuerdos que podía todavía albergar su cabeza, y como pasaba con mi padre y con las enfermedades del alzheimer al final los recuerdos más grandes, los más fiables, los más duraderos, son los de la infancia. Por eso el muro lo va construyendo…
MW: Con piedras escondidas…
Daniel: Con piedras escondidas, y las más grandes son las de los años primeros, y las últimas se terminan deshaciendo en las manos porque ya no hay nada consistente en la memoria y se siente incapaz de continuar. De hecho, el muro se queda a medias.
MW: Me gustaría saber también cómo conviertes un miedo en un cuento.
Daniel: Pues es difícil. Es difícil porque si quieres introducirte, sumergirte, en el mundo literario, tienes una serie de herramientas y una serie de lugares comunes que hay que evitar, para tampoco dar clases de nada. Quiero decir, al final lo único que quería poner sobre el papel era una experiencia, e intentar llegar al lector a través de eso, de hacerle palpitar con estas sensaciones que yo también he estado percibiendo. Creo que ha sido ir colocando en la trayectoria unos personajes que pueden estar más cercanos a la realidad y otros más alejados; por ejemplo. la civilización que vive en lo alto de un bosque de árboles (en el cuento ‘Behovia’) es casi ciencia ficción.
He trabajado con todos los cuentos desde un ámbito muy literario, como para buscarle la poesía, la metáfora, la imagen. He trabajado mucho con las imágenes para generar atmósferas, que es algo que a mí me obsesiona, porque cuando leo me gusta que me impregnen con esos mundos, con esas atmósferas, con esas sensaciones. Al final, la literatura es un papel impreso, y sacar de ahí olores, imágenes poderosas, es difícil. Juega en mucha desventaja con respecto al cine, incluso con la música, que es algo que te llega de una manera física, que vibra. Entonces, con lo literario estaba un poco, estaba y estoy cuando me dedico a ello, empeñado en eso: en encontrar esos sabores y utilizar esas herramientas del lenguaje para poder plasmarlo.
MW: Al final, la ambientación es muy importante, en un relato casi más que en una novela, porque en un relato… o entras, o entras.
Daniel: Exactamente. En la novela te puedes permitir el lujo… Entre comillas, porque una buena novela tiene que funcionar también como un reloj. Pero el relato , el cuento, tiene un engranaje muy fino, porque sino te vas del género, entonces por un lado tiene la ventaja de que te permite trabajar con la concisión pero eso también es un arma de doble filo, porque sino lo manejas bien no llegas, no alcanzas el objetivo del relato, que es decir mucho con poco.
Sí me gustaría que algunos cuentos sirviesen para generar esa especie de reflexión, pero en otros simplemente me gustaría que el lector disfrutara leyéndolos y se sintiese impregnado por esas atmósferas y esos personajes
MW: ¿En qué direcciones te gustaría que reflexionara el lector cuando lea todo esto? ¿Sobre qué te gustaría que reflexionara?
Daniel: La verdad es que… No sabría qué decirte. Por ejemplo, con la historia de ‘Piedras’ que se llegase un poco a pensar más en este tipo de situaciones, porque creo que son enfermedades muy crueles, y se debería tener más presente, para ayudar; sobre todo, para ayudar a las familias, porque al final son enfermedades muy espectaculares que ataca a todo lo que tiene alrededor. Entonces, en ese sentido, sí me gustaría que algunos cuentos sirviesen para generar esa especie de reflexión, pero en otros simplemente me gustaría que el lector disfrutara leyéndolos y se sintiese impregnado por esas atmósferas y esos personajes que los acompañan durante un trocito corto de su vida, porque, claro, son cuentos que se leen muy rápido. Entonces: más que una reflexión, igual me gustaría que surgiese una experiencia de la lectura de los cuentos, pero si ya consigo que se reflexione…
MW: ¿Cuánto has reflexionado tú sobre el miedo? Antes, durante y después de la escritura. A lo mejor lo sientes incluso de otra manera después de haberlo dado una vida ficticia, después de haberlo convertido en cuento.
Daniel: Sí, porque de alguna manera haces catársis con algunos asuntos. Ha habido cosas que te quitas de en medio, porque al ponerlo en palabras… Bueno, la teoría del psicoanálisis es un poco esa, vas colocando en palabras tus problemas y son menos problemas. Aquí igual, aquí pasa un poco lo mismo. Al coger estas sensaciones y machacarlas, y pensarlas, y darlas una forma, ya estás, de alguna manera, liberándote de ellas.
MW: ¿Y alguno de estos relatos da para algo más? Una novela, un corto, una película.
Daniel: Pues me han dicho que sí. A mí esto me da un poco de vergüenza, pero me han dicho que sí. Gente que se lo ha leído cercana, e incluso de la misma editorial, me han animado a que igual alguna de las historias dé para crecer, y la verdad es que si me paro a pensar pues sí: muchas historias pueden ser gérmenes de historias más largas, porque también el cuento es una selección muy grande de material que tienes que colocar, y descartas y dejas fuera muchas cosas. La novela te permite navegar y explorar territorios mucho más amplios, y es verdad que sí hay algunos cuentos que permiten crecer, que sí podrían llegar a ser algo más grande, pero no lo sé. También te digo que de momento no tengo planes para engordar, para cebar, ningún cuento de estos. Igual sí me planteo escribir algo más largo, pero ya te digo que no soy yo un escritor muy prolífico; de hecho este es el primer libro y he tardado un montón de años en sacarlo. No sé si va a haber más ni siquiera, pero si se me ocurre alguna historia yo creo que no caería en el saco de los cuentos, o si me atrevo a arremangarme y ponerme más tiempo con ella… quiero decir: no creo que cogiese ninguno de estos cuentos para ampliarlos, tal y como están ya tienen ahí su vida y ya son de los lectores. Es que, no sé, igual los estropeo (risas). Esto es como decía uno de los discípulos de Jorge Luis Borges, que le preguntó un día: maestro, ¿por qué publicamos? Y Borges le respondió: pues para dejar de corregir (risas).
