Hablemos de pueblos franceses. Hablemos de pueblos de Francia que parecen haberse quedado detenidos en el tiempo, en otra época, lejana pero, de alguna forma, cercana. De la belleza y el encanto de sus calles, de la inmensidad de los paisajes que los rodean, de lo bien que se come, de esa sensación perenne de estar viviendo en una simpática comedia francesa, de esas que siempre acaban bien. Hablemos de todo esto, poniendo nombres.
Belcastel, el tranquilo paseo que necesitas
Este pequeño pueblo espera al visitante en la región de Occitania, concretamente en el departamento de Aveyron. Esta es, con mucho, una de las zonas más bellas de Francia. Belcastel sirve para ejemplificar esta afirmación. La primera vista que uno obtiene del pueblo es impresionante, con su hilera de casas medievales coronadas por el castillo, construido en el siglo XI. Mucho tiempo antes, en el siglo V, ya había comunidades poblando la zona. Belcastel es tranquilo, precioso y está rodeado de naturaleza. Es un imprescindible.
Conques, el más bonito de Francia
Cerca de Belcastel espera el que tiene la fortuna de contar, según muchas opiniones, con el título de “pueblo más bonito de Francia”. Lo cierto es que Conques, que descansa en la ladera de la montaña, es una preciosidad. Puede llevar con orgullo ese concepto últimamente tan manido, pero tan real en muchas ocasiones, de ser un pueblo de cuento. Entre sus construcciones antiguas, sus formas imposibles y sus calles empedradas, el viajero se sentirá, en seguida, atrapado en la Edad Media.
Eguisheim, el de ‘La Bella y la Bestia’
En la siempre mágica Alsacia francesa nos espera este pequeño pueblo del que ya hablamos en su día, cuando rescatamos los rincones en los que puede estar inspirado el pueblo de ‘La Bella y la Bestia’. Se ha dicho muchas veces que Eguisheim es la hermana pequeña de Colmar, esa preciosa ciudad de los canales y la arquitectura irresistible. Se parecen mucho, pero Eguisheim es un pueblo como tal. Ronda los 2.000 habitantes y la mejor manera de conocerlo es pasearlo sin mapas. Cuenta con una distribución muy particular: a partir de la muralla, sus calles forman una especie de anillo que parece proteger el interior. Podéis imaginar la experiencia que es recorrerlo.
Gordes, la historia viva
La historia de Gordes se remonta al siglo XI, y es una historia viva porque puede adivinarse en la misma construcción del pueblo. En una colina, donde sus primeros habitantes buscaban protegerse y defenderse. Da la sensación de que Gordes, en el corazón del macizo Luberon, no ha cambiado demasiado con el paso del tiempo. Puede visitarse su iglesia del siglo XII, el castillo que nació con el mismo pueblo y la Abadía de Senanque, cerca del pueblo, que todavía está habitada por monjes cistercienses.
Najac, el pueblo de una sola calle
Volvemos a Occitania, volvemos a Aveyron. Ya hemos dicho que es una de las regiones más hermosas de Francia, y Najac contribuye a afianzar esta creencia. Entre bosques, en una colina, en un promontorio rocoso fruto de un meandro del río Aveyron que da nombre a la zona, Najac sorprende con su forma alargada, sinuosa, diferente. Existe en una única calle, vigilada por un castillo construido a mediados del siglo XIII. Sorprenderá la tranquilidad de la zona y el modo particular de vivir en este lugar.
Rochefort‑en‑Terre, flores y más flores
Pasemos a la Bretaña y viajemos hasta uno de los pueblos más cuidados del país. Durante todo el año, darse un paseo por Rochefort-en-Terre es disfrutar de una estética propia, conseguida con el esfuerzo de todos los vecinos. Flores de todos los colores, olores y tamaños son las protagonistas de las calles empedradas, donde descansan casas antiguas. El castillo de Rochefort-en-Terre fue construido en el siglo XIII, y ese aire antiguo puede respirarse en todos los rincones del pueblo. Es historia con olor a flor. Insuperable.
Salers, una preciosa comuna medieval
Salers es uno de esos pueblos de Francia que pueden sorprender desde el mismo momento en que se descubre su existencia. Ubicado en la región de Auvergne, este pueblo medieval forma parte del departamento de Cantal, nombre obtenido del mismo macizo montañoso que vigila la vida del lugar. Vamos a las peculiaridades: la actividad volcánica de la zona propició que numerosos asentamientos fueran construidos con la piedra negra característica que se advierte en sus construcciones. Salers, por tanto, es un fenómeno distinto y muy bello, que palpita, al menos, desde la Edad Media.
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