El último show
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Álex Rodrigo: “la premisa era que en esta serie no podíamos generar personajes mayores que sean secundarios”

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Le digo a Álex Rodrigo que no podría hablarle de todas las escenas que se me han quedado grabadas de ‘El último show’ porque no terminaríamos nunca; y se ríe, pero es verdad. Las manos de Miguel Ángel sobre Pilar (Luisa Gavasa), las manos de Pilar sobre Miguel Ángel, ese “mereces lo que sueñas”, primero de Álvaro Morte y después de Claudia (Laura Labrador), Miguel Ángel girando y girando como siente que su vida gira y gira sin poder manejarla por completo… Esta última sí se la menciono, porque me parece imprescindible para entender esta ficción y lo que han querido contar en ella. Marianico el Corto quiere ser otra persona; quiere ser quien realmente es, o sea Miguel Ángel, y no el personaje que creó para un escenario, al que no deja por lo anterior de querer. Busca su sitio, y tiene una vida propia de la que preocuparse. ¡Con setenta años! Pues sí, porque sigue habiendo vida hasta el final.

El último show’ es una serie tierna, melancólica y divertida, cercana y honesta, con mucho corazón. Álex Rodrigo la ha hecho nacer y crecer con un buen equipo a su lado, de maños en su mayor parte. Podéis disfrutar de ella en HBO; es de lo mejorcito que vais a ver este año. Disfrutad también de la entrevista.

Me empecé a obsesionar con el qué hay detrás del humorista, qué inquietudes hay detrás de esa boina que se ponen, y un montón de cosas a las que luego, cuando fui creciendo y teniendo la vocación de contador de historias, empecé a dar muchas vueltas

Miguel Ángel Tirado en ‘El último show’

MEW Magazine (MW): ¿Cómo y por qué nació ‘El último show’?

Álex: Pues nace un poco de una anécdota de niño. Nos llevaron con el cole a la tele de Aragón, a finales de los 90, poco después de ‘No te rías que es peor’, y estaba allí Marianico, Miguel Ángel. Estaba fuera del plató, se había hecho de noche y estaba mirando las estrellas mientras fumaba. Entonces nos acercamos como “hostia, mira, que es Marianico el Corto, el de la tele”; nos acercamos simplemente por estar cerca del famoso y conocerle. Y el tipo nos dijo -a ese grupo de chavales de 10 años- en vez de contarnos un chiste: “fijaos lo inmenso que es el universo con todas esas estrellas y lo pequeños que somos los humanos”. Nos chocó muchísimo, yo cortocircuité mogollón. Y me empecé a obsesionar con el qué hay detrás del humorista, qué inquietudes hay detrás de esa boina que se ponen, y un montón de cosas a las que luego, cuando fui creciendo y teniendo la vocación de contador de historias, empecé a dar muchas vueltas. Y empezó a derivar en algo… no tanto en algo metafísico, que era como mas difícil ponerlo en cuanto a una motivación de un personaje de ficción, sino en qué pasaría si él, en realidad, es un tipo súper cultivado, que admira mogollón el arte críptico, enigmático y surrealista de otro aragonés, que también me venía guay, que es Buñuel. De esa anécdota surge un poco la trama de “Marianico el Corto no quiere ser Marianico el Corto sino que quiere hacer otras cosas”.

Y al principio tenía una idea como de comedia más disparada, pero al conocerle a él en persona me di cuenta de que el foco de la historia no podía ser un ‘¿Qué fue de Jorge Sanz?’, por el tipo de personaje que tenía delante. No podíamos vivir del mundo del canalla, porque además creo que el perfil de cómico normalmente tiene ese punto un poco de canalla, incluso egocéntrico, de ser un poco el foco de atención, como el gracioso un poco buller de la clase, y de pronto Miguel ángel era como el anti cómico. Era como una especie de alma blanca, tierna, que me dejó muy flipado. Sigue habiendo momentitos de gamberrismo, pero el trasfondo y, digamos, el foco y de lo que vive la serie, sobre todo es la ternura. De eso me di cuenta al conocerle en persona.

MW: Es súper curioso porque la serie parte y se desarrolla de una renuncia del protagonista a la comedia, y podría pensarse que entonces es una serie que reniega de la comedia, pero es al contrario. Yo la he sentido como un homenaje hacia quienes nos hacen reír. A la hora de construir esta especie de dualidad, ¿qué estructura, qué pasos, qué emociones habéis seguido?

