Este artículo puede contener spoilers de ‘El Ministerio del Tiempo’.
Mientras escribo esto, poco tiempo después del final del episodio, #RenovaciónMdT5 ya acumula cientos de tweets. Y los nombres de los protagonistas de la serie han invadido los trending topics. No sorprende, todos contábamos con que los ministéricos volverían a volcarse para conseguir la renovación de ‘El Ministerio del Tiempo’. Y más después de una cuarta temporada que ya definían desde dentro como la mejor antes de su estreno. No se equivocaban. Ahora que hemos llegado a su cierre, podemos afirmarlo sin margen de error. La serie creada por Pablo y Javier Olivares ha vuelto a superarse, firmando con esta entrega una brutal evolución que dice mucho de su equipo.
Este octavo episodio, por ahora el último de la ficción, es la prueba definitiva de su crecimiento. Un capítulo en el que se han unido pasado, presente y futuro de manera soberbia. Retando una vez más al espectador, al que siempre se coloca en una posición privilegiada pero nada sencilla. Cerrando las muchas tramas que habían ido abriéndose a lo largo de la temporada. Y también completando esos marcos de evolución de los personajes, a los que hemos tenido la oportunidad de conocer más de cerca. De una manera más humana.
La excelencia de este capítulo final tampoco ha sido una sorpresa. Quienes disfrutamos de la serie desde hace años y nos consideramos casi una parte de ella, sabíamos que podíamos esperar un cierre impecable como este. Un episodio en el que, una vez más, se han unido los diferentes géneros que conforman la realidad del Ministerio y la tensión y la emoción han tenido un papel protagonista. La sensación de no saber cuándo volveremos a ver a los agentes o si volveremos a viajar en el tiempo es incómoda. Pero no empaña el espectáculo del que hemos gozado durante las últimas ocho semanas y, especialmente, esta noche de martes 23 de junio.
Todos los caminos llevan a una reflexión
Desde el comienzo de ‘El Ministerio del Tiempo’, agentes y espectadores hemos tenido claro que la palabra de Salvador Martí es la ley. Lo que diga el sub secretario, va a misa, como diríamos en lenguaje castizo. Sin embargo, también todos nos hemos planteado si las normas del Ministerio han sido siempre justas y lógicas. Y lo mismo ocurre con las propias intervenciones de las diferentes patrullas. Cuando hay un villano que trata de cambiar la historia, es evidente. Pero… ¿Dónde está el límite? ¿Y cómo sabemos que no somos nosotros los que cambiamos la historia?
Encontrarnos con esta reflexión en todos y cada uno de los personajes de la serie sí ha podido ser una sorpresa en este final. Pero, si echamos la vista atrás, no tardaremos en comprender que todas las acciones, todas las decisiones y todas las dudas nos han conducido a este punto. A esa reflexión que ha supuesto un frenazo, con derrape incluido, incluso para Salvador. El Ministerio es una especie de burbuja y, precisamente por eso, por las normas y por los protocolos, las líneas rojas se difuminan. Y, como ha señalado Pacino en los últimos episodios, también lo hace la humanidad.
Este episodio final sabe a despedida. A las de verdad. Con la marcha de Salvador y su adiós en forma de carta compuesta de pequeñas pero acertadas descripciones. Pero es una despedida dulce y satisfactoria, a la que hemos llegado después de un largo camino en el que todos hemos crecido. Lo hemos visto semana tras semana, pero sobre todo lo hemos observado en este cierre. En el que, por fin, los seres humanos han sido lo primero.
Esto es ‘El Ministerio del Tiempo’
‘El Ministerio del Tiempo’ es una de esas series imprescindibles, pero complicadas de describir en pocas palabras. Nuestra percepción, aunque buena, nunca es suficiente, no le hace justicia a esta maravillosa ficción. Por eso, lo mejor es mostrar un episodio a quien no la conozca, para que contemple con sus propios ojos aquello que no éramos capaces de explicar. Y ese capítulo, aunque signifique empezar la casa por el tejado, bien podría ser este.
La esencia de la serie se encuentra tanto en la premisa de la que parte el episodio como en cada pequeño detalle. Está en esos juegos con el tiempo, con el pasado, el presente y ahora el futuro. Y también en las referencias afiladas, como la presencia de Bertín Osborne o el guiño a ‘Cuéntame cómo pasó’. Sin olvidarnos de la unión de géneros como el humor, el thriller, la ciencia ficción y el drama. Con palabras, parece un cóctel inconexo. Y sin embargo es la combinación perfecta, todo en su justa medida.
¿El ingrediente estrella? La excelencia en todos los procesos. Las interpretaciones del reparto, muchas veces obviadas por estar acostumbrados a ellas, dan vida a la serie. Como también su dirección arriesgada, siempre en constante evolución e innovación. Podría perderme en la escena del convento, viéndola en bucle. Como también podría pasar horas leyendo esos guiones en los que no se da una puntada sin hilo, críticos e inteligentes, en los que siempre hay espacio para un espectador que es aliado, al que se le mira e igual a igual.
Todo esto está en el último episodio de la cuarta temporada de ‘El Ministerio del Tiempo’. Un cierre redondo en el que la tensión se ha mantenido hasta el último segundo, cuando las lágrimas han empañado los ojos de todos los ministéricos. Se acaba una etapa, pero hay puertas que nunca se terminan de cerrar.
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