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Frank Tassone (‘La estafa’) y sus múltiples realidades

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Este artículo puede contener spoilers de ‘La estafa’. 

Alguien me dijo en una ocasión que lo más importante para convencer a alguien de algo es creer en ello. Un consejo que, en realidad, todos hemos dado en numerosas ocasiones. A ese amigo, a punto de cumplir los 18 años, al que le espetamos que entre con seguridad a la discoteca, que entonces no le pedirán el DNI. O a esa amiga que tenía que convencer a sus padres de que pasaría toda la tarde estudiando, en vez de de compras o dando un paseo. No siempre funcionaba, claro. Pero lo cierto es que en más de una ocasión nos hemos salido con la nuestra, aunque sin llegar al punto de creernos nuestra propia mentira. Ese fue el límite que sí sobrepasó Frank Tassone

Hoy no vengo a hablar de la persona real, sino del personaje construido por Mike Makowsky, Cory Finley y, por supuesto, Hugh Jackman. La sonrisa del actor australiano, que en tantas ocasiones ha generado todo tipo de fantasías en el público, provoca pavor ahora. La brillante interpretación que nos entrega en este largometraje es imprescindible para que nos creamos lo que vemos. No sólo lo que nos vende Tassone, sino también lo que nos cuenta Finley. Aquí, dirección, guión e interpretación generan un triángulo perfecto que encierra a un espectador con el que juega y al que sorprende. 

El Frank Tassone que vemos en ‘La estafa’, disponible en HBO desde el pasado viernes 5 de junio, es un hombre hecho a sí mismo. En el más estricto y literal sentido de la expresión. Este superintendente de educación, antes profesor de Literatura, construyó su carrera él solo, de la nada. Pero también se construyó la imagen de sí mismo que mostraba al resto del mundo. Y también la imagen que se permitía mostrarse cuando se miraba en el espejo. Ambas enormemente distanciadas de la realidad. Pero conectadas con la verdad que quería transmitir y transmitirse. Lo de convencer se le fue de las manos. 

Ególatra acomplejado

La estafa

El Frank Tassone que se muestra al mundo, con su sonrisa impecable, sus cremas y sus muchas operaciones de estética, se quiere mucho. Es un hombre seguro, que sabe de lo que habla y que se sabe querido. Hace uso de su imagen incluso para amansar a las fieras, en este caso a los padres de alumnos descontentos. Se sabe atractivo, se sabe deseado y se sabe exitoso. Pero sin embargo no pierde la oportunidad de mostrar una falsa modestia en cada aparición y en su relación con padres, alumnos y compañeros. Aunque cuando se pone su traje y sale de su casa se siente poderoso, no quiere que los demás le perciban como vanidoso o ególatra. 

Detrás de este egocentrismo y de este narcisismo, suele haber un trauma o un rechazo personal o externo oculto tras capas de sonrisas falsas y pretenciosidad. En este caso, no hace falta avanzar demasiado en el visionado de ‘La estafa’ para comprender que Frank Tassone se desprecia a sí mismo. O se despreciaba. Nunca fue suficiente, nunca se sintió bien ni con su forma de ser, ni con su forma de querer. Ni siquiera con su propia profesión. Disfrutaba de enseñar, pero la tendencia al olvido de sus alumnos era algo insoportable para él. Había nacido para ser recordado, para destacar, para ser el amo. Y en la clase lo era, conquistaba con sus lecciones. Pero no era único, simplemente era uno más al que olvidaban en cuanto la Universidad llamaba a sus puertas. 

Esa necesidad de dejar huella fue una de las razones por las que construyó una imagen diferente a la real, pero no fue la única. Ni la de mayor peso. Siempre entendió su homosexualidad como un obstáculo para lograr sus objetivos, además de como un motivo por el que ser discriminado. Por eso decidió ocultarla, inventar un matrimonio que le marcó y aprovechar su belleza para coquetear con las mujeres y tenerlas contentas. Ante el mundo, Frank es un hombre presumido, que guarda un luto eterno por su desaparecida mujer y que está casado con su trabajo. En casa, es un hombre encerrado en un matrimonio con otro hombre del que estuvo enamorado, pero que ahora le ata. Y también un ‘joven’ que sueña con vivir otra vida, lejos, sin lujos, pero con mucho amor y con mucha verdad.

Es cuando se encuentra con Kyle cuando, por primera y casi única vez, creo ver al verdadero Frank, arrancando las muchas máscaras que ha ido construyendo a lo largo de los años y dejando ver sus carencias, sus necesidades, sus miedos y sus anhelos. Un espejismo en medio del desierto. 

Creer para convencer

La estafa

Retomando el inicio del artículo, decía que para convencer a alguien de cualquier cosa, incluso de la más absoluta absurdez, tenemos que creer en ella. Esto es algo que Frank Tassone tiene muy interiorizado. Hasta el punto de que él mismo cree sus propias mentiras o su propio teatro. Tanto es así que, por momentos, el propio espectador creerá imposible que detrás de ese profesional entusiasta y cercano haya un delincuente. Es imposible que alguien que anima a sus estudiantes a perseguir sus metas, que lo da absolutamente todo por llevar a su instituto a lo más alto y que, además, tiene tiempo para atender a los padres uno a uno, sea un delincuente. 

Lo cierto es que lo es. En parte porque, en su día, fue un gran intérprete. Ahora mismo creo que, sencillamente, es un hombre con cierto desdoblamiento de personalidad. Por un lado, vemos que sabe quién es en realidad, aunque también dude por momentos acerca de sus verdaderos objetivos. Pero por otro, también observamos cómo no considera que haya cometido un gran crimen. Sólo se ha aprovechado de la situación para mejorar su vida, pero sin perder de vista en ningún momento su meta profesional. ¿Qué hay de malo en ello? Se pregunta. Si todo el mundo estaba contento con su trabajo, si le aplaudían absolutamente todas sus decisiones y palabras y si sus acciones tenían las consecuencias esperadas, ¿qué podría haber de malo en ello?

Supongo que, en una importante parte, Frank Tassone es una víctima más del sistema del que se aprovechó. Una persona que no pudo ser quien era por culpa de una sociedad homófoba que no termina de avanzar. Un profesor con vocación que vio como ésta se esfumaba por culpa del sistema. Y un hombre fácilmente corrompible, que entró en un torbellino de autodestrucción del que no supo salir a tiempo.

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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