¿Qué pasa en ‘Outlander’ – 1×02: castillo Leoch?
Claire (Caitriona Balfe) llega al castillo Leoch. Sigue atrapada en otro siglo, y poco a poco empieza a pasearse por él con cautela. Se acerca a Jamie (Sam Heughan), para curar sus heridas y porque parece entenderse con él. Conoce a Geillis Duncan (Lotte Verbeek), ¿una bruja? Se encara con Dougal MacKenzie (Graham McTavish), que está convencido de que Claire es una espía inglesa. Asiste a una audiencia con el jefe del clan, Colum MacKenzie (Gary Lewis). Come con su familia. Mete la pata. Cuenta los días para irse y, al final, Colum MacKenzie, consciente del conocimiento medicinal de Claire y de los secretos que esconde, la obliga a quedarse.
Dirigido por John Dahl. Escrito por Donald D. Moore.

Más o menos, esto es lo que pasa en el segundo episodio de la primera temporada de ‘Outlander’. Esta primera temporada, creo, siempre será mi favorita, a pesar de lo mucho que he disfrutado de las demás. Esta primera temporada suena tan bien como la mejor gaita escocesa, es tan bonita como el mejor paisaje escocés, tiene la inteligencia de Claire y la sonrisa pícara de Jamie.

Me quedo atrapada en sus colores apagados, que nos transportan de inmediato a otra época que nos pilla lejos y que sin embargo sentimos cerca, y me quedo embobada con el gaélico escocés, del que no entiendo más que las palabras base (porque estoy aprendiendo, ¿vale?) y del que disfruto muchísimo. Aplaudo los mejores acentos y apunto emocionada esos pequeños detalles que están presentes desde el principio, y que ya nos hablan de algún final. Esta primera temporada de ‘Outlander’, de verdad, es para enmarcar.

El cuadro general

Claire llega al Castillo Leoch, que es el hogar del clan MacKenzie. Los hombres regresan a casa y son recibidos con gestos de cariño, que en el idioma escocés no siempre significa un gesto cariñoso. Son bienvenidos y, de hecho, son bien recibidos por muchas personas, porque ese castillo, a pesar de esos tonos apagados, está lleno de vida. Hay gritos, gente correteando, un clima de rutina que funciona y que envuelve desde el principio. En mitad de todo esto: Claire prácticamente desnuda, malherida, congelada, sucia. Y, sin embargo, sonríe ante esas muestras de afecto entre conocidos, porque así es Claire.

Se interesa por ella la señora FitzGibbons, que es el ama de llaves y también la cocinera. Claire permanece callada, pero hay un punto de orgullo en su mirada. La clase de comportamiento que demuestra seguridad en uno mismo, y que puede conseguir que las personas a tu alrededor confíen al instante en ti. O desconfíen. Depende del carácter de cada uno. Pero el carácter de la señora Fitz es bondadoso, así que se la lleva y la prepara para ser una mujer de ese siglo. Sin saber ella que en realidad pertenece a otro, claro.

Quizá a muchos les sorprenda lo rápido que es bienvenida y acogida Claire en ese castillo. Típico de películas, diréis, típico de historias de ficción. En realidad, una de las máximas de la cultura escocesa desde hace siglos tiene que ver con algo conocido como la ley de la hospitalidad. Los escoceses y las escocesas, históricamente, acogen a los viajeros en sus casas. Sin preguntar apenas, sin reservas. Abren sus puertas, les ponen sus ropas, les dan su comida y les prestan sus camas. Y eso hace la señora Fitz (así la llaman sus amigos, y así la puede llamar Claire) con nuestra viajera. Sin preguntar, sin reservas. Todo eso llega después, porque Claire es una mujer inglesa en un momento en que los ingleses no son bienvenidos en las Tierras Altas.

