Esta crítica no contiene spoilers de ‘El Internado: Las Cumbres’.

‘El Internado’ nos entregó uno de los misterios mejor construidos y más intrigantes de nuestra ficción. Y contó con siete temporadas para desarrollarlo, para enredarlo y desenredarlo y para trabajar en la evolución de tramas y de personajes. Por eso, y antes de comenzar a hablar de ‘El Internado: Las Cumbres’, es importante dejar las comparaciones a un lado. Algunas saldrán naturales, porque hay paralelismos evidentes, de los que los espectadores disfrutarán. Pero las comparaciones profundas son, en este caso, más injustas que nunca. Vamos a tener ante nosotros una primera temporada compuesta por 8 episodios, frente a siete temporadas completas. Los números hablan por sí solos.

Ahora sí, comparaciones fuera, ‘El Internado: Las Cumbres’ es oscura e intrigante. Y presenta un misterio que, en este primer contacto, parece lo suficientemente interesante como para quedarnos. También parece que está bien construido, que es complejo y que tiene mucho que ofrecernos. Digo parece porque, al fin y al cabo, en una temporada no podemos conocer la profundidad que adquirirán las tramas principales. Pero en este primer acercamiento, ya son lo suficientemente maduras y están lo suficientemente trabajadas como para querer ahondar en ellas. Y también para que haya sorpresas.

En este reboot de ‘El Internado’ viajamos hasta Las Cumbres, un centro mucho más estricto que La Laguna Negra. Un centro cuyas medidas disciplinarias quedan fuera de lo moralmente incorrecto, y al que han ido a parar los jóvenes en teoría más problemáticos del país. Quizá también los jóvenes que no han tenido una infancia fácil o de los que sus familias no quieren saber nada.

Allí conocemos a un grupo variopinto, encabezado por Paul (Albert Salazar) y Amaia (Asia Ortega), quienes se encargarán de comenzar a desentramar el misterio que se esconde tras la desaparición de un compañero. Junto a ellos, un grupo de profesores de todo menos transparente. Alguien que regresa en busca de su pasado, una persona que se replantea por completo su vida y su forma de vivirla, otra se enamora… Y todos ellos parecen esconder algo tan oscuro como las noches en el bosque que rodea el internado.

La oscuridad, una protagonista más

Quizá sea cosa de las expectativas que se generan sin que queramos, pero una de las más grandes y gratas sorpresas que me ha dado esta primera temporada de ‘El Internado: Las Cumbres’ está directamente relacionada con su oscuridad. El ambiente es frío y gris, y los misterios son mucho más terroríficos de lo que me esperaba. Por ahora, en estos primeros ocho episodios, no se esconde la sangre, no se esconde el horror y no se evitan los sobresaltos. Al contrario, se juega con ellos y, en definitiva, con el terror de manera inteligente. Sin llegar a abusar del mismo, pero logrando despertar al espectador en más de una ocasión y mantener nuestra vista fija en la pantalla -o, y eso dependerá de tu tolerancia al terror, cubierta por la palma de nuestras manos-.

Aunque una importante parte de los personajes son adolescentes y, como tal, cuentan con preocupaciones, tramas y comportamientos típicos de su edad, sí se aprecia cierta madurez en el concepto general de la serie. El principal misterio (o los principales misterios) a los que nos enfrentamos unen tradición, folklore y actualidad. Y, aunque esto pueda llegar a confundirnos en un primer contacto, se agradece encontrar una trama que, a simple vista, está tan bien planteada. Y en la que reconocemos elementos que, sin formar parte de nuestro imaginario, no son nuevos. El alquimista, el cuervo, las logias… Pero ahora con un nuevo significado o una nueva realidad.

Esta unión de tradición y presente otorga un carácter realista o cercano a ‘El Internado: Las Cumbres’ y genera en el espectador una sensación ya conocida. “Esto podría estar pasando en cualquier sitio”. Hay elementos que, inevitablemente, también nos llevan a pensar en la serie original. El bosque, los pasillos del internado, alguna que otra sorpresa que no debo revelar y los niños y jóvenes como principales víctimas. Elementos que se han querido mantener, de manera inteligente, y que suponen una primera y satisfactoria conexión con la ficción original.

Los personajes

Por ahora, y tratándose de una serie pensada para desarrollarse en más entregas, me parece casi injusto hablar de los personajes. Pero es uno de los puntos críticos de cualquier serie y, por tanto, no puede ser obviado. Si bien es cierto que en estos primeros ocho episodios hay algo de espacio para su evolución, personalmente me hubiera gustado saber un poco más de ellos.

En principio, parten de esquemas arquetípicos. El buenazo que no sabemos cómo ha terminado ahí, el rebelde que en realidad es un santo, la borde que se esconde detrás de un muro para que no la hagan daño, la amiga fiel… Unos personajes a los que ya conocemos, pero que preveo van a mutar notablemente. O, al menos, van a tomar un camino interesante, en el que comprenderemos su comportamiento y en el que, definitivamente, estos tópicos no molestarán.

A nivel personal, no me han molestado prácticamente en ningún momento. Probablemente porque me esperaba que estuvieran ahí. Y porque son compensados con la presencia de personajes como Elías (Alberto Amarilla) o Inés (Claudia Riera), por ahora los dos más atractivos de la serie.

Sus puntos débiles

Para mí, ‘El Internado: Las Cumbres’ ha sido una grata sorpresa. He encontrado en ella una serie más madura de lo que esperaba, con una oscuridad muy atractiva y con toques de terror que mejoran enormemente la ecuación. Me he topado con un misterio principal que ha conseguido captar mi atención y con alguna subtrama que ha hecho lo propio. Así como con un reparto bastante compensado, en el que, por ahora, me quedo con los dos protagonistas: Albert Salazar y Asia Ortega. Y, por supuesto, con las apariciones estelares del siempre maravilloso Kándido Uranga.

Ahora bien, en lo que, por ahora, parece que pincha un poco es en algunos efectos visuales. Aunque el escenario es tan terrorífico como quieren hacernos ver, resulta demasiado artificial en algunos planos generales. Y esto puede llegar a sacar al espectador de la tensión en la que está metido.

En ocasiones, también resulta bastante predecible. Y puede que esto sea más a nivel personal, porque tiendo a adelantarme a las tramas y, cuando acierto demasiado pronto, genera desazón en mí. Pero es cierto que me hubiera gustado encontrarme con algún giro inesperado que, sin embargo, termina reduciéndose a lo que vemos venir en capítulos anteriores. No es que sea un gran problema, pero sí empaña mínimamente el resultado final que, a grandes rasgos, y para no quedarnos con mal sabor de boca, es satisfactorio.

A la hora de verla, los dos principales obstáculos que encontrarás son tus expectativas previas y su choque con el primer episodio. Una vez decidas entrar de lleno en la serie, sin comparaciones constantes y dejando las expectativas a un lado, es más que probable que ‘El Internado: Las Cumbres’ te agarre y no te suelte. Y que termines estos ocho episodios como los he terminado yo: deseando que llegue la segunda temporada.

‘El Internado: Las Cumbres’ se estrena el próximo 19 de febrero en Amazon Prime Video.