Cuidado, este artículo puede contener spoilers de la segunda temporada de ‘Justo antes de Cristo’. 

Lo admito. Me apena enormemente que no vayamos a tener más temporadas de ‘Justo antes de Cristo’. Y reconozco que tardé un par de capítulos en cogerle el gusto a la serie y a su humor. Pero una vez lo hice… ¿Qué quieres que te diga? Manio Sempronio y Agorastocles me tienen completamente enamorada. No sabría decir si lo que me ha encandilado son ellos individualmente o es la extraña pareja que forman. O el hecho de que no sean sólo los personajes encajen a la perfección, sino que también lo hagan los actores que les interpretan: Julián López y Xosé Touriñán. De repente, tengo la imperiosa necesidad de verles juntos y disfrutar de ellos. A ver qué hago ahora que tengo que despedirme de la serie… 

Siempre podría volver a ver las dos entregas que conforman la ficción en bucle, pero es probable que a la tercera o la cuarta vez la cosa perdiera su gracia. Y, viendo que finalmente parece que ni sus creadores ni Movistar+ se atreven con una nueva temporada, he optado por activar mi imaginación. Es cierto que el final del último capítulo da para ello y ha sido el principal culpable de que haya tomado esta decisión, pero no es cuestión de quitarle méritos a mi ingenio en días de cuarentena voluntaria. 

Después de saber que Manio no es Manio y Agorastocles no es Agorastocles, en una especie de ‘Tú a Roma y yo a Tracia‘, queda en el aire una importante duda: ¿qué va a ser de esta pareja tan bien avenida? ¿Habrá cambios sustanciales en su relación con el traspaso de roles? Honestamente, ¿pueden vivir el uno sin el otro?

En mi imaginación, lo primero y lo principal es que Manio y Agorastocles siguen juntos. El primero, como nuevo esclavo, y el segundo como patricio. Siempre con los roles algo difuminados porque, siendo sinceros, Agorastocles nunca fue un esclavo como tal. Al menos no durante el tiempo en el que hemos sido testigos de su amistad. Estos dos peculiares hombres, uno tracio y otro romano, son amigos algo dependientes, y ahora ha llegado el momento de que sea Agorastocles el que se apoye en Manio, el que le pida continuos favores y el que disfrute de su libertad. Pero juntos, nada de irse cada uno por su lado. 

Sabiendo que no pueden vivir el uno sin el otro, pues ya lo han intentado en alguna ocasión y han fracasado, tampoco me les imagino en el campamento, siguiendo con su vida con pequeños cambios. A Agorastocles no le pega demasiado eso de que le guste la vida del patricio. El es más de campo, más de acción. Puede que decidiera disfrutar de sus privilegios por un tiempo, pero después, dueño y señor del control -¡por fin!-, imagino que se llevaría a Manio Sempronio a vivir aventuras, a recorrer el Imperio, del que tanto habla y tan poco conoce, a enamorarse y a construir recuerdos para luego contarle a sus nietos. 

Les imagino metiendo la pata a cada paso que dan, riendo, haciendo amigos y siendo tan cascarrabias como siempre. Fantaseando y discutiendo, provocando malentendidos de todo tipo y terminando en el centro de los problemas más grandes del Imperio, como siempre. Quizá también me les imagine volviendo a Roma, viviendo en una bonita casa patricia y montando las fiestas más sonadas de la capital. Porque lo de cuidar el honor de la familia y el apellido… Lo veo más una carga de la que el bueno, inteligente y pícaro de Agorastocles se libraría en menos de un año. Eso es más para los paraditos como Manio, que ahora sólo debe preocuparse de que la ropa de Agorastocles esté limpia y preparada. Un futuro cómodo y muy suyo, ¿verdad?