Álex: Yo estaba rodando ‘El Embarcadero’ cuando dieron luz verde a la propuesta que había hecho, y era consciente de que tampoco podía entregar el cien por cien de mi tiempo a escribir. Y dije: venga, pues vamos a hacer un equipo, arrancamos el proceso entre mis dos proyectos y mientras ruedo ‘La casa de papel’ me retiro un poco menos y participo en las escaletas, pero en los diálogos no. Y a la hora de armar el puzle de guion tenía claro que necesitaba, por un lado, alguien que fuese muy fuerte en comedia, que en este caso es Enrique Lojo, y alguien que fuese muy fuerte en drama emocional, que en este caso es Sara Alquézar. Tuve muy presente eso incluso a la hora de configurar el equipo, porque como una de las dos patas estuviese mal se iba a quedar una serie de cartón, o pretenciosamente lacrimógena o una comedia ligera. Entonces, sí, fíjate, tuvimos muchos debates sobre si nos estábamos oscilando demasiado hacia el drama o si hay momentos en los que quedaba demasiada comedia, pero sí que es verdad que teniendo en cuenta que el global de cada capítulo no podía ser demasiado de una cosa o de otra, nos dejamos llevar bastante por un: “si es comedia, pues vamos a dispararla”. No tengamos miedo de que (Miguel Ángel) se meta en una productora porno y unos enanitos cachas se desnuden a su lado porque así piensa que va a hacer su peli surrealista (risas). Y en los momentos de drama… ¿En serio le vamos a hundir? En el capítulo siete, que lo acabé escribiendo más yo, a veces me daba palo, en el monólogo final, por decir… ¿Me estoy pasando? Pero nos dejamos llevar un poco por ese flow de decir: vamos a hacerlo épico, tanto en la comedia como en el drama.

Yo creo que un poco la premisa era que en esta serie no podemos generar personajes mayores que sean secundarios, en un rol entre el cuidador, el psicólogo o el bastón de las tramas que crecen, que son las de la generación posterior, sino que lo importante de ellos es que tienen una vida por delante que tienen que gestionar.

MW: Así lo he sentido yo. Y también la he sentido como un homenaje a muchas cosas; hasta a Buñuel. Pero quiero que me digas tú si, al principio, hablasteis o tú mismo pensabas… Vale, con esto vamos a homenajear a ese montón de cosas. De ser así, ¿en qué pensabas? ¿A qué sientes que habéis podido homenajear con esta serie?

Álex: Hay algo como muy global, que creo que lo homenajea el noventa por ciento de las comedias y gran parte del cine, que es a los que pierden en lo práctico y ganan al final en lo emocional. Los pequeños perdedores de la vida, gran parte del cine habla de ello. Pero creo que es un gran homenaje a la tercera edad; tengo esa sensación, así como lo que más. Lo que hace especial a la serie es que el prota tenga setenta años. Viendo ahora la serie, creo que también me ha generado mucho retortijón emocional el hecho de que haya sido durante el coronavirus la emisión en HBO, los comentarios que había… El gran fallo que tenemos como sociedad disfuncional dejando que mueran no sé cuántos ancianos en residencias que no se hacen cargo de ellos. Las miserias y el egoísmo que tenemos generacionales hacia la tercera edad… Creo que ahora mismo, durante el coronavirus, también catapulta un poco esa vertiente que tiene que ver con lo generacional. Y con la épica, aunque a veces sea más graciosa y absurda y otras más seria y trascendental, de la tercera edad.

Y, por otro lado, de una forma aunque sea un poco más superficial, al espectáculo de los noventa y a la televisión de los años noventa. Yo cuando escribí el monólogo de Chusé que dice “antes sí que generábamos fantasía en un escenario, con Marianico el Corto y el Señor Barragán, y ahora un gafapasta se sube contando cuatro chistes de su ex novia y se cree que está haciendo arte, eso no es fantasía…”. Eso lo dice desde un señor mayor enfadado, porque ya las cosas no son como él quisiera que fueran. Pero creo que los que hemos escrito esto, sobre todo hablando por mí… Hay algo que me ha tocado en los noventa, que ha sido como la infancia más tierna, en ver esas galas donde todo es fastuoso, el brillo, la purpurina, los trajes de lentejuelas, el “más es más” de las galas de José Luis moreno, los cómicos que no son nada sutiles, que se crean el personaje del paleto y el personaje del homeless, o Pedro Reyes… y hacen un humor súper histriónico creándose un personaje… Esa fantasía de que no te lo cuelo como una fantasía real y no intento ser sutil, aunque desde la madurez un poco más intelectual lo puedo juzgar como que pueda parecer muy básico, creo que tiene un valor que si lo perdemos del todo es una pena.

