Leo que Leonardo DiCaprio cumple 45 años este 11 de noviembre y pienso en ‘¿A quién ama Gilbert Grape?‘ (1993). Casi de manera automática. Se me confunde con ‘Vida de este chico’ (1993), pero al final mis pensamientos se centran en la primera, quizá porque fue la primera verdaderamente importante. Un Leonardo DiCaprio que todavía no había cumplido 20 años obtenía aquí su primera nominación a los Premios Oscar, por mencionar los premios de siempre. En la categoría de mejor actor de reparto. El protagonista de ‘¿A quién ama Gilbert Grape?’ es Johnny Depp; de hecho, Depp, por quien ahora mismo no siento más que una triste nostalgia, lo hace bastante bien. Para aquellos que dicen que ha construido su carrera sobre personajes extravagantes e histriónicos debe suponer un golpe llegar a esta película.
Johnny Depp es Gilbert Grape, un muchacho tranquilo, sereno, responsable, que vive contenido, reprimido, frustrado. Infeliz. DiCaprio da vida a Arnie, su hermano pequeño, un joven con discapacidad intelectual que está siempre junto a Gilbert. Los hermanos viven en la casa familiar de siempre junto a su madre, con un grave problema de obesidad, y sus dos hermanas. Son una familia unida, pero también atada. Nunca podremos decir si serían lo primero sin lo segundo. Sí podemos decir que ‘¿A quién ama Gilbert Grape?’ es una película que nos muestra una familia que se quiere, y que tiene en estos dos hermanos su epicentro. Y en diez frases sacadas del guion la mejor manera de resumir, explicar y también recomendar esta historia.
Por cierto: feliz cumpleaños, Leo. Ojalá muchas más como esta.
“Endora. Un pueblo donde nunca pasa nada”. Así empieza la película: con la voz en off de Johnny Depp contándonos que en Endora, el pueblo donde vive, nunca pasa nada. Las imágenes lo confirman: imágenes de lugares desiertos, sin personas, sin coches, sin actividad. Ésta solo parece arrancar cuando Gilbert Grape se refiere al gran supermercado situado a unos cuantos kilómetros, su competencia directa, pues él trabaja en la pequeña tienda del pueblo. A esa supermercado es donde va a comprar todo el mundo, nos dice, y las imágenes de movimiento, de coches, de esa actividad que no existen en su pueblo, lo confirman. Así sabemos, desde el principio, que Gilbert Grape vive en un pueblo sin emociones, sin posibilidades, inmerso en una aburrida rutina.
“No vamos a ninguna parte”. Es una frase que Arnie repite constantemente; una de esas frases que se han quedado en él, que tienen un efecto en todos, y que seguramente haya escuchado decir a Gilbert. Es también la realidad. Esa familia, cada uno de los miembros, no parece tener intención de moverse a ninguna parte, a pesar de que siguen una existencia evidentemente infeliz, a pesar de que todos anhelan el cambio. A pesar de que todos miran el cartel de salida del pueblo con deseo. Pese a esto, no van a ninguna parte.
“Porque soy Gilbert y nadie debe hacer daño a Arnie”. Arnie sufre el acoso de algunos de los habitantes más jóvenes del pueblo, incapaces de entender que es un joven con discapacidad intelectual. Es Gilbert quien lo defiende, o al menos lo intenta. Cuando Arnie sufre de alguna burla, o incluso de algún ataque, Gilbert está ahí para protegerlo, para cuidarlo. Y siempre le recuerda esto mismo: él es Gilbert, su hermano, y nadie va a hacer daño a Arnie, nadie debe hacerle daño. En estos segundos entendemos la relación tan sincera y tan honesta que une a los hermanos.
