Una localización exterior siempre te da una esencia diferente. Hasta un punto de vista diferente que quizá no habías visto antes de la propia historia. Y en el último capítulo de esta tercera temporada de ‘#Luimelia’ es el personaje perfecto para el broche final.

Dos generaciones diferentes, en la noche más mágica del año. Gabriela y Dolores dando el pistoletazo de salida al problema que lleva pululando a nuestro alrededor desde ese último capítulo de la segunda temporada. El matrimonio. Casarse o no hacerlo. Y el miedo que provoca la incomunicación. Porque una charla a tiempo siempre nos libra de muchas batallas internas.

‘#Luimelia’ cierra su primera etapa con la comunicación como bandera. Luisita y Amelia, por fin, tienen esa conversación pendiente. Donde cada una expone su punto de vista sobre un tema que habla de un futuro.

Lanzan al aire y a la mirada de la otra, sus deseos y sus temores. Desde un punto de madurez, como pareja, que no habíamos visto nunca. Pero hasta donde hemos llegado, capítulo a capítulo. Dejando un espacio a Amelia y otro a Luisita. Para ver, para indagar, para identificar el deseo y el dolor más próximo. Al final, el que ambas muestran, es la perdida de la otra. Eso es lo que ninguna quiere. Y si partimos desde ahí, podemos llegar a entender ese tiempo que se han tomado para mirarse a los ojos y sincerarse. Una con lo que quiere y otra porque nunca se había planteado esa necesidad. Para llegar a buen puerto.

‘#Luimelia’ siempre nos ha mostrado inicios. Puntos y aparte. El cierre de una etapa y el comienzo de otra. Y la valentía que hay que tener hasta cuando las fuerzas no te acompañan. Este es un nuevo cierre desde la serenidad y la honestidad más pura y compleja. Porque cuando una se desnuda, ante la persona que quiere, hay un trocito interno que tiembla. Un trocito interno que desea ser abrazado. Porque la incertidumbre siempre nos bloquea y nos deja KO.

Luisita y Amelia, a partir de aquí, comienzan de nuevo. Una etapa mucho más fortalecida. Con una base entrelazada. Conociéndose más y temiendo menos. Lo que implica nuevos retos a la vista, pero con un punto de partida inamovible. 

“Lo haría todo más fácil, Nacho”

Para esa cuarta temporada, compro a Marina, Nacho y María como parte de los acompañantes que Luisita y Amelia deben tener. Y lo compro porque he visto de forma maravillada lo importante que es mostrar a la gente, al público, que las relaciones no siempre deben ser a vida o muerte. Una no tiene que terminar a golpes con su ex y vengar a ultranza. Es importante que mostremos las relaciones desde una madurez sana. Que Marina no interceda en contra de María por el simple hecho de volver de su etapa inglesa. Que Nacho no se muestre arisco ante María. Y que María, en su vuelta, encuentre un núcleo familiar donde resguardarse. Sin señalamientos de por medio. Sin lecciones de esas que parece que todo el mundo tiene derecho a darte.

A veces necesitamos huir de nuestro entorno para entender quiénes somos y qué queremos. A veces en esa búsqueda nos damos cuenta de los errores o de las perdidas que hemos tenido, pero, ocurra lo que ocurra, hay que permitirse encontrarse. Porque solo desde la aceptación propia, podremos emprender un camino.

Un puto papel…

Quiero entender que ‘#Luimelia’ se construye no solo en 2020 sino con el objetivo de mostrar que una pareja de lesbianas o que una pareja homosexual tiene los mismos derechos que una pareja heterosexual.  Alejándonos un poco de la realidad. Mostrando el mundo que debería ser. Pero, la realidad es bien distinta. Y con el poder que siempre le hemos otorgado a las ficciones para mostrar referentes, “un puto papel” no es la mejor descripción posible.

En estos momentos, en España, una pareja de lesbianas, sin papeles de por medio, no tiene los mismos derechos que una pareja heterosexual sin papeles. Una pareja de lesbianas como pareja de hecho, no tiene los mismos derechos que una pareja heterosexual como pareja de hecho. Y una pareja de lesbianas casadas, sí que se asemeja a una pareja heterosexual casada. Aun no se tienen los mismos derechos. Aun no. ¿Se ha avanzado? Sí, por supuesto. Pero hay trecho por recorrer y hay que seguir reivindicándolo y no despreciarlo.

Es importante indicar que una pareja de lesbianas cuando deciden ser mamás solo tienen derecho sobre sus hijos, ambas, si están casadas. Si no están casadas, la que no ha gestado no tiene derecho alguno sobre ese bebé. Y ha de iniciar un proceso de adopción que se puede llegar a convertir en una pesadilla. Cosa que como pareja heterosexual no ocurriría. Así que ese “puto papel” da muchas más cosas de lo que pensamos. Da una seguridad que de otra forma no tendrías. Da derechos y muchos. Te permite ‘tener una familia’ que de otra forma sería imposible.

Así que sí, hay muchas luchas por delante. Y mucha historia que escribir. Ojalá en el año 3020, aquellos que habiten la tierra o el mundo, puedan decir que el matrimonio entre una pareja del mismo sexo es algo arcaico. Porque, de momento, no lo es. Lamentablemente, no.