MW: Retomando el tema de las personas mayores, de las personas de la tercera edad… Cuando construíais el personaje de Miguel Ángel y también el personaje de Pilar, ¿qué sabíais que teníais que reflejar en ellos al cien por cien? Por ejemplo, yo he sentido como fundamental en ellos que siguen teniendo una vida, con sus deseos, sus miedos, sus ilusiones. Que no son sólo los abuelos, que también, pero tienen una vida como la tengo yo.

Álex: Lo acabas de definir de puta madre (risas). Es tal cual. Yo creo que un poco la premisa era que en esta serie no podemos generar personajes mayores que sean secundarios, en un rol entre el cuidador, el psicólogo o el bastón de las tramas que crecen, que son las de la generación posterior, sino que lo importante de ellos es que tienen una vida por delante que tienen que gestionar. No en lo luminoso y bonito de “ay, me queda toda la vida por delante y hay que vivirla”, no: tengo movidas que gestionar en primera persona. Tu vida no solo consiste en ayudar a que las siguientes generaciones gestionen lo suyo, sino que tú en primera persona tienes retos, ilusiones, miedos y fracasos por delante. La premisa era esa, en cada conflicto que ocurra en ellos, aunque a veces sí tenga que ver con que Pilar se alegre porque su hija tenga un trabajo y la apoya. Pero lo que tiene que ser más importante es lo que ella vive en primera persona, en una relación de amor, en la relación con su cuerpo y en toda la dimensión que tiene que ver con uno mismo y no con ser el apoyo de alguien.

Que de pronto se estén tratando de igual a igual, y a veces incluso Claudia con más madurez que Miguel, era como una forma de decir que generacionalmente todos tenemos nuestras mierdas de identidad, de no saber por dónde tirar en esta vida loca. Le pasa a la estrella quemada y le pasa a la flor que está saliendo

MW: Y con respecto a los personajes secundarios, por ejemplo Chusé o Claudia, ¿qué queríais que reflejaran, en torno a Miguel Ángel y también por sí mismos?

Álex: Pues fíjate… En el caso de Chusé, por ejemplo, me gustaba muchísimo que precisamente Miguel Ángel lo que tuviese es una persona… Normalmente tú pones al protagonista como que tiene ese sueño que cumplir y lo cumple o no lo cumple, ¿no? Pero aquí lo guay es que su sueño o su posible trayectoria como Marianico el Corto está únicamente reflejada en la obsesión de su representante. Hay como una doble moral en él, que a mí me resulta muy interesante, que es como soy un poco canalla, a veces me aprovecho, pero ahora mismo en España soy el mayor fan, fan de verdad, tanto que si no pudiese ser tu representante pagaría cada semana una entrada para estar en primera fila y no parar de reír. Para mí Chuse era la voz del show must go on de alguien a quien ya se le han pasado las habichuelas pero quiere seguir en el ruedo siempre. Y, por otro lado, me resultaba un Sancho Panza muy interesante que por altura estaban como invertidos; como que Chusé es Quijote y Miguel, Sancho Panza. La imagen de los dos en el capítulo 1, en la radio, cuando al final se van hablando de sus cosas… era una imagen muy de Quijote y Sancho. Para mí, Chusé representa lo que yo he vivido con Miguel Ángel caminando por Zaragoza, antes de la serie, mientras rodábamos. Es un poco esa parte de la sociedad que no quiere que las cosas dejen de ser nunca así, porque esa forma de entretenimiento, de humor, de vivir la vida les hace muy felices. Con algún resquicio un poco de casposismo, claro (risas). Es como la cara B de la misma moneda.

Y con Claudia… Sobre todo, intentar jugar como espejo la tragedia de la adaptación en un adolescente, que es la misma tragedia de la adaptación que está viviendo Miguel, pero dos generaciones posteriores. El qué quiero ser yo frente a qué quieren los demás que sea. En esa crisis de identidad de “no sé quién soy”, es interesante que lo atraviese una persona de 70 años porque es un poco volver a la adolescencia, y como espejo está esa persona que en unos momentos le sirve de apoyo a él, y en otros momentos él de apoyo a ella. Que de pronto se estén tratando de igual a igual, y a veces incluso Claudia con más madurez que Miguel, era como una forma de decir que generacionalmente todos tenemos nuestras mierdas de identidad, de no saber por dónde tirar en esta vida loca. Le pasa a la estrella quemada y le pasa a la flor que está saliendo, ¿sabes? De pronto descubro la sexualidad, creo que toda la gente de mi clase es mucho más infantil que yo, pero a la vez estoy obligada a relacionarme con ellos, me encuentro un pavo que parece que es especial, pero luego resulta que es un loco delincuente, pero luego tiene su corazón.. Entonces, bueno, quiere encontrar su sitio. Molaba mucho que el encontrar su sitio se viese en un personaje que es generacionalmente tan opuesto a Miguel.

