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‘Libertad: Un viaje íntimo’. Esto era lo que prometía el propio nombre del concierto online que celebró Agoney este sábado 13 de febrero. Con el concepto de ‘viaje’ como columna vertebral, el canario preparó un directo íntimo y cuidado, en el que presentó su primer álbum de estudio: ‘Libertad’. Un directo diferente, porque en este caso no había aplausos del público, ni voces coreando sus canciones. Con una pantalla de por medio, un piano y su voz como únicos elementos, además de sus temas, para conectar con un público separado físicamente. Pero viviendo una experiencia conjunta, de esas que forman parte de esta nueva normalidad y que, aunque a priori puedan resultar extrañas, nos abrazan para seguir caminando con fuerza en estos tiempos tan marcianos.

El propio concepto de ‘Libertad: Un viaje íntimo’ es un acierto. Y podría haber salido mal, por supuesto. Pero lo cierto es que el viaje se produjo. Comenzando por el efecto que provocó en cada espectador el propio concierto. Fue como entrar en una burbuja de calma. Y aunque la sensación fue notablemente diferente a la de un concierto presencial, sí se consiguió esa abstracción de la realidad que, entiendo, buscaba el propio Agoney.

También se produjo un viaje real por la vida del propio cantante y por la creación de ‘Libertad’. Lejos de cantar y cantar sin orden y concierto, el canario supo realizar las pausas necesarias y decidió compartir con los espectadores algunas historias realmente emocionantes. Las historias que se encuentran detrás de algunas de sus canciones y también de las versiones que decidió incluir en el setlist. Porque sí, hubo tiempo para temas propios, pero también para algunas covers que entusiasmaron de igual manera, atendiendo a la respuesta en redes sociales.

Y, aunque fuera de una manera menos implícita, también hubo un pequeño viaje al futuro. Uno que tuvo lugar en las mentes de los espectadores y, seguramente, en la del propio Agoney. Viviendo este directo tan diferente, era imposible no imaginarse uno tradicional, en el que compartir miradas y sonrisas cómplices. En el que quedarse sin voz y emocionarse en compañía. ‘Libertad: Un viaje íntimo’ fue una especie de brunch de domingo. Con todo lo que queríamos. E incluso con más. Emocionante, diferente, atrevido y chispeante. Y los conciertos presenciales, que llegarán aunque tarden, serán el banquete definitivo.

Mucha voz y mucha honestidad


Agoney

Piano y voz. Voz y piano. ¿Para qué más? Buena elección la de Agoney y su equipo, que prefirieron atarse a eso de “menos es más” y ofrecer un concierto íntimo en todos los sentidos. Podrían haber apostado por grandes números, con cuerpo de baile y todo tipo de artificios. Y seguramente habríamos disfrutado, aunque de otra forma. Sin embargo, prefirieron quedarse con la esencia. Y acertaron.

Agoney realizó un recorrido inteligente por sus temas, entrelazándolos con versiones escogidas con mucho sentido. Que no se salían para nada del concepto del concierto y que, además, tenían un por qué detrás. Transformó algunos de sus temas (como la maravillosa ‘Soy fuego’) y de los temas de terceros en baladas acústicas, con gusto y con esa sensibilidad artística que siempre ha destacado como una de sus principales virtudes. Y se fue creciendo conforme pasaron los minutos.

Su voz fue, como probablemente esperaban todos los asistentes, la gran protagonista. Jugando con los contrastes que tan bien domina, fue dulce y suave cuando tenía que serlo y asombrosamente potente cuando tocaba. Llegó a esas notas que son imposibles para el común de los mortales, casi sin esfuerzo aparente, y controló la emoción en los instantes en los que parecía inevitable que se descontrolase. En definitiva, dominó la situación. Sobre todo, como señalaba, cuando el concierto fue avanzando y los nervios iniciales dieron paso al disfrute y a la tranquilidad de quien está haciendo lo que desea y lo que sabe hacer.

Entre canciones, notas imposibles y confesiones que generaron una conexión inmejorable con el público, hubo espacio incluso para contestar algunas preguntas. Una pausa que no tenía por qué ser necesaria, pero que convirtió el show en algo mucho más personal y más cercano. Ya que no podemos vernos las caras, escuchémonos un poco. Sigue haciendo mucha falta, y creo que Agoney es consciente de ello. Tanto como para dejar un espacio para la conversación y el fomento del sentimiento de comunidad en medio del que, sospecho, siempre será uno de los conciertos más especiales de su vida. Chapeau.

Rosa Suria
Periodista. Escribo y hablo continuamente de cine, series y música.

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