Cuidado, este artículo puede contener spoilers de la tercera temporada de ‘Élite’.
Se cierra un ciclo. Con la tercera temporada de ‘Élite’ llega un adiós y se abre una nueva puerta para la serie, que sufrirá un sustancial cambio tras esta entrega. Tal y como se lleva comentando un tiempo, habrá cuarta temporada, pero estará protagonizada por un nuevo elenco. Nuevos personajes que deberán ganarse nuestro cariño y nuestra confianza y que llegarán con historias nuevas y diferentes, que también supondrán una bocanada de aire fresco para la ficción. Siempre y cuando el cambio se haga con mimo e inteligencia, puede ser una medida más que acertada para dar más vida a una serie que, de otra manera, habría encontrado su cierre en esta tercera entrega.
Este cierre de ciclo no sólo se ha visto reflejado en la trama principal, perfectamente sellada en su último episodio, sino también en la evolución de los personajes. Los alumnos de los que nos despedimos en esta tercera entrega nada tienen que ver con los que conocimos hace casi dos años, han cambiado en numerosos sentidos y, lo que es más importante, se han quitado de encima capas, escudos y máscaras que no les permitían ser ellos mismos.
Una evolución que en muchos casos ha sorprendido gratamente y en otros, por desgracia, ha terminado siendo casi una involución. Y es que no todos han terminado siendo una mejor versión de ellos mismos, los sucesos que han tenido lugar en Las Encinas también han hecho mella en algunos de ellos y han dejado secuelas que serán imborrables. Analizamos a fondo estos cambios y el camino que han recorrido todos y cada uno de los protagonistas de ‘Élite’ antes de decirles adiós para siempre.
Samuel
Samu llegó a Las Encinas como un joven inocente, amigo de sus amigos y enormemente responsable. Pero su inocencia se perdió con la muerte de Marina y el encarcelamiento de su hermano Nano, transformándose en un odio que le ha ido consumiendo capítulo tras capítulo. Tanto que ha llegado a olvidarse de su responsabilidad y de su lealtad a sus amigos, como hemos podido ver en esta tercera temporada. Aunque el camino evolutivo es el lógico si tenemos en cuenta todo lo que ha tenido que atravesar, en esta tercera entrega he encontrado al personaje de Samuel algo vacío, como si fuera un relleno para la trama, al contrario de lo que ocurría en el comienzo de la serie. Y a mí, que adoraba a su personaje por lo que significaba su existencia en un entorno tan hostil, me ha dejado algo fría.
Guzmán
En el lado opuesto tenemos a Guzmán. En los primeros capítulos de ‘Élite’ era lo más similar a Joffrey (‘Juego de Tronos’) que cabía incluir en la serie. Insoportable, engreído, racista, clasista, egoísta… Todos los adjetivos negativos que podamos imaginar podían usarse para describirle. Sin embargo, según han ido pasando los episodios y las temporadas, Guzmán, quizá también por el impacto que tuvo en él la muerte de su hermana Marina, se ha ido quitando esas capas y esos escudos de los que hablaba y ha terminado confirmándose como uno de los mejores personajes y más puros de ‘Élite’. Detrás de su fachada de engreído, nos hemos encontrado con un chico inseguro, con una enorme generosidad y un brutal sentido de la lealtad hacia sus amigos. Una buena persona capaz de dejar a un lado el odio, aunque sea en circunstancias extremas, y capaz de cambiar y de abrir su mente. No sé si seré la única, pero le daría un spin off para él solito.
Lucrecia
Una joya, de principio a fin. Con Lucrecia ha pasado algo similar a lo que ha ocurrido con Guzmán, aunque a ella se la veía venir de lejos. Tiene construida toda una muralla a su alrededor, que llega representada en forma de clichés, soberbia y desprecio, y cuyo único objetivo es evitar que sigan haciéndole daño. Lu nunca se ha sentido querida, ni siquiera del todo por su hermanastro-amante Valerio, ni por Guzmán, ni por Carla, ni por sus padres… Por eso se crea un personaje que nada tiene que ver con ella misma, para que no necesite ese amor que no llega nunca y para no ser herida una vez más. Pero detrás de su máscara hay una joven inteligente, con una enorme cultura, con la mente mucho más abierta de lo que parece, con un sentido de la competitividad que la mantiene a flote y con un corazón roto que necesita amar y ser amado. Una chica divertida, generosa y dispuesta a entregarlo todo por los demás, aunque parezca mentira.
Nadia
Con Nadia tengo dudas. No con el personaje en sí, sino con lo que han hecho con él. Nos queda claro que es una mujer que quiere ser libre y que sabe que se puede valer por sí misma, pero que no quiere olvidarse de sus valores y su cultura por el simple hecho de querer avanzar hacia su meta. Cuando la conocimos ella comenzó a conocer la libertad y terminó desmelenándose, pero en esta tercera temporada la hemos visto buscando un equilibrio en la balanza -y encontrándolo-. Y me gusta lo que veo, me gusta que no haya decidido renunciar a una cultura y una educación en las que cree, ni tampoco a su familia ni a su meta. Pero no termina de convencerme lo que me he encontrado en esta tercera entrega, en la que su personaje se me ha quedado algo vacío y repetitivo. Llegó siendo explosiva y se me ha ido apagando poco a poco.