Así que la imagen general de este 1×02 de ‘Outlander’ es la siguiente: Claire pasa sus primeros días en el siglo XVIII entendiendo dónde está y empapándose de ello. Es una mujer culta, lo vemos porque sabe defenderse en el primer cara a cara con Colum MacKenzie, el jefe del Clan MacKenzie. Con su propio conocimiento y con el relato de Jamie, sabemos en seguida que los ingleses han ocupado buena parte del territorio escocés, y que los escoceses no están precisamente contentos. “Escocia es definitivamente parte de Gran Bretaña”, nos dice Claire, rescatando el año en el que estamos viviendo: 1743. Pasan muchas cosas en esa época.

De ahí las reservas de Colum, que agasaja a Claire con buena comida y buena bebida solo para poder obtener información de ella. La información es confusa, poco concreta, y Claire titubea cada vez más, así que las sospechas se hacen grandes mientras nuestra protagonista se emborracha. Y mete la pata, porque asume que Hamish es hijo de Dougal. Yo ahí me tapo con el cojín de la vergüenza que sigo pasando, aun años después.

Después, pero en la serie, nuestra protagonista lamenta haber caído en una trampa clásica: esos agasajos estaban ahí para distraerla, para emborracharla (siendo claros), para hacerla hablar. Tendrá que estar más atenta. Tendría que haber hecho caso a Frank, que de espías sabe un rato, se dice. Frank (Tobias Menzies), el pobre, sigue buscándola en el presente, que es el futuro estricto y el pasado de Claire. Las imágenes de los diferentes tiempos que abarca ‘Outlander’ se entremezclan, pero nunca se confunden, y este es uno de los aciertos de esta serie. Nos enseña a diferenciar pronto dónde nos encontramos, bien a través de los personajes y su narración, bien a través de detalles escondidos, bien a través del propio tono adoptado.

Otro de los aciertos de ‘Outlander’, pienso en un momento determinado, es que también la presentación de todos los escenarios y los personajes, que dura, se entremezcla con la propia acción, con el nudo de la historia. Así, mientras todavía seguimos adaptándonos al siglo propuesto, descubrimos que pasa algo con Jaime. “El mejor lugar para Jaime es en los establos, teniendo en cuenta las circunstancias. No lo quiero entre los muros”, nos dice Colum MacKenzie. Y nosotros, que todavía estamos conociendo a Colum, a Jamie y a todos, nos preguntamos: qué pasa con Jamie. ¿Quién es? ¿Qué circunstancias? ‘Outlander’ no es una serie de misterio, pero sí deja espacio para que nos preguntemos cosas y vayamos resolviéndolas poco a poco. Y este espacio nunca interrumpe la primera narración importante –conocer ese lugar en el que estamos–, tampoco está encajado de mala manera. Se da de manera natural.

Y no puede ser más estética. ‘Outlander’ es una serie muy estética. Provoca ese tipo de placer visual por el que piensas que podrías pasarte toda tu vida mirando la pantalla. Da gusto ver a Claire. Paseando, comiendo, hablando, amenazando con la mirada así como lo hace ella. Sus pasos resonando en las paredes del castillo; todavía sueño con ellos.

Da gusto verla también porque vamos formando su personalidad y es una personalidad que gusta mucho. Es precavida, y se sabe en peligro, pero nunca tiene especialmente miedo a lo que puedan hacerla. O tal vez es que tenga demasiado carácter como para que el enfado ceda ante el miedo. Porque Claire, ya en este segundo episodio, muestra su enfado ante Dougal MacKenzie y ante todo aquel que la importune, de una manera u otra. Qué haces siguiéndome, le dice a Rupert, y yo me río muchísimo porque es evidente que tienen que seguirte, Claire, pero a ella le molesta y punto. Es una joya de personaje.

Vamos conociendo también, poco a poco, al resto de personajes de ‘Outlander’. Por ejemplo, con respecto a Dougal, sabemos que tiene problemas con Jamie, porque se muestra severo, cruel incluso, con él. Es un líder silencioso y autoritario, más que su hermano, el verdadero líder, el jefe del clan, que parece más abierto a la conversación. Dougal conoce su sitio, y lo respeta, pero no deja de ejercer el poder que tiene en su mano. Pero también lo vemos mirando a Hamish, y hay ternura en su mirada, y tristeza, y entonces, bueno, nos abrimos a no odiarlo demasiado.

