Lo reconozco: ‘The Walking Dead’ ha vuelto a sorprenderme. Ha pasado mucho tiempo desde la última sorpresa gorda que me llevé con esta serie, pero aquí estamos de nuevo. Si hace unos días me lamentaba de la poca valentía que (siento) están teniendo sus responsables a la hora de elegir los caminos que siguen los personajes y las tramas, ahora les felicito por este giro de guion que me ha dejado perpleja. Cuidado con los spoilers, que esta vez sí hay.

En este séptimo episodio de la décima temporada ha seguido creciendo la tensión entre nuestros protagonistas y los Susurradores, también la tensión entre nuestros protagonistas y la tensión entre los Susurradores. Como dos bandos enfrentados, y también como dos bandos que tienen problemas internos. Aaron (Ross Marquand) y Gamma (Thora Birch) se acercan y se alejan, se tantean y se ponen a prueba. La batalla parece ganarla Gamma, de nuevo manipulada, mental y físicamente, por Alpha (Samantha Morton).

Hasta que aparece Lydia (Cassady McClincy). Recordemos que Alpha les había hecho creer a los Susurradores que había sacrificado a su propia hija por el bien de todos; ese sacrificio se entendió de esta manera: para Alpha, importa la horda y su modo de vida más que cualquier otra cosa, incluida la familia, los lazos de sangre. Que Gamma vea a Lydia es un punto de inflexión, porque entiende que ella sí ha sacrificado cosas; a su hermana, concretamente. Ese descubrimiento tendrá consecuencias.

Pero también tendrá consecuencias para el lado de los buenos. Carol (Melissa McBride), en su empeño por destruir a los Susurradores, también hace sacrificios: la inocencia, el bienestar y la confianza que Lydia había depositado en ellos, en las Comunidades y su forma de vida, se va al traste cuando comprende que ha vuelto a ser utilizada. Carol la utiliza para abrir una brecha en la sumisión de los Susurradores ante Alpha, y Lydia, lejos de aceptar que puede ser una buena manera de destruirlos, decide dar un paso atrás. Decide volver con su madre. Y esto tendrá consecuencias también, claro. Ya puedo imaginarme a Daryl (Norman Reedus) mirando a Carol como si hubiera perdido la misma fe que Lydia ha perdido en las Comunidades.

Y eso que en estos últimos episodios Daryl y Carol han estado más cerca que nunca. Se habla de romance (de nuevo), y no me extraña teniendo en cuenta esa mirada de Daryl a las bellotas unidas, bellotas que Carol empleó para hacerle ver a Daryl que no tiene que estar solo. Ahora bien: ¿su bellota es Carol, es Connie (Lauren Ridloff) o es simplemente una esperanza, una concesión a sí mismo? Sea como fuere, agradezco que por fin se decanten por explorar este lado torturado del mejor personaje de la serie; no porque necesite un romance, Daryl no necesita nada de eso para ser interesante. Lo agradezco porque lo conoceremos más, y eso siempre lo necesitamos.

Pero lo que sobre todo necesitábamos era ese giro de guion. Empezamos. Siddiq (Avi Nash) sigue sufriendo por lo sucedido con los Susurradores. A su cabeza siguen acudiendo reminiscencias, recuerdos borrosos, sonidos, imágenes en forma de flashes, a veces sin sentido aparente. Todo le afecta. Es incapaz de ejercer su trabajo, y se siente culpable por los errores que comete y que están costando vidas. A punto está de acabar con la suya, pero Rosita (Christian Serratos) acude en su ayuda. Le hace ver que necesita superarlo y avanzar; quizá no olvidar, pero sí avanzar, porque las Comunidades necesitan de sus conocimientos de medicina y también de su bondad, de su amistad, de su apoyo. Siddiq parece convencido, y de hecho parece estar a punto de despertar. Pero para despertar es necesario abrir los ojos, y lamentablemente se los cierran cuando por fin los abre.

Dante es uno de los Susurradores. Es un infiltrado. De hecho, es la persona que obligó a Siddiq a mantener los ojos abiertos mientras Alpha decapitaba a sus amigos y amigas en aquella fatídica noche. Siddiq se ha lamentado, durante todos los episodios vistos, de haber sido un cobarde incapaz de ponerse en pie y luchar por quienes eran su familia, pero lo cierto es que no pudo hacerlo porque Dante lo mantenía aprisionado, susurrando en su oído de manera continua esas palabras: abre los ojos.

Siddiq lo descubre a través de una de esas reminiscencias, en un momento en que Dante parece estar disculpándose por haber terminado con la vida del Susurrador que Carol capturó y por no haber sido lo bastante precavido con el mantenimiento del agua, la causa por la que Rosita, Cheryl y otros cayeron enfermos. Pero Siddiq deja de escuchar sus palabras de amistad y consuelo, y entonces escucha al verdadero Dante. Forcejean, y la pelea termina con Siddiq muerto.

Y es uno de esos giros de guion buenos, porque me ha dejado perpleja, porque no lo esperaba, pero eso no significa que se lo hayan sacado de la manga y no tenga sentido alguno. Al contrario. No solo tiene sentido: además nos habían ido dejando pistas sobre lo que estaba sucediendo, pero, casi como si nos mimetizáramos con Siddiq, no teníamos los ojos abiertos. Ha sido un buen capítulo.