Creo que ‘El juicio de los 7 de Chicago’, que aterriza el próximo 16 de octubre en Netlflix, es muchas cosas. Me he dedicado las últimas horas a pensar en ello, después del visionado. Y he llegado a la conclusión de que es una épica lucha por la justicia. También una historia humana que nos habla de un pasado oscuro que no nos pilla demasiado lejos. Y un canto a la libertad, a la necesidad de escucharnos y comprendernos, a la importancia de hermanarnos y de olvidarnos de prejuicios. Aaron Sorkin nos entrega aquí un regalo en forma de película que se atreve a denunciar, pero que lo hace sin pecar de intensidad. Es potente, tanto en continente como en contenido, pero nunca llega a sobrepasar la ralla. Jugando con el humor y con el contraste entre los diferentes personajes y moviéndose con elegancia por la cuerda floja.

‘El juicio de los 7 de Chicago’ es un constante aluvión de información, que incluso puede llegar a abrumar en sus cinco minutos iniciales. Pero la confusión se deja atrás después de este primer contacto y se debe, al menos en mi caso, al desconocimiento de la historia que cuenta la película. De los personajes que se nos presentan en este arranque, los 7 de Chicago y Bobby Seale, sólo conocía a este último, sobre el que sí había leído bastante. Esa es la razón por la que la construcción del mapa de personajes, relaciones y trayectorias me resultó algo abrumadora en su inicio. Nada que un poco de atención no pueda solucionar.

A partir de ahí, el ritmo es todo lo intenso que requieren la historia y la tensión que acompaña a un juicio (político) como el que vemos en la pantalla. Un ritmo que ayuda a que la angustia y la rabia crezcan en el interior del espectador. Como también crecen en los acusados y en su abogado defensor, el maravilloso Kunstler, del que he quedado totalmente prendada. En este sentido, también tiene un importante papel el humor, que llega de la mano de personajes como Abbie Hoffman, interpretado por un Sacha Baron Cohen que se lleva todas las miradas. Y eso que, en esta ocasión, tenía mucha competencia entre sus compañeros.

Si bien es cierto que el ritmo narrativo y la dirección son dos de los aspectos que hacen de ‘El juicio de los 7 de Chicago’ una notable película, las interpretaciones de su reparto son fundamentales para alcanzar ese buen resultado. Sacha Baron Cohen está auténtico y probablemente ponga la mayor dosis de humanidad que vemos en el largometraje. Pero no todo el mérito es suyo. Mark Rylance, Jeremy Strong, Eddie Redmayne, Yahya Abdul-Mateen II y Frank Langella están a su altura, elevando el nivel de la película a un punto que quizá sorprenda a más de uno. No siempre que se concentran muchos grandes nombres en un mismo cartel la ecuación termina funcionando. Pero cuando se genera un ambiente retador y se explotan los duelos interpretativos, surge la magia. Y aquí hay mucho de eso.

‘El juicio de los 7 de Chicago’ es un buen drama judicial, en el que el director tiene la inteligencia y el atrevimiento de jugar con otros géneros, como la comedia. Y en el que su reparto baña de sensibilidad y de intensidad un relato que ya de por sí era potente. Poco más de dos horas que generan en el espectador emoción, rabia, enfado y esperanza. Y que, entre otras muchas cosas, nos hacen mirar en la dirección correcta.