MW: Claro, porque Miguel está intentando hacer lo mismo, y no le dejan.

Álex: Absolutamente.

MW: Hay una escena que yo la sentí muy guay… En el plató de televisión, cuando le hacen la entrevista a Miguel Ángel, rueda sobre sí mismo en la silla, con la mirada perdida, y yo pienso… Es que está pensando que están manejando su vida sin que él tenga ningún poder de decisión, no está siendo la persona que quiere ser, y se deja llevar, rodar.

Álex: Absolutamente.

MW: Ahora cuando piensas en toda la influencia que pudo tener Marianico entonces en ti… ¿Qué puedes decirme de ello? Ahora, con el paso de los años. ¿Cómo sientes que influyó en ti?

Álex: Esa es muy buena, ¿eh? (pausa) Yo creo que la reflexión que me produjo ese encuentro me ha hecho también pensar mucho sobre el tema este de la identidad y de cómo todos tenemos una especie de traje, aunque no tenga boina y fajín, ¿no? Todos tenemos un traje, él encima del escenario pero el resto de seres humanos en lo social, en lo laboral, a veces incluso en lo romántico. Entonces: ¿cómo soy yo sin el traje? ¿Realmente me conozco a mí mismo sin el traje? Y eso, a raíz de ese encuentro, ha sido algo que me ha comido bastante el tarro, durante estos años.

MW: Y haciendo un poco balance de lo que ha sido la experiencia, ahora que además ya la ha visto el público, ¿qué te llevas de ‘El último show’?

Álex: Yo creo que me llevo… Por un lado, que es como el sueño realizado de un niño, como una de estas ideas que todos los guionistas tenemos que siempre consideramos que es improducible. En plan: bueno, pues esta me la reservo para contarla con mis colegas más cercanos, que son cinéfilos y seriéfilos, y con una cerveza poder decir: cómo molaría una serie con Marianico, pero nadie va a producir eso (risas). Entonces, que de pronto se haya producido y haya acabado en HBO… es casi como un sueño de niño, en todos los aspectos. En que a mí me tocó de niño con esa anécdota, y en acabar con tu serie en HBO pues también. Como que se ha completado un poco el círculo en ese sentido.

Y por otro lado… Hay algo como más de la tierra, de decir: joder, los aragoneses a veces somos un poco capullos de pesimismos, de no creernos nada, sobre todo con ese sentimiento de inferioridad. Como que siempre es “qué listos los vascos, los catalanes, en Madrid se hace todo y aquí nosotros no…”. Y de repente con un equipo de prácticamente la totalidad o la gran mayoría de aragoneses haber hecho algo que se ve tanto fuera y que se aprecia fuera… Es que es nuestra primera serie. Que una realidad como tan local y tan regional guste fuera, sin ser yo especialmente nacionalista… Hay algo ahí de maño exiliado. De decir, ojalá hubiera una industria en mi tierra y vivir ahí, pero no la hay. Entonces hay como una espinita ahí de maño exiliado, de que rellenas esa cicatriz. Y eso también es muy bonito.

MW: Además de ‘El último show’, por último, me gustaría que me recomendaras una serie o una película, que hayas visto últimamente o que te haya gustado especialmente.

Álex: Pues mira, yo soy muy fan, y acaban de sacar la segunda temporada, de ‘Lo que hacemos en las sombras’. Además, creo que en la cuarentena ver comedia, para nuestras cabezas, va muy bien. Es una serie con la que me río mucho porque la propia premisa es genial; el coger un concepto de falso documental y llevártelo a una historia de vampiros. Ya a partir de ahí, todo lo que surge… De guion es brutal. Y de peli… Pues aprovecho para recomendar ‘Asamblea’, de Álex Montoya, que está ahora en Filmin. Creo que tiene unas reflexiones muy ácidas y muy chulas.

Judith Torquemada
Periodista, feminista, marvelita, Taylor Swiftista. Escribo sobre cine, libros y música. Se me da bien aprenderme letras de canciones y enamorarme de personajes ficticios. Aragorn dijo: por Frodo. Lo suscribo y lo amplío: por Ned Stark. Yo soñaba cada día poder alcanzar la playa, desde aquí, desde mi casa. Tomorrow there'll be more of us.

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