TVE ha estrenado su última apuesta de ficción: ‘Promesas de arena‘, basada en la novela de Laura Garzón. En el reparto, Andrea Duro, Blanca Portillo y Daniel Grao, entre otros nombres reconocibles, además de algunos rostros que quizá sean nuevos para el público general, como el Marcel Borras, pero que funcionan con solvencia.
Este primer capítulo de ‘Promesas de arena’ resulta entretenido, aunque tampoco deja otra opción. Quiero decir: si tienes ganas de ver una serie, encontrarás esta entretenida porque presenta tantas cosas, tantos hilos de los que tirar y tantos personajes con un carácter tan marcado desde el principio a los que intentar conocer, que simplemente te prestas a ello y te dejas llevar. Mi madre, que como he dicho en más de una ocasión es la persona con la que más me gusta ver series, opina que no es un mal principio, aunque sea lo mismo de siempre. No le ha aburrido, me dice, y creo que esa es la intención de la mayoría de las producciones destinadas al prime time de este país, así que por ese lado, enhorabuena. Objetivo conseguido. A mí tampoco me ha aburrido, aunque esto no significa que me haya convencido.

Creo que patina en el guion, a veces forzado, a veces inverosímil, y encuentro en que es lo mismo de siempre el problema de siempre. Me gustaría que esta ficción, que nos traslada a una tierra que sentimos tan lejana y desconocida como Libia, sirviera para algo más que presentarnos una historia de amor imposible en un escenario exótico, donde una serie de personajes se han establecido huyendo de conflictos personales que dejan en España y dispuestos a vivir aventuras de occidentales. Espero que se me entienda.
Me gustaría que realmente hablara del trabajo de los cooperantes en tierras donde abunda el conflicto, las injusticias y el terror de las guerras, me gustaría que realmente nos mostrara otras realidades, y que se hiciera con justicia y con respeto. Espero que, en este sentido, hayan sido lo suficientemente ambiciosos como para atreverse con ello, porque creo que al prime time de este país le vendría muy bien una serie así, que parte, como ya he dicho, de un ritmo narrativo entretenido. No me molesta esa historia de amor prohibido, aunque sea también lo de siempre, pero ojalá se aprovechen todos los demás ingredientes que nos han presentado.
Por ejemplo, el hecho de que dos de sus protagonistas sean educadores sociales puede servir para hablarnos de una infancia que también sentimos lejana; de educación, de miedos, de traumas, de marginación, de futuros, de ayuda y cooperación. No creo que sea pedir demasiado una ficción que enseñe además de entretener, y que en este primer episodio se haya pasado de puntillas por asuntos relacionados con todo esto me ha dejado un poco fría en el momento, pero como soy una persona positiva confío en que ha sido así porque se profundizará en ellos más adelante.

En definitiva: veo los ingredientes y los aprecio, pero me ha faltado chispa y seguridad en el guion, me han sobrado problemas gratuitos y me han faltado problemas reales y cohesión entre escenas, pero espero que este interesante punto de partida haya sido abordado con la ambición suficiente como para distanciarse y diferenciarse de lo de siempre.
Veo el primer capítulo… La protagonista, más que en un lugar en guerra, parece que está en un desfile de modelos ¡qué mala! El resto, salvable. Veremos cómo se desarrolla y si, de verdad, toca el tema central “el trabajo de los cooperantes”