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‘Skin’: la necesidad y las relaciones tóxicas

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'Skin'

Hablamos mucho de las relaciones tóxicas y somos expertos en identificarlas cuando no somos nosotros los protagonistas de las mismas, pero generalmente se nos olvida analizar un pequeño detalle: de dónde surgen. Estamos cansados de debatir acerca de cómo esa persona o la otra han terminado en una relación que es más un callejón sin salida que otra cosa, cómo han dejado de quererse a sí mismas y cómo se han convertido en la sombra de lo que siempre fueron. Pero lo cierto es que no nos paramos a pensar en el origen, donde generalmente radica la explicación de todo. Es de esto de lo que nos habla, entre otras muchas cosas, ‘Skin’, en cines desde el pasado viernes 6 de marzo. 

La película nos presenta a Bryon Widner, un joven perteneciente a una organización supremacista blanca que presume de poseer un extenso historial policial. Pese a su juventud, es uno de los criminales más vigilados y temidos de la zona y uno de los principales rostros secundarios del movimiento neonazi dentro de Estados Unidos. Le conocemos como un ser despreciable, que dedica su vida a odiar y su día a día a beber y participar en las actividades convocadas por la organización. Un ser que no parece conservar ni un resquicio de humanidad y que sólo desprende algo de empatía cuando se relaciona con su perro, el único ser vivo que parece importarle y al que le concede los derechos que le niega al resto, especialmente a quienes no entran dentro del asqueroso concepto de ‘raza aria’. 

Esta es la imagen inicial que se crea en la mente del espectador tras ver los primeros compases de la cinta. Pero, sin embargo, es una concepción del personaje que no tarda en desmoronarse. A Bryon sólo le hace falta conocer a una persona que le quiere bien y que le da la libertad de ser quien realmente es para desear con todas sus fuerzas salir del callejón en el que él mismo se metió. Una salida que, por momentos, se antoja una utopía que, como la propia definición de la palabra señala, es imposible de conseguir. 

'Skin'

La relación de Bryon con quienes llama Ma y Pa y con la organización en sí es de lo más tóxico que he visto en una pantalla. No sólo por la imposibilidad de cambio y de salida, sino por todo lo que hay detrás. En ‘Skin’ vemos con claridad el infierno al que se enfrentan los miembros de estas organizaciones que, después de abrir los ojos, se plantean una transformación total de su vida y de sí mismos y deciden salir de ellas. Los líderes de las mismas no sólo buscan convencerles a través de todo tipo de métodos, sino que están dispuestos a acabar con sus vidas antes de permitir que salgan de la burbuja de odio que ellos mismos han creado. En casos así, lo observamos desde nuestros juicio previo, que nace de sus atroces acciones, pero si eliminamos todas las capas que nos acompañan y miramos de manera totalmente pura y objetiva solamente veremos una cosa: maltrato

La de Bryon y la que consideraba su familia es una relación tóxica porque no puede salir de ella, pero también porque le impone quién debe ser y cómo debe comportarse. Le impone unos ideales en los que, probablemente, ni siquiera se ha parado a pensar. Le impone un odio que, en realidad, no se corresponde con él. Y es una relación tóxica porque nace de una necesidad casi sobrehumana de la que los maltratadores se aprovechan, tomándola como lazo de unión y utilizándola como base del chantaje inmejorable que alimenta sus organizaciones. Cuando Bryon se encontró con Ma y Pa era un joven completamente abandonado, que no tenía comida que llevarse a la boca ni amor que le abrazara, y que encontró en ellos un refugio que le permitiría continuar viviendo, bajo un techo, con el estómago lleno y sin pasar frío. 

Un encuentro que, tal y como nos muestra ‘Skin’, no fue algo casual. Estas sanguijuelas dedican una importante parte de su tiempo a identificar a sus víctimas a buscarlas en lo más bajo y oscuro de la sociedad y en el punto más extremo de la necesidad, para presentarse ante ellas como salvadores, como si fueran una tabla de madera en medio del océano. Así se alimentan ellos y así alimentan sus organizaciones, a las que disfrazan de familia con un falso amor que lo único que hace es atar a aquellos que lo necesitan y que no encuentran otra salida. 

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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