Al final, en todos los cuentos tiene que haber un momento, por mucho que estés perdido, en que de repente encuentres la clave y digas: ah, vale, esto engancha con esto, y le da sentido a todo
MW: Ahora escuchándote hablar, he pensado que ‘Zapatos de color burdeos’, que creo que es el primero de los cuentos, el que abre ‘Temblor abisal’, funcionaría súper bien como un corto cinematográfico.
Daniel: De hecho, alguno de ellos estaban pensados para ser rodados, para ser cortometrajes. Lo que pasa que, bueno, creo que al final he sido mas egoísta y me he quedado solamente con mi punto de vista, porque es verdad que si esto lo pones en imágenes intervienen muchas más miradas; y no digo que sea ni mejor ni peor, sino que sería una cosa diferente. Hay otro de los cuentos, ‘Fauna Ibérica’, que también estaba planteado como una historia en imágenes, pero me empecé a enamorar de la atmósfera del cuento y quise que se quedara sobre el papel, porque es verdad que eso luego puesto en pie, con una fotografía determinada, con unos actores encarnando a esos personajes, con una realización determinada… a lo mejor iba a ser otra cosa con respecto al papel. Que no digo que si de repente llega alguien y me dice: “oye, ¿puedo hacer un corto de uno de tus cuentos?”, pues claro que sí, pero porque ya será como otra mirada sobre un cuento que ya existía, como ha pasado con cuentos de Ray Bradbury o de Edgar Allan Poe o de mucha gente de los grandes de este género, que los han llevado a las imágenes.
MW: De todas formas, hay cierto contenido literario que funciona mejor sobre papel que puesto en una pantalla, porque hay sensaciones que al final… Parece complicado, pero es verdad que hay sensaciones que te transmiten mejor las palabras que las imágenes. Hay atmósferas que se consiguen mejor en papel.
Daniel: No sé dónde leí el otro día que eso de que una imagen vale más que mil palabras es mentira. Y en parte tiene razon, porque mil palabras dicen mil veces más cosas que una imagen, y además una imagen es algo tan concreto y tan determinado que no tiene mucha doblez. Sin embargo, el lenguaje si tiene muchos recovecos, muchas capas, muchas lecturas, a no ser que seas David Lynch, que conviertes tus imágenes en situaciones herméticas que hay que interpretar. Es verdad que eso sí permite muchas visiones y lecturas en un ámbito muy subjetivo, pero también eso puede llegar a ser frustrante para alguien que no termina de conectar con nada. El lenguaje, para eso, yo creo que es más honesto; aunque a veces también es muy hermético, y la poesía es un ejemplo de ello.
MW: ¿Qué es lo que más te preocupa a ti a la hora de ponerte a escribir? ¿En qué te interesas especialmente?
Daniel: Me intereso mucho en el tema. Lo que busco siempre es la idea, y cómo ser capaz de llevar esa idea a un plano cotidiano o sencillo, encarnándola en unos personajes y no siendo nunca muy claro, en el sentido de que no sea muy plano. Quiero decir, darle a una idea un aire más evocador y más sugerente, pero sin que esa idea se vuelva ni un jeroglífico ni un trabalenguas, claro. Yo tenia un profesor que me decía que un cuento nunca podía ser una adivinanza, y tiene razon porque, al final, sino pierde todo el sentido. Al final, en todos los cuentos tiene que haber un momento, por mucho que estés perdido, en que de repente encuentres la clave y digas: ah, vale, esto engancha con esto, y le da sentido a todo. Sino, se transforma en una adivinanza, y generalmente eso genera frustración, por lo menos a mí me pasa eso.
MW: Por último, como parece que estamos deseando que todos nos recomendemos cosas entre todos, me gustaría que tú nos recomendaras una lectura para estos días. Algo que hayas leído últimamente y te haya gustado, por ejemplo.
Daniel: Pues últimamente… Se me ocurre un libro que da un aire un poquito fresco a lo que está pasando con el confinamiento. Es un libro que se titula ‘Tierra de mujeres‘, de María Sánchez. Está enclavado en un ámbito rústico, rural, y yo creo que, sobre todo para las personas que están en la ciudad entre cuatro paredes en un piso, es como una ventanita de aire fresco. Y también… Otro libro que me leí hace poco y me gustó mucho, que es una historia muy dura que también se podría hacer una gran película de ella, es ‘Canción dulce‘, de Leila Slimani. El primero es más tipo ensayo, pero es muy poético, la autora trabaja muy bien con imágenes y con la memoria, y con recuerdos. El segundo es una historia muy bestia que podría ser una película de Michael Haneke perfectamente.
Comments