“¿Qué quieres hacer?”. Eso mismo le pregunta Becky (Juliette Lewis) a Gilbert. Becky es una joven que llega al pueblo junto a su abuela; no tienen destino fijo, solo quieren recorrer Estados Unidos, disfrutar, vivir aventuras, conocer lugares y conocer personas. Becky es una joven libre, abierta, extrovertida, creativa, risueña y cariñosa, y le plantea a Gilbert ese mundo lleno de posibilidades que se le ha escapado hasta entonces. Le demuestra que incluso en Endora hay cosas que hacer cuando tienes a la persona adecuada a su lado. Sobre todo, le plantea una pregunta crucial, que consigue que Gilbert ponga el foco, por primera vez en mucho tiempo, sobre sí mismo. ¿Qué quieres hacer?, le pregunta. Y entonces Gilbert se da cuenta de que, de hecho, tiene capacidad de elección.
“Unida no es la palabra adecuada: es anclada”. Eso es lo que Gilbert le dice a Becky cuando le pregunta por su familia, por la unión a esa casa que se cae a pedazos pero de la que se niegan a marcharse. Son muchas las personas que realmente permanecen toda su vida unidas a un determinado lugar, pero no es el caso de Gilbert y su familia. Ellos están atrapados. Por los recuerdos, por las obligaciones, por los miedos. Están anclados en la resignación y la cómoda seguridad de saber que el día siguiente será como el anterior. Eso explica muchos de sus comportamientos.
“Te elegí a ti porque sabía que nunca te irías, que siempre estarías aquí”. Gilbert tiene una relación con una mujer casada; una mujer pasional, pero algo caprichosa. Cuando Becky aparece en la vida de Gilbert, éste se aleja de ella, y empieza a interesarse por la razón por la que alguna vez se acercaron. Así que le pregunta: ¿por qué me elegiste a mí? Y ella le responde: porque siempre estarías aquí. Las responsabilidades y las obligaciones del bueno de Gilbert son tan grandes que son perfectamente visibles desde cualquier ojo externo, y estos ojos externos también lo crucifican, como se crucifica a sí mismo. Gilbert Grape siempre estaría allí. Eso piensa todo el mundo.
“Deseo algo nuevo”. Una vida nueva, dice después. Y es curioso, porque seguido a esto lo que hace Gilbert es pedir para todo el mundo menos para él. Pide que su familia mejore, por ejemplo. Puede que sus deseos para con los demás le afecten de alguna manera, pero esto es muy diferente a desear algo para uno mismo, de manera egoísta, individual. Gilbert no tiene pensamiento individual. Se siente unido, anclado, a su familia de tal manera que su universo se compone de todos ellos como pieza conjunta, indivisible. No hay deseos individuales, ni hay conciencia de individualidad.
“Cuidando de todos y olvidándote de ti”. De hecho, cuando Gilbert adquiere un poco de esa conciencia de individualidad empiezan los problemas en su hogar. También las revoluciones, lo cual no es malo, pero sobre todo los problemas. Como si la tarea de Gilbert fuera dedicarse en exclusiva a cuidar de su familia como siempre ha hecho, como si no pudiera desviar un poco la mirada hacia el espejo que tiene delante y darse cuenta de que él también existe. No es que Gilbert, en cualquier caso, lo haga a disgusto. Es que no conoce otra vida. Su vida ha sido siempre cuidar de todos, así que no ha tenido más remedio que olvidarse de sí mismo.
“Eres mi caballero de la reluciente armadura”. Claro que los demás se lo reconocen. Le reconocen el cuidado, la amabilidad, la serenidad y la predisposición, los juegos con Arnie, su hermano, la preocupada lucha por su madre, el ojo que también siempre mantiene por sus hermanas. Que siga trabajando, que sea un buen vecino, que sea un buen amigo. Que se ocupe de la casa, de comprar la tarta, de los baños. Gilbert puede hacerlo todo. Por eso es el caballero de la reluciente armadura. Hasta el final, sin importar cómo llega este final.
“Podemos ir a cualquier parte”. Y no digo más. Descubrid vosotros a dónde van.
Ved ‘¿A quién ama Gilbert Grape?’. Dirige Lasse Hallström, y el guion corre a cargo de Peter Hedges, partiendo de su propia novela. La tenéis en Amazon Prime Video.
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