Carla
Brutal evolución la de una Carla a la que no me sale juzgar. Ya desde la segunda temporada pudimos ver que no todo era manipulación y egoísmo. De hecho, me atrevería a decir que todo eso nace de la presión a la que esta sometida en una casa en la que sus padres se empeñan en criar a una especie de víbora, y no a una buena persona. Fue Samuel el que empezó a sacar lo mejor de ella, pero ha tenido que caer por el precipicio durante esta tercera temporada para encontrar la valentía de enfrentarse a unos padres que la quieren muy mal y empezar a quererse a sí misma. De la misma manera que ocurre con Guzmán, el personaje de Carla es una muestra de que las personas tenemos la capacidad de cambiar y de que todos, incluso los que han cometido errores enormemente graves, nos merecemos una segunda oportunidad.
Polo
Qué pena, Polo. Hasta que ha llegado esta tercera temporada, tenía claro que era el mejor personaje de ‘Élite’. Lo tenía todo. Era el más complejo con diferencia, especialmente en una segunda temporada en la que le vimos consumido por la ansiedad y por la culpa. Incluso cuando era el chico perfecto, en la primera entrega, había una parte interesante de aceptación propia y otra zona oscura y violenta que le aportaban complejidad. Pero en esta tercera entrega, se me ha quedado a medio gas. Ha desaparecido esa ansiedad sin ningún tipo de explicación y tan solo nos ha quedado una parte bastante humana del personaje, que reclama el perdón y el cariño de los que eran sus amigos y que es la que termina empujándole a confesar.
Ander
El personaje de Ander es de los que ha quedado más estáticos, pero en este caso no me molesta. Ha tenido que enfrentarse a conflictos bastante complicados, como el que se le presentó al conocer el gran secreto de Polo, pero siempre han quedado en una especie de segundo plano, probablemente porque él es muy de llevarlo todo dentro. Sin embargo, y aunque ha cometido numerosos errores, lo que queda en nosotros es que Ander es bueno y quiere demasiado, tanto que es capaz de perdonar a Polo después de lo ocurrido y alejar a Omar de él cuando cree que su enfermedad le está consumiendo también a él. Me hubiera gustado que hubiera tenido más espacio para quitar todas esas capas que sí han podido quitarse otros personajes, pero reconozco que es uno de los principales focos de luz de la serie, también en sus momentos más oscuros.
Omar
Con Omar me ocurre algo curioso. El personaje dio un golpe sobre la mesa cuando confesó su sexualidad a su familia y salió de su casa sin mirar atrás. Ahí estuvo su enorme catarsis, el momento en el que decidió que lo principal era quererse a sí mismo y ser quien de verdad era. Pero a partir de ese momento, no ha pasado mucho más. Todo se ha centrado en su relación amorosa con Ander, en la que ha demostrado ser muy generoso y estar verdaderamente enamorado, pero también ha dejado claro que es humano y comete errores. Hasta aquí todo bien. Pero qué bonito habría sido que este personaje también gozara de un poco más de espacio, permitiéndonos conocerle fuera del amor.
Valerio
Confieso que aquí no puedo ser ni un poquito objetiva. Valerio me ganó desde su primera aparición en la segunda temporada. Como dice Carla en el último capítulo de la tercera entrega de ‘Élite’, es una buena persona. Podría definirle tan solo con esas palabras. Aunque extravagante, todas sus llamadas de atención y sus meteduras de pata son gritos de auxilio. Porque es un personaje que se siente solo y juzgado, que sólo conoce el amor de la mano de Lucrecia, y es un amor algo tóxico. Un personaje al que continuamente le están recordando que no vale nada y que jamás llegará a nada, losas que caen sobre su espalda y que le impiden mirar hacia arriba y avanzar, hasta que alguien comienza a confiar en él. Y, pese a todo, nunca deja de ser cariñoso, agradable, generoso, divertido y un buen compañero.
Rebeka
No ha habido muchas sorpresas con Rebeka, pero tampoco las necesitamos. Es, sencillamente, la amiga que todos querríamos tener a nuestro lado. No solo por su evidente humor y generosidad, sino porque desprende unas buenas vibras que siempre hacen falta. En esta última temporada, en sus últimos compases, también hemos visto cómo, por fin, se ha colocado como prioridad a ella misma. Después de entregarse al 200% a todo el mundo, a Samuel, a Nadia o a su madre, ha entendido que también necesita entregarse a sí misma. Como nos dijo hace unos días la propia Claudia Salas, Rebeka es muy bonita. Y vaya si lo es.
Cayetana
Ay, Cayetana, Cayetana… Este personaje, que primero se inventó una vida y después decidió apoyar a las causas perdidas, no ha terminado de conectar con el espectador. Incluso cuando ya ha sido descubierta por todo el mundo, parece seguir empeñada en vivir una vida que no es la suya, aunque para hacerlo tenga que apoyar a un asesino que ni siquiera termina de quererla. La evolución la vemos en el último episodio, cuando al fin parece aceptar quien es y comprende que no tiene nada de malo no ser marquesa, rica o popular. Y es ahora cuando me doy cuenta de que me he quedado con ganas de conocer un poco más a la auténtica Cayetana, a esa que ella misma eliminó con sus ansias de lujo.
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