Y tenemos unas primeras pinceladas de Murtagh, cuya mirada se pasea por todos los escenarios que puedan afectar a Jamie de alguna manera. Ya vemos que es protector con él, ya vemos que lo cuida y que se preocupa por su bienestar. No pienso ocultar ni un solo segundo más mi debilidad por este personaje, del que tendré que hablar largo y tendido en los capítulos venideros.

Sin planteárselo

De momento, está claro de lo que tengo que hablar ahora. La relación entre Claire y Jaime marca una diferencia con todo lo demás desde el principio, porque Claire y Jaime, desde el principio, hablan mucho. Se cuentan historias, se confiesan, se ríen y se interesan por el otro. Se acercan. En un momento determinado, literalmente. Y en esa primera mirada cercana ya hay deseo, sobre todo por parte de Jamie.

De Jamie descubrimos muchas cosas en este capítulo, como que es un hombre sacrificado que siempre va a poner su espalda (literalmente también, perdón) para evitar que los golpes vayan a otra persona. Jamie defiende a su hermana, y por ella acaba siendo azotado por los ingleses. Pero es que también defiende a la nieta de la señora Fitz, aun sin apenas conocerla, porque, le cuenta a Claire, la joven muchacha no habría podido soportar la vergüenza de ser golpeada delante de todo el mundo, y para él solo es dolor. Me siento a mí misma alzando las cejas ante sus palabras y me pregunto si fue ese el momento exacto en el que yo también me enamoré de Jamie Fraser.

De Claire me enamoré en el castillo Leoch, pero en el futuro, tan risueña y divertida como estaba. Incluso antes. Seguramente en su primera escena.

Claire, con Jamie, se siente segura. Entre ellos hay curiosidad, pero nunca sospecha. De hecho, podríamos decir que Jamie es pelín irresponsable al hablar con tanta sinceridad con esa inglesa desconocida, pero la realidad es que le sale hacerlo de manera natural. No se lo plantea. Ninguno de los dos se lo plantea, nunca. Les sale. Como cuando Claire verbaliza su situación en voz alta por primera vez (“mi marido no está vivo”), y después se abraza a él. Es un momento de debilidad, de dolor, y no se plantea que lo esté viviendo con un desconocido. Le sale hacerlo. Siempre, desde el principio, son así.

Estamos en Escocia, estamos en el siglo XVIII

Por eso, vemos cosas que no terminan de gustarnos. En esa audiencia en la que diferentes personas le plantean a Colum MacKenzie sus conflictos, sus dudas y sus peticiones hay violencia física, y esa violencia física no altera a ninguno de los presentes. También entendemos pronto que es su manera de relacionarse, y que dentro de esa violencia no quedará rencor. Nos parece increíble, pero así es, así lo demuestran. Claire quiere intervenir, porque ella no es una mujer del siglo XVIII, pero termina siendo uno de los momentos en los que comprende que es una forastera en un lugar que no conoce, y que hay tradiciones, costumbres y creencias que deben evolucionar por sí solas.

La Escocia del siglo XVIII no es solo un lugar salvaje o violento. Es un lugar precioso, que ya nos habla de las brujas y que conmueve con esa hospitalidad mencionada. Me gusta mucho ver la figura del hojalatero, aunque sea de pasada, porque es una de las figuras históricas del país más bonita y más importantes de su cultura. Estos hojalateros tienen una de las culturas orales más ricas, y si podéis tener acceso a alguno de sus cuentos o de sus historias quedaréis muy satisfechos. Siempre que, como yo, hayáis sentido la llamada del espíritu escocés. A mí me llegó antes de lo que llegó ‘Outlander‘, pero esta serie consolidó parte de las primeras sensaciones. Aun con sus imprecisiones, aun con sus pequeños errores, esta serie merece la pena también en este sentido.

1×01 – Outlander
1×02 – Outlander
1×03 – Outlander
1×04 – Outlander