El poder de la ficción y de plataformas como Netflix ha logrado que el rostro de Pablo Escobar se haya difuminado en los últimos años. Tanto que hay quien, irremediablemente, relaciona su nombre con la imagen de un Wagner Moura bien caracterizado. Pero que, honestamente, poco o nada tenía que ver con el sanguinario líder del cartel de Medellín. Esta difuminación no sólo se ha producido con la imagen física de Escobar, sino también con su propia historia y sus propias acciones.
Aunque ‘Narcos’ nos muestra su lado más cruel, así como las muchas vidas inocentes que se llevó por delante, el carisma del personaje gana por momentos. Y dependiendo de la persona. Yo misma me dejé llevar en su día por la fiebre de “plata o plomo” y de los “hijueputas”, alejándome completamente de la oscuridad que en realidad dominó el reinado del colombiano. ‘Caza al hombre’, libro escrito por Steve Murphy y Javier Peña, me ha ayudado a regresar a esa realidad.
En sus poco más de 300 páginas, los dos agentes de la DEA, los de verdad, repasan los años que pasaron tras la pista de Pablo Escobar. Lo hacen en primera persona, tirando de recuerdos y de una sensación que se mantiene viva en ellos. También apelando a sus motivaciones, cuyo origen se encuentra mucho tiempo antes de haber escuchado el nombre del narcotraficante por primera vez.
Estas motivaciones y el pasado de Murphy y Peña se exploran en los primeros compases del libro, quizá los más complejos para el lector. Porque llegará a las primeras páginas de ‘Caza al hombre’ deseando leer sobre la huida de Escobar, sobre su reinado en Colombia y sobre aquellos capítulos que no han llegado a nosotros a través de la ficción. Y, sin embargo, se encontrará con las historias personales de dos jóvenes agentes que querían marcar la diferencia. Pero, en el caso de que haya una pequeña crisis de confianza, quedará en eso. En algo insignificante que se olvida en cuanto uno se sumerge en la lectura.
En mi particular viaje por las vidas de Steve Murphy y Javier Peña y por su ‘caza’ a Pablo Escobar, viví esa minúscula crisis. Precisamente por lo que comentaba. Estaba deseando que me hablaran del narcotraficante, saber si los agentes habían pasado miedo en Colombia y si lo que había visto en ‘Narcos’ tenía más de realidad o más de ficción. Pero la pasión y la honestidad con la que ambos comparten sus vivencias no tardó demasiado en convencerme y en sumergirme en sus mundos particulares. Mucho antes de que pisaran por primera vez el país latinoamericano. Incluso antes de convertirse en agentes de la DEA.
Personalmente, a la hora de leer ‘Caza al hombre’ y, sobre todo, de conectar con sus dos autores y protagonistas, el mito me ha ayudado mucho. Porque antes de conocerles ya me sentía cerca de ellos. Aunque, he de reconocerlo, no he podido evitar pensar en un Murphy con el rostro de Boyd Holbrook y en Pedro Pascal como Peña. Algo tenía que quedar vivo en mí del fenómeno.
Por suerte o, mejor dicho, por mérito de los autores, esta lectura ha borrado todo lo demás. Entregándome un retrato mucho más realista del infierno que vivió Colombia durante el reinado de Escobar. También del trabajo de la policía colombiana, de la DEA y de diferentes agencias y cuerpos que supieron dejar a un lado los egos (no todos) para luchar por un bien común. Y, por supuesto, del sacrificio de estos dos agentes, que se entregaron en cuerpo y alma para acabar con el horror y que, en cierta manera, fueron eliminados de la historia durante demasiado tiempo.
La fuerza de la honestidad
Lo cierto es que Steve Murphy y Javier Peña partían aquí con una importante ventaja. Su historia es tan poderosa que no requiere ningún tipo de adorno. La figura de Pablo Escobar sigue despertando, décadas después de su muerte, una mezcla entre curiosidad, horror y atracción morbosa. Y su persecución y asesinato más de lo mismo. Haber formado parte de su caza, tener la visión en primera persona de lo ocurrido y compartirlo no podía fallar.
Pero, además, estos dos agentes de la DEA tienen la virtud de escribir desde la más absoluta honestidad. Lo que nos permite acercarnos al relato con confianza, sabiendo que eso que leemos es lo que pasa por la mente de sus autores. Sin licencias artísticas y sin cortapisas. Esto también nos permite encontrarnos con algunos comentarios personales acerca de otros temas, que no hacen otra cosa que aportar frescura y algo de humor o picardía al relato.
Buena decisión la de ir intercalando ambos puntos de vista, que nos sitúan en lugares y en perspectivas distintas de la historia, sin que el mensaje y los hechos cambien sustancialmente. Pero sí permitiéndonos conocer dos caras de una misma moneda. Dos maneras de procesar una realidad, dos visiones de la ‘caza’ y, por supuesto, del Día D. De aquel 2 de diciembre de 1993 en el que un “Viva Colombia” a través de una radio dio la noticia que todo un país estaba esperando.
La lectura de ‘Caza al hombre’ me ha resultado enriquecedora, perfecta para alejar al mito y acercarnos a la verdad. Porque está plagada de esta última, no solo a la hora de hablar de hechos concretos o del propio Pablo Escobar. Sino también en lo que a la intimidad de los propios autores se refiere. Murphy y Peña, los reales, los que miraron al horror de frente y no retiraron el rostro, se han desnudado en este libro que puede ser, finalmente, el reconocimiento que nunca llegaron a tener.
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