Rodrigo Sorogoyen es un maestro de la cámara, de la adrenalina y de la naturalidad. Una afirmación en la que la mayoría debería estar de acuerdo desde hace tiempo, pero que se refuerza con una increíble seguridad y firmeza en ‘Antidisturbios’. En esta miniserie de seis capítulos, que se estrena en Movistar+ el próximo 16 de octubre, el director madrileño muestra su mayor nivel hasta la fecha. Acompañado, por supuesto, por Isabel Peña en el guion. Una dupla que ya nos había dado muchas alegrías en el pasado y que aquí alcanza la excelencia. Porque la dirección es soberbia, pero el resultado no habría sido tan redondo sin un guion magnífico, bañado en esa naturalidad de la que hablaba y cargado de matices que, en algunos casos, requieren más que un primer visionado.

El disfrute del espectador está garantizado desde el arranque, con una escena aparentemente cotidiana, pero rodada con un gusto y un acierto que sólo pueden llegar de la mano de Sorogoyen. Como esa secuencia con la que comienza ‘El Reino’, en la que el director parece colarnos en un momento cualquiera de un conjunto de vidas. Un efecto que vuelve a lograr aquí, a través de primeros planos, contrapicados y planos secuencia. Y, por supuesto, a través de ese guion siempre acompañado por un aire de improvisación. Sus conversaciones, como secretamente me esperaba, marcan uno de los puntos fuertes de la serie.

No son pocos. Los puntos fuertes. De hecho, ni siquiera esforzándome en ello, consigo encontrar un solo fallo a ‘Antidisturbios’. El juego de emoción y adrenalina del director funciona mejor que nunca, porque la historia es buena y tiene el desarrollo que merece. Y porque los personajes también lo son, al igual que los intérpretes que les dan vida. Empezando por una Vicky Luengo impecable y continuando por esos seis policías (Raúl Arévalo, Álex García, Roberto Álamo, Hovik Keuchkerian, Raúl Prieto y Patrick Criado) que logran ser la viva imagen de la violencia, sin perder en muchos casos la humanidad.

Ese contraste de instinto primitivo con humanidad funciona, como también lo hace la posición en la que se colocan Sorogoyen y Peña. No hay juicio, no hay blanqueamiento, no hay posicionamiento. Sólo una historia contada desde distintos puntos de vista. Un análisis del ser humano, de sus motivaciones y de sus instintos más básicos.

El hilo conductor, el caso que se inicia con un desahucio accidentado, me interesa. Pero lo que realmente me atrapa es precisamente lo anterior, ese reflejo del ser humano. Esa representación de los agentes con y sin casco, del contraste entre su profesión y su vida personal y de la corrupción del ser humano y de la sociedad. Evidentemente, aunque esté escondido entre porrazos y mucha testosterona, lo que se nos cuenta aquí es oscuro y decadente. Y, si el espectador se deja llevar y entra en la historia, da miedo. Porque es real y está entre nosotros. Corrijo. Está en nosotros.  

Emocionante, intensa, trepidante, reveladora, oscura y magnética son solo algunos de los adjetivos que vienen a mi mente si pienso en ‘Antidisturbios’. Dicen de ella que es la mejor serie del año. No me gusta demasiado comparar, pero puedo decir con gusto que es uno de los visionados que más he disfrutado en mucho tiempo. Y se ha quedado conmigo. Creo que esto es de lo mejor que se puede decir de cualquier historia.