Cuidado, ¡artículo plagado de spoilers!
Puede estar gustando más a unos y menos a otros, pero lo que es indudable es que esta tercera temporada de ‘Estoy Vivo’ está siendo la más atrevida. La primera ya fue un acto de fe, presentando una trama completamente novedosa dentro de nuestra ficción y uniendo géneros que hasta entonces siempre habían estado enfrentados o, cuanto menos, separados. Arriesgaron y funcionó, mejorando la fórmula en la segunda entrega con la introducción del terror. Pero lo que han hecho ahora podría haber sido casi suicida.
La muerte de Laura, Susana y Bea en el primer capítulo ya nos marcó el camino que iba a seguir esta nueva tanda de episodios. Podrían haber jugado a defender, manteniendo lo que ya había funcionado con algunas pequeñas modificaciones y asegurándose la audiencia. Pero han apostado por un continuo salto al vacío que vuelve a dejar más que clara su valentía y su intención de renovar la ficción, de ir más allá de lo que existe y de jugar con el espectador, creando un producto que aporta algo y que no es simplemente fácil de ver.
En este continuo salto al vacío es donde nos hemos instalado también nosotros, los espectadores, que cada semana recibimos sorpresas y golpes, giros y descubrimientos que están haciendo de esta tercera temporada una de las más convulsas de la serie. Y también de las más satisfactorias, aunque el dolor entre a formar parte de la ecuación, como ha ocurrido con el último capítulo emitido.
¿Qué esta pasando?
Creo que esta pregunta es la que se está haciendo el público desde el inicio de esta tercera temporada. Cuando parece que todo se encamina y que más o menos ha quedado claro, nuevo giro. Ocurrió con las muertes del primer episodio, con la verdadera identidad de Carlota y ahora parece que ha llegado el turno de las luciérnagas. El enemigo que podría no serlo o que podría ser la clave para descubrir una crisis mucho mayor, que nos lleva directamente a la Pasarela.
Eso es lo que nos deja el último episodio, emitido este mismo jueves en La 1 de Televisión Española. La Pasarela lleva desaparecida un tiempo, sobre todo su directora, a quien acostumbrábamos ver más a menudo. Un detalle que algunos habían notado, pero que ahora toma más sentido que nunca. Todo apunta a una invasión o a una toma de control de la propia Pasarela, que podría poner en peligro la vida de los protagonistas de la serie y de todo el planeta Tierra.
Si la misión de Márquez y compañía en esta tercera entrega ya parecía complicada en los primeros compases de la misma, ahora se antoja imposible. Los problemas no dejan de surgir, la realidad nunca es lo que parece y todo se complica por momentos. ¿Estamos a punto de vivir la gran derrota del equipo? Me gustaría decir que no, pero el futuro no parece demasiado brillante.
¿Por qué está pasando?
La otra pregunta que no dejamos de hacernos es ‘¿por qué?’. Empezamos así la temporada, preguntándonos qué necesidad había de ‘acabar’ así con Laura, Susana y Bea, y en cada capítulo la pregunta vuelve a surgir. Por cada alegría que nos da la serie, nos entrega un nuevo motivo para sufrir. Y el último…
Después de todos estos episodios esperando el reencuentro de Iago y Susana, ahora en el cuerpo de Adrián, después de intentar captar todo tipo de guiños y de buscar cualquier atisbo de conexión, la reunión ha tenido lugar, pero no como queríamos. El abrazo, el beso y las lágrimas de felicidad fueron sustituidas por la sangre, la angustia y las lágrimas de tristeza. Una Susana malherida, no sabemos hasta qué punto, y un Iago desesperado volvieron a mirarse a los ojos por unos instantes. Hasta que todo se apagó.
Un nuevo cierre de episodio angustioso y abierto, en el que no terminamos de saber qué ha ocurrido con Susana, si ha sobrevivido, ha muerto o está en el filo del precipicio. Algo, no sé si la esperanza o la experiencia como seriéfila, me dice que no tendremos que lamentar una pérdida más, pero el sufrimiento sigue presente. Un por qué más con el que esperar durante toda una semana, y que resume a la perfección la escena de esta temporada de ‘Estoy Vivo’.
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